EL MAYOR ‘REALITY SHOW’
JAMÁS CREADO
Trump es la respuesta a las plegarias de los ejecutivos de cadenas como la
CNN o la MSNBC, que se han apresurado a anunciar despidos: ya nadie ve las
noticias, justifican. El modelo ahora lo marca X y Meta
DIEGO E. BARROS CHICAGO
Trump firma
decretos frente a las cámaras en el Despacho
Oval. / Daniel
Torok (The White House)
Trump dice, Trump hace, Trump firma, a todas horas, casi a cada minuto, una alerta nueva que entra en el móvil o se despliega en el fondo de la pantalla de la televisión. Un scroll infinito en el lado oscuro y en el cielo azul que se extiende en la palma de nuestras manos. Imágenes en bucle de una fila de personas esposadas de pies y manos entrando en un avión militar. Gente desde un plató de televisión que las comenta, un hombre esposado y escoltado por un agente del ICE –Servicio de Inmigración y Control de Aduanas– que es introducido en la parte de atrás de un vehículo policial. Enviados especiales al centro de la noticia que preguntan por sus impresiones a una cabeza (negra, marrón, jamás blanca) que grita desde el interior de un vehículo policial. Urgente: “El mensaje de un ilegal para Trump: prefiere a Biden”, dice un tal Sr. Liberal a sus miles de seguidores que, desde España, afilan cuchillos con envidia malsana. Un tertuliano que en CNN argumenta que “A” y al que le responde otra tertuliana señalando que, en realidad, se trata, por supuesto, de “B”. La antitelevisión más barata del mundo, la más rentable y que, sin embargo, parece que ya ha dejado de ser un buen negocio.
Agentes
del ICE se instalan a las puertas de una escuela elemental en el vecindario de
Back of the Yards (“Packingtown”, hasta los años treinta) en Chicago, el mismo
que hace 119 años sirvió a Upton Sinclair de escenario para su
novela-denuncia-reportaje, La Jungla, un clásico del realismo social
estadounidense. Saben que no pueden traspasar el perímetro del centro
educativo. Los trabajadores pobres, inmigrantes recién llegados a los mataderos
de la ciudad procedentes de la Lituania, la Polonia o la Alemania de ayer, son
los trabajadores de origen hispano de hoy. Mucho ha cambiado Back of the Yards
desde entonces. Ya no huele a sangre ni a muerte. Ya no queda rastro de la
pestilencia de los mataderos. Hoy sigue siendo un barrio industrial pero
fundamentalmente poblado por trabajadores de origen hispano. Todo el suroeste
de la ciudad lo es. Gente que trabaja de sol a sol, en silencio. En las
cocinas, quitando la nieve en invierno, arreglando jardines en verano.
Construyendo nuestras casas, sirviendo nuestras mesas. Cuyos hijos también
estudian, son mis estudiantes, los de mi esposa. Algunos con papeles, otros sin
ellos. Se trata de amedrentar. Crear un clima de terror que haga posible la
barbarie. Píldoras de horror más digeribles para nuestra indiferencia. El miedo
de los niños pero sobre todo el miedo de sus padres. Usar a los niños como cebo
para “cazar” a personas sin documentos –solo en los últimos dos años, la ciudad
ha recibido (y atendido) a 50.000 refugiados procedentes de Venezuela y otros
países de Centroamérica– es la estrategia que el ICE parece seguir en una
ciudad, Chicago, fundada alrededor de 1780 por un inmigrante haitiano negro y
una mujer indígena Pottawattamie. Los agentes de inmigración saben que no
son bienvenidos.
Se
trata de amedrentar. Crear un clima de terror que haga posible la barbarie
Brandon
Johnson, su alcalde, lo ha dejado claro: “Nuestro departamento de policía no
intervendrá ni participará de ninguna manera en labores migratorias. Ninguna de
nuestras agencias o departamentos municipales cooperarán o intervendrán de
ninguna manera”. Y también: “Ya seas indocumentado, estés buscando asilo o un
trabajo bien remunerado, lucharemos y defenderemos a los trabajadores.
Seguiremos haciéndolo sin importar quién esté en la Casa Blanca”.
Stephen
Miller, subjefe de gabinete y acción política de la Casa Blanca y asesor de
Seguridad Nacional, en su segunda intervención en Fox News en los últimos dos
días, le respondía a la presentadora, rubia, que le preguntaba impertérrita si
es “aceptable” tanto la negativa de las autoridades de la ciudad a colaborar
con el ICE, como que sus agentes no puedan entrar en determinados “lugares
santuario” (escuelas e iglesias): “No hay santuario para extranjeros criminales
en este país”, dijo Miller para luego entrar en una diatriba sin sentido en la
que mezcló el tráfico de menores con la protección de estos (solo americanos).
No hubo contrarréplica.
No
está ninguna presentadora de Fox News, que se hace más blanca y más rubia por
momentos, para eso. Y menos para llevarle la contraria, incluso cuestionar los
argumentos del más extremista y más abiertamente xenófobo de los lugartenientes
de Trump.
