¡QUE VIENE EL LOBO!
POR JUAN
TORTOSA
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, interviene tras una reunión con agentes sociales, en la Delegación del Gobierno en la Comunidad Valenciana, en Madrid.Rober Solsona / Europa Press
Una
de dos: o nos están tomando el pelo… o nos están tomando el pelo. Porque si de
verdad andan jugando con fuego, entonces no entiendo nada. Me explicaré: Cuando
el miércoles pasado por la mañana escuché la admonición de Félix Bolaños
en La Ser media hora antes de que comenzara el pleno del congreso en el
que se pedía luz verde para el dichoso decreto ómnibus, algo me olió a
chamusquina “¿Van a ser capaces (PP y Junts) de rebajarle la
pensión en febrero a doce millones de personas?”, se preguntó. Que lo planteara
así, argumentario puro y duro, me hizo pensar que el ministro daba ya por
perdida la votación.
Cuando escuché por la noche a Elma Saiz, ministra de Seguridad Social, y al día siguiente a Pedro Sánchez, ya no me quedó ninguna duda. Pobres jubiladas, pobres jubilados, clamaban, miren ustedes lo malo que es Puigdemont, lo perverso que es Feijóo, que ni uno ni otro quieren que este maravilloso gobierno suba las pensiones. Si el guión ya rechinaba de antemano, la puesta en escena no había quien se la creyera. Demasiado burdo, pero fueron con ello. La rapidez con la que Óscar Puente anunció que al día siguiente se acababa la gratuidad en según qué transportes cantaba mucho ¿De verdad era necesario que se montara el pollo que se organizó el jueves cuando a primera hora el personal tomaba metros, trenes o autobuses para ir a trabajar?
El
gobierno había decidido jugar al póker con algún que otro as en la manga
porque, además de tener semanas por delante para arreglar el desaguisado (en
enero se están cobrando las pensiones revalorizadas), ha debido entender que
era el momento de poner de los nervios al personal porque los daños colaterales
le parecen asumibles. Ellos sabrán.
Es
verdad que el PP quedaba retratado una vez más frente a muchos de sus
votantes potenciales, a quienes seguro que no les gusta que jueguen con su
pensión, pero en materia parlamentaria los populares no son precisamente unos
negados: podían haberse abstenido, así que si votaron en contra fue porque
tampoco les temblaban las piernas. Como el bipartidismo siempre se entiende,
cabe pensar que igual el órdago estaba destinado solo a Junts, de cuya
estrategia nos vienen advirtiendo desde hace tiempo quienes conocen bien el
paño.
“Junts
lleva 44 tuits, 6 rondas de entrevistas, 5 artículos por encargo, 4 tertulias y
3 vídeos… para intentar explicar su voto con PP y Vox contra millones de
personas el otro día. Bueno, mira, ya no les sale tan barato”, escribía el otro
día en “X” Gabriel Rufián quien, por cierto, lleva meses avisando a
quien quiera escucharlo de que, más pronto que tarde, los conservadores
catalanes votarán con la derecha ultra y la ultraderecha para echar a Pedro
Sánchez de la Moncloa.
El
colega Enric Juliana, por su parte, escribía también en redes: “¿Es lo
que parece? Es lo que parece. PP y Junts están dibujando las “paralelas que
convergen”. Gracias a la amnistía. Es el viento del mundo y es el viento de
Ripoll. La operación pide tiempo pero se va trenzando”. Y añadía: “Hay vértigo
en Waterloo por haber pisado la línea de las pensiones”.
Vértigo
el que tenemos todos como al final resulte que los fascistas acaban en el
gobierno moción de censura mediante. De tanto escuchar que viene el lobo
tendemos a no creérnoslo, así que si algún día llegara a ocurrir, mucho me temo
que nos va a pillar con el pie cambiado. Al Gobierno en primer lugar, que se
permite jugar con fuego porque ve lejos los tiempos electorales. A mí me cuesta
entender, y creo que no soy el único, por qué demonios tenían que presentarse
para ser votados en el mismo paquete asuntos tan heterogéneos como la
actualización de las pensiones, la bonificación al transporte, las ayudas a los
afectados por la Dana de Valencia o el volcán de la Palma, la protección de
personas vulnerables, la ayuda a Ceuta por los menores inmigrantes o el
traspaso al PNV del palacete de París incautado durante la Guerra Civil. No
acabo de encontrarle explicación lógica a que lo hicieran así, salvo que lo que
se buscaba era que pasara exactamente lo que está pasando: cabrear al personal,
espabilar un poquitín a los sindicatos, cada vez más mansos y genuflexos,
regalarles una excusa para salir a la calle y proclamar “viva el malmenorismo”.
Porque
ese es el remate de la faena: asustar siempre con que viene el lobo de la
ultraderecha para que continuemos viendo a este gobierno socialista, antes
llamado de coalición, como el mal menor. Para que se siga apostando por la
puntita nada más, para que se sigan dejando de lado tantos asuntos de izquierda
a los que nadie hinca el diente ni se resuelven por muchos años que pasan.
Nos
han tomado el pelo muchas veces, pero que llegarían a hacerlo hasta con las
pensiones, la verdad es que no lo vi venir.
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