LO QUE HARÁ JUNTS
JONATHAN
MARTÍNEZ
Varias personas con fotos con la
cara de Puigdemont durante una
concentración.David Zorrakino / Europa Press
Es
matemático: cada vez que empieza el año nuevo, alguien me pide un pronóstico
político. Lo mismo cuando se celebran elecciones. No estoy hablando de esas
porras casuales que organizan los amigotes para apostarse los cuartos con
cualquier excusa. Me refiero más bien a predicciones serias, como si uno fuera
pariente lejano de Rappel o tuviera a su disposición la bola de cristal de la
Bruja Avería. ¿Y ahora qué va a hacer Puigdemont? ¿Crees que habrá cuestión de
confianza? Esta legislatura pinta corta, ¿no? Tú que charlas tanto con fulanito
y menganito, seguro que sabes si este año habrá presupuestos. Dinos algo, que
no sueltas prenda.
Yo, que no tengo madera de Nostradamus, me escaqueo con las mejores artes y digo que puede que sí o puede que no. Quién sabe. Siempre conviene aliñar el vaticinio con algunos lugares comunes y mentar la inestabilidad, la polarización y las geometrías variables. El truco es salir del paso como un delantero centro jadeante al final de un partido, ya se sabe, el fútbol son 11 contra 11, no hay rival pequeño, el balón no ha querido entrar. Existe, sin embargo, un método mucho más honesto y eficaz: reconocer que no sabemos lo que pasará pero sabemos lo que ha pasado, que no es poco. Y las cartas están sobre la mesa.
El
otro día, en las páginas de Público, Amanda García decía que 2024 fue el
año en que Feijóo normalizó a Junts. En El País, Elsa García de Blas
abundaba en la misma idea: el PP se ha comido las uvas normalizando a Junts. No
soy fan de la palabra "normalizar" porque Junts ya era una formación
normal desde sus comienzos, con sus estatutos, sus congresos y sus intrigas
internas. Se entiende, sin embargo, la intención del verbo. Digamos que Feijóo
siempre le reprochó al PSOE la osadía de conversar con los independentistas. El
objetivo de Sánchez es gobernar a cualquier precio, decía Carlos García Adanero
mucho antes de la Ley de Amnistía y del pacto de investidura.
Pero
a veces no hace falta leer los posos del café ni preguntarle al tarot, sino
echar un vistazo veloz a la hemeroteca. En julio de 2023, inmediatamente
después de las elecciones generales, Pedro Rollán expresaba en nombre del
Partido Popular la voluntad de entablar contactos con Junts "dentro de la
Constitución". Así lo recogía la propia García de Blas en El País.
Desde la dirección del partido añadían que el diálogo con EH Bildu es la única
línea infranqueable, pero ni siquiera esto puede decirse que sea cierto, pues
los viejos titulares recuperan declaraciones de Borja Sémper y Javier Maroto
que tienden una mano también a los abertzales.
Los
últimos escarceos del PP y Junts han dado lugar a toda clase de especulaciones.
"Dejad que los independentistas se acerquen a mí", bromeaba Enric
Juliana en un videoanálisis de La Vanguardia. Ese sería el mensaje
oculto que habría deslizado Feijóo en su última conferencia de prensa a modo de
resumen del año. Dice Juliana que tanto Cuca Gamarra como Agustí Colomines
andan haciendo malabares patrióticos para justificar un acercamiento de sobra
anunciado. Los unos invocan a España y los otros a Catalunya, pero se supone
que las banderas andan cubriendo un asunto de más calado. En fin, los dineros.
Juliana
mencionaba así el voto hermano de PP y Junts para congelar el impuesto a la
generación eléctrica. La alianza se ha mantenido también contra el
gravamen extraordinario a las grandes energéticas. Isabel Díaz Ayuso
justificaba el abrazo fiscal en nombre del bien común y en contra de Hacienda,
que anda por ahí "asfixiando a las clases medias". Hoy en día, cosas
veredes, hasta las petroleras son clase media. Juliana concluye que la música
ha cambiado de un año para acá. Ya no suena, como entonces, la vieja melodía
madrileña de "Puigdemont a prisión". Ya no hierve la calle Ferraz con
manifestaciones neofalangistas. No era tan bravo el león como nos lo habían
pintado.
Casi
todos los análisis cargan las tintas sobre el Partido Popular pero pasan de
puntillas sobre Junts. Dos no se acercan si uno no quiere, de modo que los
últimos titulares bien podrían haber adoptado una perspectiva inversa para
decir que "Junts normaliza al PP". Entiéndase que la derecha española
es ajena a la normalidad independentista catalana. Al menos en los años de
procesismo. Una vez abolido el horizonte inmediato de la DUI, nada impide
recordar el Pacto del Majestic y el saludo sonriente de José María Aznar y
Jordi Pujol en la Moncloa. Ahora es gracioso pensar que CiU no solamente
arrancó nuevas competencias sino que además se cobró la cabeza de Alejo
Vidal-Quadras.
En
cualquier caso, cuando nos reclamen una previsión, no es necesario arrojarse a
la piscina con profecías descabelladas ni traer a colación algunos gestos
anecdóticos. Basta detenerse en una gran evidencia: las últimas elecciones
generales otorgaron a Junts un papel protagonista, casi central, en un juego de
mayorías que en la anterior legislatura había operado en clave progresista y
que ahora lo hace en otras coordenadas. Fue esa matemática lo que hizo posible
algo que creímos tan remoto como la Ley de Amnistía. El cálculo aritmético puso
al PSOE ante la tesitura de normalizar a Junts. O a Junts ante la opción de
normalizar al PSOE. El orden de las normalidades no alteró la investidura.
Pero
era ingenuo pensar que Junts iba a quemar todos sus cartuchos en el
nombramiento de Sánchez. En la distancia, Waterloo corre el riesgo de
desvanecerse sin el viejo ingrediente de las órdenes de busca y captura.
Puigdemont necesita un esfuerzo extraordinario para regresar a la actualidad
pero la posición epicéntrica de los diputados de Junts facilita la empresa. Se
trata de vender caro el voto y hacer que el Gobierno de coalición las pase
canutas. Y para eso es mandatorio demostrar que en el Congreso pueden prosperar
mayorías alternativas. En este baile, por cierto, también está compitiendo el
PNV sin que nadie arquee en exceso las cejas.
Si
los periodistas tuvieran alguna capacidad de pronóstico, deberían tal vez
invertirla en las quinielas y jubilarse a cuerpo de rey en una isla caribeña.
De momento, como lo único que conocemos es el ayer, lo mejor es echar balones
fuera cada vez que nos pregunten qué ocurrirá en 2025. Y tirar de tópicos
deportivos: lo importante es el equipo, hay que seguir trabajando, los penaltis
son una lotería. Al fin y al cabo, ni Rappel ni la Bruja Avería pueden decirnos
qué harán el PP y Junts en el futuro. La política no es, ni mucho menos, una
ciencia exacta. Pero las hemerotecas cuchichean, orientan, sugieren. No hay
predictor más fiable que nuestro propio pasado.
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