Primera
semana y ya podemos decir con casi toda seguridad que la segunda legislatura de
Donald Trump al frente de la Casa Blanca no es una presidencia. Es un
espectacular reality show televisado 24/7 y del que todas las cadenas
son cómplices y principales beneficiarias. Es Trump la respuesta a todas las
plegarias de los ejecutivos de cadenas de noticias como la CNN o la MSNBC que
ya se han apresurado a anunciar despidos esta misma semana: ya nadie ve las noticias,
justifican. La gente se informa por otros medios, hay que
repensar el modelo. El modelo lo marca ese territorio en constante evolución
llamado X, antes Twitter, dominio del supuesto hombre fuerte, el hacedor de
Trump 2.0, Elon Musk. El modelo lo marca Facebook, ahora Meta, donde antes
contactabas con gente a la que no ves desde hace décadas y cuya vida no te
importa lo más mínimo, pero la tuya a ellos lo suficiente para hacerte
partícipe de la última teoría que prueba que, en realidad, hay una invasión en
curso, y que, o ponemos pie en pared, o tu hija acabará por vestir hiyab y
hablando español porque in America we speak English.
Por
suerte, ha anunciado Tik Tok, Trump “ha salvado” a la plataforma de su final en
territorio estadounidense. Hay 90 días para que la matriz china y un
conglomerado de inversores estadounidenses lleguen a un acuerdo. Así lo quiere
el presidente que ha pasado de aborrecer las redes sociales a tener en ellas a
su más fiel cohorte de seguidores y, más importante, financiadores.
Es
agotador.
Si
Trump convirtió la inauguración de su presidencia el lunes 20 de enero en un
Nuremberg hortera y chabacano en el que la falta de una Leni Riefenstahl fue
compensada por tipos como Kid Rock pidiendo la “guillotina” para todos los que
durante los últimos años “han hecho sufrir” (?) al magnate, su primera semana
ha sido un interminable Aló Presidente. Ruedas de prensa en la Casa
Blanca. Declaraciones en la escalerilla del Air Force One. Rueda de prensa en
North Carolina para valorar las ayudas y los trabajos de reconstrucción tras el
paso del huracán Helene en noviembre; más declaraciones desde el aeropuerto,
vamos a pensarnos lo de FEMA (la agencia federal de respuesta a catástrofes
naturales); y amenaza a California: si no legislan como a mí me gusta no habrá
ayudas federales. Rueda de prensa más tarde en California, donde vino a decir
que la culpa de los incendios que han asolado Los Ángeles las últimas semanas,
amén de la responsabilidad de las autoridades locales encabezadas por un
gobernador demócrata, es de que, claro, hay árboles y los árboles, además de
arder, se quedan con toda el agua. Declaraciones de nuevo en la Casa Blanca, un
par de nuevos decretos.
La
primera semana de Trump en la Casa Blanca ha sido un interminable Aló
Presidente
A
su lado, siempre, y esto es novedad en los últimos cuatro años, Melania. Fría
como siempre, impertérrita, tras unas gafas de sol enormes. En silencio
desafiante.
Y
así vuelta a empezar en ese scroll infinito en pantallas de televisión y
móviles de millones de personas allende los mares. Donald Trump se gusta, sabe
que gusta. No es un presidente sino un jugador de cartas con un constante farol
entre las manos. Un vendedor de humo, un prestidigitador de la mentira que ha
encontrado su momento en una época en que la distinción entre esta y la
realidad es pura coincidencia: pura cuestión de libertad de expresión. Niño
rico malcriado, carne de reality y Supremo Charlatán. Da lo mismo, todo
se le compra, todo se le analiza y al que la prensa liberal, sabedora de estar
absolutamente en fuera de juego desde hace años, mantiene entre algodones:
juntos de la mano hacia la extinción –la de la institución de la prensa tal y
como la conocíamos.
Nada
más terminar su discurso de inauguración, Trump se lanzó a su actividad
favorita: colocarse detrás de los micros, delante de los focos. En la primera
rueda de prensa que dio en su vuelta a la Casa Blanca, Trump se despachó a
gusto. Ningún tema quedó en el tintero: Ucrania, Gaza, Venezuela. Incluso se
permitió bromear sobre una incursión militar en territorio mexicano: “Cosas más
extrañas se han visto”, llegó a decir. Y comenzó a sacarse conejos de la
chistera. El primero fue la tradicional carta que todo presidente deja en el
escritorio a su sucesor y comenzó a agitarla en el aire. Pero no la abrió. No
leyó su contenido ni dio pistas sobre el mismo. Simplemente dejó que todas
cámaras siguieran sus aspavientos, el resplandor de un objeto en la mano del
mago. En un momento, Trump se dirigió a Peter Doocy, corresponsal de Fox News
en la Casa Blanca y le preguntó: “¿Alguna vez hizo Biden conferencias de prensa
como esta? ¿Cuántas conferencias de prensa ha hecho como esta, Peter?”
Doocy,
veterano y encantado, contestó: “¿Como esta? Ninguna, cero”. Risas.
