LO DE GROENLANDIA
Ya no estamos en el neoliberalismo y en la globalización, sino en una
vuelta, feroz, al Estado. Un Estado que lo necesita todo en sus fronteras, y no
en su comercio
El asesor. / J.R. Mora
1- El trumpismo –lo nuevo, la época– es un jeroglífico indescifrable, que será diáfano en un tiempo. Hoy, no obstante, y tal y como sucedía con las primeras descripciones del fascismo en los años veinte y treinta del XX, el trumpismo es algo amplio, inabarcable, incluso sugerente para un grueso de la población mundial. De hecho, el trumpismo, esa nueva extrema derecha, comparte con los fascismos clásicos dos características que lo hacen –aún más– difícil de interpretar. A saber: a) su carácter inconfesable: hable de lo que hable, el trumpismo no habla claro, pues no puede verbalizar lo que en verdad quiere, en tanto sería aterrador, tal vez inhumano. Y, b), su carácter sexual: Trump, como Goebbels en su día, como esos señores y señoras que conforman el Gobierno Trump –de escasa formación y vestidos/as y operados/as para liarla–, saben y viven que, tanto el poder, como el contacto del poder con la masa –fundamental también en este negociado–, transcurre a través de la pulsión sexual. Y lo sexual, como recordarán, es un lenguaje propio y autosuficiente, del que solo participan aquellos que, en efecto, participan.
2-
El trumpismo, como los fascismos, es, en
fin, una gramática. Eso que uno tarda tanto en aprender cuando estudia otra
lengua.
3-
La gramática de los fascismos la
conocemos al dedillo. Hoy. Es decir, demasiado tarde. En 1938, los Acuerdos de
Múnich, en los que se regalaba Checoslovaquia a Hitler –en la confianza de que
era eso lo que Hitler quería y en el desconocimiento de que lo que en verdad
quería era, lo dicho, inconfesable–, demuestran la incomprensión absoluta de la
gramática fascista por parte de las democracias en una fecha tan tardía como
1938, cinco años después de la toma del poder por el nazismo, 16 años después
de la toma del poder por Mussolini, durante la Guerra Civil española y, glups,
apenas un año antes de la II Guerra Mundial. Para que no se nos ponga cara de
Chamberlain, urge conocer –y rapidito– la gramática del trumpismo. Por dos
razones: a) porque es una gramática mundial y porque, b), lo local, como en los
años treinta, ha dejado de existir, zas, de manera que debemos conocer, a toda
leche, esa gramática, para así entender, como poco, a PP, Vox, Junts, esas
pulsiones inconfesables.
4-
El presente artículo es un intento de ir
aprendiendo y aprehendiendo la gramática del trumpismo. A partir del primer
objeto que Trump nos ha tirado a la cara. Una pulsión inconfesable llamada
Groenlandia. ¿Qué hay detrás de lo de Groenlandia?
5-
Recordemos los hechos. En una rueda de
prensa –algo inexistente en los años treinta del XX, y hoy, junto con el evento
y la declaración, el epicentro de la política y del periodismo, tal y como han
quedado ambas cosas–, Trump, contestando a un periodista –¿las preguntas de una
rueda de prensa trumpista están planificadas?; ¿y las respuestas?– metió
presión a Canadá para que se pusiera las pilas y se incorporara a la Unión y,
acto seguido, no desestimó el uso de la fuerza para recuperar la soberanía
perdida sobre el Canal de Panamá, un país soberano, así como para incorporar a
la Unión a Groenlandia, territorio autónomo de un país de la UE.
6-
¿Eso es verosímil? En términos
generales, en la vida suele pasar a) lo que ya ha pasado. Y, solo en ocasiones
puntuales y excepcionales, más aún en cambios de época, b) lo que nunca ha
sucedido. ¿Qué partes de las declaraciones de Trump han sucedido ya en Canadá,
Panamá y, el caso que nos ocupa por encima de todos, Groenlandia? ¿Qué partes
son ya nuevas y confirman un cambio de época?
¿Las
preguntas de una rueda de prensa trumpista están planificadas?; ¿y las
respuestas?
7-
Sobre Canadá: ese territorio que se
quiso incorporar, infructuosamente, a la Revolución Americana y, después, a la
Confederación previa a la Constitución federal, fue reconocido por EEUU tan
tardíamente como en 1871. A pesar de ello no ha habido continuidad en las
pretensiones de anexión de Canadá a EEUU, sino tan solo intensificaciones
periódicas y de bajo perfil. En Canadá, además, no existe esa demanda en la
agenda política. Ni en la mental. El Bienestar parece ser uno de los grandes
argumentos para que los canadienses no quieran entrar en la cultura política
USA. Lo que dijo Trump sobre Canadá no carece así de pasado, pero sí de una
tradición vigorosa y relevante. ¿Es posible un Anschluss de Canadá por parte de
USA? Comer y rascar y hacer Anschluss, todo es empezar. Pero en este caso
deberían cambiar muchas cosas. La principal, la desaparición del Bienestar en
Canadá. O la fabricación de la percepción de que el Bienestar es un camelo que
atenta contra la libertad. No es fácil crear rupturas en las percepciones. No
es fácil y requiere mucho trabajo previo, de décadas, que un político exclame,
ante un problema, que sus afectados “iban a morir igual”. Pero sin la
construcción de percepciones a través de la confusión no existiría el trumpismo
ni la nueva extrema derecha, esa elaboradora de percepciones que suplen a la
realidad.
8-
Sobre Panamá, hay precedentes. Por un
tubo. Por ejemplo, la mismísima fundación del Estado de Panamá, patrocinada por
los USA en 1903, con el fin de construir un canal que, junto a una franja de
diez millas de terreno aledañas, pasaría a ser de EEUU, Estado que se reserva,
además, el derecho –oficialmente, hasta 1936– a la intervención en la política
panameña –como hizo tan tarde como en 1989, a través de una invasión militar–.
En 1977 –hace cuatro días, vamos–, tras décadas de presión y negociación, EEUU
asumió la devolución del canal a Panamá y el abandono progresivo de todas sus
infraestructuras civiles y militares. Eso es lo que, parece, pretende invalidar
Trump. Para volver a 1903. ¿Por qué? La respuesta a ello nos acerca un poco más
a Groenlandia.
9-
La revisión territorial que –parece;
vete a saber qué es lo inconfesable de lo que ha confesado– plantea Trump parte
de la vuelta a dos conceptos antiguos y determinantes en la política de EEUU,
que han sufrido, desde el siglo XIX, intensificaciones, modificaciones y
aplazamientos. Y que, alehop, parece ser que vuelven por la puerta grande. Se
trata de a) la doctrina Monroe –no por Marilyn, sino por James Monroe, V
presidente, en 1817-25–. Y la, ay, uy, b) doctrina del Destino Manifiesto,
sobre la cual EEUU moduló su expansionismo nacional, continental y, finalmente,
internacional. No se vayan, amigos.
10-
La cosa a) se explica tradicionalmente a
través del adagio América para los americanos. Es un posicionamiento,
emitido a principios del XIX, contra el colonialismo europeo en América –lo que
en su día fue celebrado por el propio Bolívar–. Pero, paradójicamente, también
es un alegado a favor del imperialismo USA en el continente. La doctrina se
utilizó para apoyar a Texas, para darle a UK para el pelo en Centroamérica y
quedarse con el filón, para quedarse con Puerto Rico y quedarse, en modo
Panamá, con Cuba. En 1903 sirvió para apropiarse, en modo Cuba, del canal del
Panamá. Por esa época es el argumentario intelectual para lo que Teddy
Roosevelt denominaba the Big-Stick / el Gran Garrote –un garrote, no
imaginario, para darle del frasco, Carrasco, a los Estados americanos que
cometieran, a ojos de EEUU, faltas personales–. Vía Franklin D. Roosevelt, la
doctrina a) debidamente desprovista de palabros como stick/garrote,
sirvió para intervenir en cualquier punto del continente siempre que estuvieran
en juego intereses privados o públicos norteamericanos. En la Guerra Fría la
doctrina a) se globaliza, a partir de la mezcla con su prima, la doctrina b).
Posibilita planificar golpes de Estado en Centroamérica y en el Cono Sur: la
participación directa y constante en la política ya continental. Lo que nos
lleva a la doctrina b), o del Destino Manifiesto, no sin antes ofrecerles una
seria meditación de la doctirna Monroe que afecta a la cosa Groenlandia:
América, esa cosa para los americanos, finaliza con la placa tectónica
americana. Es decir, en mitad de Islandia. Lo que integra a Groenlandia.
11-
La doctrina b) no deja de ser una
consecuencia y desarrollo de la a). Parte de la idea calvinista de la
predestinación, y concibe a EEUU, una franja colosal que separa el Gran Norte,
semihabitable, del Gran Sur, católico y papista, que queda señalada como una
nación elegida para acometer un gran e incuestionable destino –político,
civilizatorio, religioso– por parte de las autoridades celestiales. Algo previo
y parecido a la doctrina b) fue utilizado por los peregrinos del XVII para
explicarse a sí mismos la expulsión y la supremacía sobre los nativos. Para
aludir a la expansión territorial de la Unión se utiliza el concepto desde
mediados del siglo XIX. Se convocó para lo de Texas, para la guerra de 1846 –la
más determinante en EEUU: supuso la anexión, zas, del 55% de México, ese otro
Estado con un destino manifiesto, al parecer, de pacotilla–. A partir de
finales del XIX, la doctrina b) se recupera para argumentar la expansión
territorial fuera del continente –Cuba, Puerto Rico, Filipinas, Guam, Samoa,
esa excolonia alemana… hoy Estados soberanos, pseudo-soberanos, asociados o no
incorporados a EEUU; como ven, la hipotética incorporación de Groenlandia tiene
muchos acomodos posibles, y un solo Destino Manifiesto–. Con Willson –en casa
somos muy de Willson; y miren– la doctrina del Destino Manifiesto asume como
misión la democracia mundial, lo que le lleva a intervenir en América Latina y,
brevemente, pero de manera intensa y hasta que los republicanos mandan parar,
en Europa, por la cosa I Guerra Mundial. La doctrina b) es la banda sonora, la
que aporta la cosa lucha-entre-civilización-y-barbarie en la Guerra Fría. Y,
tal vez, la que explica el neoliberalismo, vencedor en esa guerra, como una
decisión divina, un regalo de los dioses. Importante: el concepto Destino
Manifiesto, es, visto lo visto, un sinónimo del concepto europeo Lebensraum/Espacio
Vital, creado casi un siglo después en la Alemania de la escasez de productos
de la I Guerra Mundial, que intelectualizó la necesidad de un espacio-mercado
propio. Y no solo lo suple, sino que es más fino y alude a Dios y no a los
humanos, siempre imperfectos. Por lo que, siendo la misma barbarie, el concepto
Destino Manifiesto tiene más números para sobrevivir. El nazismo, por cierto,
sacó mucho de la I Guerra Mundial, aquel laboratorio para el antisemitismo, el
antiizquierdismo y el concepto lebensraum. El trumpismo puede sacarlo,
simplemente, de la tradición –democrática, si bien inquietante–
americana.
El
nazismo sacó mucho de la I Guerra Mundial, aquel laboratorio para el
antisemitismo, el antiizquierdismo y el concepto lebensraum
12-
Y, ahora, con el bagaje de las doctrinas
a) y b), vayamos a Groenlandia. Abríguense.
13-
La pretensión de EEUU sobre Groenlandia
ya ha sucedido, también. Es algo más lejano incluso que las pretensiones sobre
el Canal de Panamá. Empezó a suceder en 1867, en la presidencia de Andrew
Johnson, republicano, cuando se hace a Dinamarca una oferta de compra por el
pack Groenlandia e Islandia –recuerden lo de la placa americana y la doctrina
a)–. En la II Guerra Mundial, EEUU ocupa Groenlandia –e Islandia– ante la
posibilidad de que la ocupe Alemania. Importante: en este periodo de guerra,
Groenlandia, desconectada de Dinamarca, da un giro radical y sencillo en su
vida económica: compra productos americanos y vende a EEUU, y a lo bestia,
criolita, una materia prima para la elaboración de aluminio que, se dice
rápido, no se encuentra en ninguna otra parte del planeta. Importante, bis: durante
su ocupación, EEUU construye estructuras nunca vistas en Groenlandia. Como los
actuales aeropuertos que posee la isla. Y una base militar, que se volvió a
ocupar en los años cincuenta, y en la que se produjo un ‘Palomares’, con bomba
nuclear perdida incluida, que aún está por ahí, debajo de varias toneladas de
hielo. El Gobierno danés desconocía oficialmente la presencia de armamento
nuclear en la isla. Es decir, EEUU tenía sobre la isla cierta soberanía de
hecho. Pero volvamos atrás. Tras la II Guerra Mundial, el Gobierno, demócrata,
hace otra opción de compra de la isla a Dinamarca. El interés de EEUU por el
territorio no decae en siglo XX ni en el XXI –como informó WikiLeaks, al
aludir a un gran interés norteamericano por los recursos naturales de
Groenlandia–. De esa interés, secreto, constante e interno, por parte de EEUU,
dio testimonio, en 2019, el entonces presidente Trump, a través de la tercera
oferta de compra de la isla, emitida de manera sumamente informal y campechana.
