LAS CALLES DEL INFINITO
DUNIA SÁNCHEZ
Callejuelas
perdidas en el infinito del pasado. Pasos de carretas llevando el olvido. Es
invierno. Un cielo cenizo, con nubes que exprimen llovizna se aproxima. La
gelidez resta a la palabra y somos callada orilla de los sentidos, de las
emociones, de esa charla que se eclipsa en lo absurdo. Veo su imagen. Una
imagen de yeguas descarriladas , desbocadas en el sufrimiento de la carga.
Alguien grita. Alguien es sostiene una palabra que se la lleva la lluvia, que
se la lleva el viento. Y el viento también viene. Mis ojos se precipitan a
consumir ese aliento de la naturaleza y suspira. En la carreta van los hijos de
la peste, del abandono, los delirantes. Un amasijo de carne, sangre , huesos y
quejidos tétricos que nos llevan a la oscuridad d este mundo. Un mundo donde lo
enfermizo es heredera de lo marginado, del abandono. Sigo esa carreta, mis ojos
destellan la rabia , la conciencia absorta en lo cobardes que somos. Sí, somos
cobardes, danza un chillido en medio de la calle, danza el estruendo de una
tormenta que se avecina y nos cobijamos donde los ojos, donde los oídos, donde
la boca son cerraduras a lo amargo, a lo doliente, al horror de la existencia.
Encadenados son dejados en un calabozo bajo el suelo de una construcción de
antaño. Solo un refilón de luz alcanza sus ojos. Sus ojos muertos, sus ojos
heridos, sus ojos impotentes, sus ojos febriles, sus ojos tristes. Escucho la
queja, es un sonido desgarrador, aborrecible, estremecedor…tanto que mis
piernas se tambalean, tiemblan. Los siglos pasan, me veo ahora y otro medio de
transporten donde llevan los hijos de la enfermedad, del abandono, los locos.
Todos juntos, revoltijos de sangre y barro en el precipicio de sus últimos días.
Esparcidos en la condena desalmada de una sociedad declinada, caída en las
esferas de tenebroso, de los prejuicios, de los desordenes. El caos ampara sus
manos manchadas. Un caos que es todavía caos hasta que la paz, la benevolencia
, lo bueno, lo bonito vuelva a sus ojos inclinados en el rechazo. Y
otra vez me voy, me voy donde los ecos insonoros de los moribundos, del quejido
no resueno, no se escuche. Callejuelas heridas, callejuelas donde la lluvia
truena a la par que un viento fuerte. Me agarro a mis sueños y despierta
edifico un arco de colores donde un jardín de alondras vendrán a
visitarme y correré…sí correré donde todo sea orden y sosiego , donde la paz
eternice nuestras manos, nuestras miradas.
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