sábado, 18 de enero de 2025

LEGISLATURA. MINUTO Y RESULTADO.

LEGISLATURA. MINUTO Y RESULTADO.

POR GUILLERMO ZAPATA

 Sánchez, Díaz y Cuerpo con los principales líderes sindicales y

patronales. Imagen de archivo.Mateo Lanzuela / Europa Press

El pasado jueves la Mesa del Congreso debería haber tramitado una propuesta de Junts para lanzar desde el Parlamento una moción de confianza al Presidente del Gobierno. Finalmente, la Mesa del Congreso no la tramitó. Hay motivos técnicos y también políticos. 

La moción de confianza es un mecanismo que depende en exclusiva del Presidente del Gobierno, su equivalente parlamentario es la Moción de Censura. Junts no quiere presentar una moción de censura. Si quisiera presentar una moción de censura ya la habría presentado. La forma en la que esta contradicción se ha gestionado mediática y políticamente hasta ahora ha sido decir que Junts juega a una suerte de hipocresía o, más bien, que va de farol. También se ha dicho que lo que está haciendo es preparar la pista de salida para un acercamiento mayor al PP. Incluso a Vox.

Pero el aplazamiento de la mesa del Congreso sobre la moción de confianza apunta a una idea más interesante y aburrida. Más pragmática. Más útil. La idea de que hay algo que merece la pena preservarse y que, por tanto, no conviene tomar decisiones trascendentales.

Ayer viernes, Puigdemont anunció que suspendía el apoyo parlamentario al gobierno y le exigía al PSOE una reunión en Suiza para afrontar la crisis de confianza. Tres cosas a tener en cuenta aquí. Uno: la apelación al PSOE de manera explícita y no al conjunto del gobierno (es decir, la separación entre el PSOE y Sumar en la relación con Junts); dos: la expresión “crisis de confianza”, que casa con la propia “moción de confianza”. Es decir, resuelta la crisis de confianza, resuelta la moción. La salida es política. Y pasa por una mesa. Es decir, por negociar.

La salida de Puigdemont de ayer valida la acción del jueves. No la resuelve, pero la encamina. Una vez más, una decisión “no épica” como un aplazamiento, posibilita una salida política.

A la vez que Pudigmemont hacía su anuncio, Sumar reunía al conjunto de su espacio político para hablar de la reducción de la jornada laboral y los retos del espacio en los próximos meses. Hace unas semanas, el Ministro de Economía Carlos Cuerpo avanzaba un intento de quebrar el acuerdo de gobierno firmado en octubre de 2023 y aplazar la aplicación de la reducción de jornada y partes sustanciales del acuerdo que el Ministerio de Trabajo había acordado con los sindicatos. Tanto estos como el conjunto de las fuerzas políticas que forman parte de Sumar se pusieron en pie de guerra. Esta semana, Carlos Cuerpo y Yolanda Diaz han acordado que el próximo día 27 seguirá la tramitación de la reducción. Otro gesto no épico que posibilita una salida política.

Hay algo que recorre estos dos asuntos y que tiene que ver con la confianza. Vivimos en un momento paradójico. El Partido Socialista sigue estando en buena forma electoral, sigue siendo el partido alfa de este momento multipartito en el que nos encontramos. A la vez, esa condición de partido central en torno al cual orbitan otras fuerzas, le lleva sistemáticamente a callejones de difícil salida. Es como si una cierta memoria residual de los tiempos del bipartidismo siguiera operando en el interior del animal PSOE y sale de forma sistemática en todas las negociaciones, lo cual las dificulta y, en ocasiones, bloquea.

Ese animal piensa, por ejemplo, que puede capturar una parte sustancial del electorado a su izquierda, a pesar de que no hay ni un sólo dato en ninguna encuesta que lo ratifique. Ese electorado se reparte entre las fuerzas existentes en distinta proporción o se desmoviliza. Punto. A la par, esa idea residual parte de la idea de que es más importante un PSOE muy fuerte que subalternice al resto, que un PSOE que gobierne.

Ese animal piensa también que en la relación con los socios de investidura, son los socios los que necesitan al PSOE y no al revés. O que las relaciones con las distintas organizaciones que componen la mayoría de la investidura no constituyen una realidad política conjunta, sino una suma contradictoria de partes. Hay otra hipótesis justo al lado, no es sencilla, pero es menos épica y, por tanto, más operativa.

Esa hipótesis sería que la mayoría de la investidura es la única mayoría posible. Que la única mayoría alternativa es una en la que el PP y Vox tienen mayoría absoluta y que, por tanto, la política está dividida en dos ejes que no son izquierda-derecha, porque la mayoría de gobierno tiene fuerzas de derechas en su interior. Sino una mayoría plurinacional democrática que gobierna y una oposición de la derecha y la extrema derecha. Para que esa mayoría plurinacional democrática tenga cuerpo es absolutamente esencial reconocer, al menos, dos cuestiones.

Una es que todas las fuerzas que la componen tienen planteamientos legítimos y buscan salidas que tienen que ver con lo que sus electorados les piden.

La segunda es que esos electorados son más diversos y más elásticos que las propias fuerzas políticas y que, por tanto, hay márgen de acción progresista mayor de lo que habría con las fuerzas de la derecha de la mayoría en posición de bloqueo.

Consolidar un trabajo de confianza es fundamental para que la legislatura avance, eso pasa por respetar los acuerdos. Los de gobierno y aquellos a los que se llegan con el resto de fuerzas que componen las mayorías reales que sacan adelante la legislatura.

Aburrídisima pragmática, versus inutilísima épica.

 

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