El primer ministro danés, Kim Kielsen, respondió en aquel momento con una
negativa que explicaba la época: “Groenlandia no está en venta (…) pero está
abierta al comercio y a la cooperación con otros países, incluido EEUU”.
EEUU ya
no cree en el libre comercio como hecho político, ese llenapistas del
neoliberalismo y de la globalización
14-
Y, básicamente eso es lo que ha pasado.
Es decir, eso es lo que ha dejado de pasar. Ha dejado de pasar el “comercio y
la cooperación con otros países”. EEUU –un Estado que no cree en el Orden
Internacional, al punto que alude a conceptos como la doctrina Monroe y al
Destino Manifiesto, con los que forjó su imperialismo explícito, ya no cree en
el libre comercio como hecho político, ese llenapistas del neoliberalismo y de
la globalización. Lo que indica que ya no estamos en el neoliberalismo y en la
globalización, sino en una vuelta, feroz, al Estado. La victoria tras la Guerra
Fría ya ha sido amortizada. Estamos en otro sitio. Otro sitio en el que un
Estado lo necesita todo en sus fronteras, y no en su comercio. Todo. Hasta las
rutas de comercio internacionales. Por lo que tendrá que ampliar sus fronteras,
de una forma o de otra. A la manera Texas, a la manera Puerto Rico, a la manera
Cuba o Panamá, a la manera Guam, a la manera Samoa.
15-
¿Utilizará Trump la fuerza militar en
Groenlandia? Desconocemos aún su gramática. En todo caso, a Trump le bastaría
potenciar un movimiento nacionalista local –ya existe; es de izquierdas, lo que
da igual, pues todo eso se puede hacer sin movimiento nacional de ningún tipo–.
Y plantear el agravio histórico y económico y, posteriormente, plantear un
referéndum para la indepe. Los groenlandeses ganarían un Estado y, muy
posiblemente, perderían un país, bajo el expolio industrial. Pero en la vida no
se puede tener todo. E iban a morir igual.
16-
Lo importante es que, por ahora, bastan
unas declaraciones marginales en una rueda de prensa para, con suma facilidad,
colapsar lo internacional y lo local. ¿Es posible que esta nueva derecha, a
diferencia del nazismo, solo quiera bombardearnos una región de nuestra cabeza?
Ni idea. Se trata, en todo caso, de una nueva manera de emitir política,
fundamentada no ya solo en la confusión y la mentira, en modo Ayuso, sino en el
miedo. Se trata también de un fenómeno mundial, que afecta a lo local. ¿Cuál es
el alcance local de todo esto? Agárrense. Les paso dos consecuencias.
17-
Por de pronto, una amenaza armada a la
UE –que es lo que ha hecho Trump– supondrá, me temo, acabar con los debates
sobre subir el gasto militar al 2% del PIB en 3, 2, 1. Por otra parte, la
propuesta de Trump y sus futuribles esbozados, pueden pasar por desacreditar
los referéndums de autodeterminación. No los fakes y pachangueros, que
eso ya pasó, sino todos, incluso los legales. Lo que sería una suerte de party
is over en puntos como Catalunya. Lo que explica el pataleo vivido por
Junts en el único punto en el que existe como fuerza importante –Madrid–. Que
podría ir a más, incluso.
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