Ese
es Trump, maestro del espectáculo, dominador del suspense. El miércoles 22 de
enero, la Casa Blanca decidió abrir la carta de Biden en exclusiva para Doocy.
El contenido resultó ser de lo más anodino,
pero el acto de Trump fue suficiente para mantener el interés informativo
durante 48 horas.
Una
ilusión colectiva que, encima, parece gustar a una mayoría de estadounidenses.
Trump se convirtió en enero de 2017 en el primer presidente que comenzaba su
mandato con ratings negativos. Ocho años después, una mayoría de
ciudadanos aprueba su llegada. Harry Enten, entusiasmado en la CNN, se deshacía
en elogios hacia Trump: “Es una señal de que al pueblo estadounidense, al menos
al principio, le gusta lo que está viendo”.
Trump
ha procedido al despido de hasta una docena de inspectores federales
independientes, siguiendo el plan para eliminar cualquier contrapeso
El
último conejo: desclasificar los expedientes de los asesinatos de John
Fitzgerald Kennedy, en 1963; su hermano Robert, exfiscal general y candidato
presidencial, y el reverendo Martin Luther King, ambos en 1968. Bombo,
platillo, fanfarrias en platós y en los móviles. Sueño húmedo de todo
conspiranoico. Fue el jueves. Noticia vieja ya. Casi olvidada. En realidad, no.
La orden presidencial requiere que el director de Inteligencia Nacional, se
espera que Tulsi Gabbard, desarrolle un plan para la publicación de los
documentos de JFK en quince días. Dispondrá de otros 45 días para elaborar un
plan para la desclasificación de los expedientes de los otros dos.
Circo
por el día, palo por la noche. Ayer nos despertamos con una nueva purga. Trump
había procedido al despido de hasta una docena de inspectores federales
independientes, siguiendo el plan para eliminar cualquier contrapeso que ponga
en duda su control absoluto sobre todas las ramas del gobierno federal. La
lista de purgados incluye a los inspectores generales de los departamentos de
Estado, Agricultura, Interior, Transporte, Vivienda y Desarrollo Urbano,
Educación, Trabajo y Defensa, así como la Administración de Pequeñas Empresas,
el Departamento de Energía y la Agencia de Protección Ambiental. Se trata de
trabajadores federales independientes encargados del control y supervisión de
miles de millones de dólares de dinero de los contribuyentes. Está por ver si
la forma del despido, vía email, y sin la correspondiente notificación
obligatoria previa al Congreso (con 30 días de antelación), convierte en
irregular el movimiento.
Es
Trump el canallita rubio platino y tez dorada que ha elevado a los altares a la
canalla de siempre, la misma que ha pasado de esconderse a presumir de
inhumanidad. En realidad nada nuevo pero sí diferente. Escribe Alberto Toscano
en Late Fascism (Verso Books, 2023): “El fascismo es, en efecto, una
cuestión de retornos y repeticiones, pero no es la mejor aproximación al mismo
hacerlo en términos de pasos o verificaciones dictadas por lecturas selectivas
del ventennio italiano o el Tercer Reich”. Es por eso que el pensador
italiano insiste en que cualquier aproximación al fenómeno, especialmente a su
nueva y actual cara, debe venir de la mano de un previo entendimiento de los vínculos
entre este y los requisitos de la dominación capitalista, los cuales, mutables
y a veces contradictorios, mantienen cierta consistencia en su seno. A este
núcleo permanente, nos recuerda Toscano, W.E.B. Dubois lo denominó “la
contrarrevolución de la propiedad”. Si en el pasado, las derechas radicales
soñaban con una dominación basada en la fantasía de una modernidad supremacista
blanca, industrial y patriarcal, este nuevo fascismo jalonado de bytes,
redes sociales, inteligencia artificial y sobre(des)información proyecta sus
fantasías sobre las mujeres (natalidad), la naturaleza (la destrucción de) y
una nueva era de expansión colonial, ya sea esta terrenal (Panamá, Groenlandia)
o espacial (Marte).
“El
avance de la IA va a requerir cambios en el contrato social”, ha dicho esta
misma semana, sin especificar demasiado, Sam Altman, CEO de Open AI. “Toda la
estructura de la sociedad será objeto de debate y reconfiguración”. Lo ha
señalado tras la firma, el martes, del proyecto Stargate, una inversión de 500
mil millones de dólares en el sector privado para construir infraestructura de
inteligencia artificial en Estados Unidos, algo que, por otro lado, no ha
gustado nada a Musk, archienemigo de Altman, al que parece haberle entrado un
ataque de celos.
En
mitad de su ataque de cuernos, ayer mismo Musk decidió pasarse (virtualmente)
por un mitin de campaña del partido neofascista alemán AfD. En una atropellada
intervención de cuatro minutos, el dueño de X trajo a Julio César (?) para
decir que “está bien sentirse orgulloso de ser alemán”, al tiempo que advirtió
de que “hay demasiado enfoque en el pasado y tenemos que dejarlo atrás”, dijo.
“Los niños no deben sentirse culpables de los pecados de sus padres, y menos de
sus bisabuelos”.
Supongo
que para que así puedan repetirlos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario