LEGISLATURA. MINUTO Y RESULTADO.
POR
GUILLERMO ZAPATA
patronales.
Imagen de archivo.Mateo Lanzuela /
Europa Press
El
pasado jueves la Mesa del Congreso debería haber tramitado una propuesta de
Junts para lanzar desde el Parlamento una moción de confianza al Presidente del
Gobierno. Finalmente, la Mesa del Congreso no la tramitó. Hay motivos técnicos
y también políticos.
La moción de confianza es un mecanismo que depende en exclusiva del Presidente del Gobierno, su equivalente parlamentario es la Moción de Censura. Junts no quiere presentar una moción de censura. Si quisiera presentar una moción de censura ya la habría presentado. La forma en la que esta contradicción se ha gestionado mediática y políticamente hasta ahora ha sido decir que Junts juega a una suerte de hipocresía o, más bien, que va de farol. También se ha dicho que lo que está haciendo es preparar la pista de salida para un acercamiento mayor al PP. Incluso a Vox.
Pero
el aplazamiento de la mesa del Congreso sobre la moción de confianza apunta a
una idea más interesante y aburrida. Más pragmática. Más útil. La idea de que
hay algo que merece la pena preservarse y que, por tanto, no conviene tomar
decisiones trascendentales.
Ayer
viernes, Puigdemont anunció que suspendía el apoyo parlamentario al gobierno y
le exigía al PSOE una reunión en Suiza para afrontar la crisis de confianza.
Tres cosas a tener en cuenta aquí. Uno: la apelación al PSOE de manera
explícita y no al conjunto del gobierno (es decir, la separación entre el PSOE
y Sumar en la relación con Junts); dos: la expresión “crisis de confianza”, que
casa con la propia “moción de confianza”. Es decir, resuelta la crisis de
confianza, resuelta la moción. La salida es política. Y pasa por una mesa. Es
decir, por negociar.
La
salida de Puigdemont de ayer valida la acción del jueves. No la resuelve, pero
la encamina. Una vez más, una decisión “no épica” como un aplazamiento,
posibilita una salida política.
A
la vez que Pudigmemont hacía su anuncio, Sumar reunía al conjunto de su espacio
político para hablar de la reducción de la jornada laboral y los retos del
espacio en los próximos meses. Hace unas semanas, el Ministro de Economía Carlos
Cuerpo avanzaba un intento de quebrar el acuerdo de gobierno firmado en
octubre de 2023 y aplazar la aplicación de la reducción de jornada y partes
sustanciales del acuerdo que el Ministerio de Trabajo había acordado con los
sindicatos. Tanto estos como el conjunto de las fuerzas políticas que forman
parte de Sumar se pusieron en pie de guerra. Esta semana, Carlos Cuerpo y
Yolanda Diaz han acordado que el próximo día 27 seguirá la tramitación de la
reducción. Otro gesto no épico que posibilita una salida política.
Hay
algo que recorre estos dos asuntos y que tiene que ver con la confianza.
Vivimos en un momento paradójico. El Partido Socialista sigue estando en buena
forma electoral, sigue siendo el partido alfa de este momento multipartito en
el que nos encontramos. A la vez, esa condición de partido central en torno al
cual orbitan otras fuerzas, le lleva sistemáticamente a callejones de difícil
salida. Es como si una cierta memoria residual de los tiempos del bipartidismo
siguiera operando en el interior del animal PSOE y sale de forma sistemática en
todas las negociaciones, lo cual las dificulta y, en ocasiones, bloquea.
Ese
animal piensa, por ejemplo, que puede capturar una parte sustancial del
electorado a su izquierda, a pesar de que no hay ni un sólo dato en ninguna
encuesta que lo ratifique. Ese electorado se reparte entre las fuerzas
existentes en distinta proporción o se desmoviliza. Punto. A la par, esa idea
residual parte de la idea de que es más importante un PSOE muy fuerte que
subalternice al resto, que un PSOE que gobierne.
Ese
animal piensa también que en la relación con los socios de investidura, son los
socios los que necesitan al PSOE y no al revés. O que las relaciones con las
distintas organizaciones que componen la mayoría de la investidura no
constituyen una realidad política conjunta, sino una suma contradictoria
de partes. Hay otra hipótesis justo al lado, no es sencilla, pero es menos
épica y, por tanto, más operativa.
Esa
hipótesis sería que la mayoría de la investidura es la única mayoría posible.
Que la única mayoría alternativa es una en la que el PP y Vox tienen mayoría
absoluta y que, por tanto, la política está dividida en dos ejes que no son
izquierda-derecha, porque la mayoría de gobierno tiene fuerzas de derechas en
su interior. Sino una mayoría plurinacional democrática que gobierna y una
oposición de la derecha y la extrema derecha. Para que esa mayoría
plurinacional democrática tenga cuerpo es absolutamente esencial reconocer, al
menos, dos cuestiones.
Una
es que todas las fuerzas que la componen tienen planteamientos legítimos y
buscan salidas que tienen que ver con lo que sus electorados les piden.
La
segunda es que esos electorados son más diversos y más elásticos que las
propias fuerzas políticas y que, por tanto, hay márgen de acción progresista
mayor de lo que habría con las fuerzas de la derecha de la mayoría en posición
de bloqueo.
Consolidar
un trabajo de confianza es fundamental para que la legislatura avance, eso pasa
por respetar los acuerdos. Los de gobierno y aquellos a los que se llegan con
el resto de fuerzas que componen las mayorías reales que sacan adelante la
legislatura.
Aburrídisima
pragmática, versus inutilísima épica.
No hay comentarios:
Publicar un comentario