GAZA, LA SEPULTURA DE UNA
NACIÓN
POR ALEJANDRO MARCÓ DEL PONT
La
convicción del mundo debería ser que Palestina vuelva a los mapas (El Tábano
Economista)
La idea
del reasentamiento palestino en varios puntos de territorios árabes se basaba
en el concepto de que los palestinos son “árabes genéricos” que podían
establecerse en cualquier otro país árabe. Sin embargo, esta visión ignora que
los palestinos constituyen un pueblo con una identidad única, cuyas
tradiciones, dialectos, vestimenta y raíces están profundamente vinculados a
lugares específicos de Palestina. Estas características los distinguen de los
habitantes de los países árabes circundantes, lo que hace que su desplazamiento
no sea simplemente una cuestión de reubicación, sino una amenaza a su identidad
cultural y territorial.
La idea
de la “limpieza étnica de Gaza, que analizaremos a continuación, ha
contado con la anuencia encubierta de la comunidad internacional, especialmente
de los países árabes. Este proyecto, que busca la “evaporación” de Palestina,
parece un ciclo infinito que se repite una y otra vez, acercándose cada vez más
a su realización. Para contrarrestarlo, es fundamental abordar la narrativa
histórica, comenzando por la Nakba (que en árabe significa “catástrofe”). Este
término se refiere al desplazamiento masivo de alrededor de 750.000
palestinos de su tierra natal en 1948, un evento que marca el inicio de
esta lucha.
Tras la
retirada británica de Palestina, la recién formada Organización de las Naciones
Unidas (ONU) asumió la responsabilidad de resolver la “cuestión de
Palestina”. El 29 de noviembre de 1947, la ONU aprobó un plan de partición
que dividía el territorio en un estado judío y un estado árabe. Aunque los
judíos constituían aproximadamente un tercio de la población en ese
momento, el plan les asignaba la mayor parte del territorio, incluidas las
tierras agrícolas más fértiles y los principales puertos. Además, medio millón
de árabes palestinos que vivían en el área designada para el estado judío se
enfrentaron a una difícil decisión: permanecer como minoría en su propio país o
abandonar sus hogares.
El 14 de
mayo de 1948, Israel declaró su independencia. Para entonces, entre 250.000 y
350.000 palestinos ya habían sido desplazados de sus tierras ancestrales. Al
día siguiente, el 15 de mayo, se conmemoró por primera vez el Día de la Nakba,
una fecha que simboliza la tragedia del pueblo palestino.
Mientras
los palestinos huían a tierras vecinas, los ejércitos de cinco países árabes
intervinieron en el conflicto con el objetivo de impedir la formación de un
estado judío. Sin embargo, su intervención no solo no logró este propósito,
sino que contribuyó a la expulsión de más palestinos de sus hogares. Muchos de
ellos huyeron a pie, cargando lo poco que podían llevar consigo. Al final de la
guerra árabe-israelí en 1949, se estima que 750.000 palestinos habían sido
desplazados.
Desde entonces, los palestinos han insistido en su derecho a regresar a sus
hogares y tierras, un derecho respaldado por la Declaración Universal de Derechos
Humanos, aprobada en diciembre de 1948. Este documento establece que “toda persona tiene derecho a salir de cualquier país, incluso del
propio, y a regresar a su país”. Sin embargo, este derecho ha sido
sistemáticamente ignorado.
Los
palestinos desplazados se convirtieron en refugiados sin nacionalidad, bajo la
custodia del Organismo de Obras Públicas y Socorro de las Naciones Unidas
(OOPS). En la Franja de Gaza, se establecieron ocho campamentos de refugiados
para albergar a más de 200.000 palestinos que habían sido expulsados de más de
190 ciudades y pueblos. Estos campamentos se convirtieron en símbolos de la
resistencia y la resiliencia del pueblo palestino.
En 1958,
el primer ministro israelí, David Ben-Gurion, buscó formas de “motivar” a los
refugiados a desplazarse hacia Jordania, con la esperanza de que, al alejarlos
de Israel, fuera menos probable que regresaran. En 1961, la Agencia de los
Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID) comenzó a
financiar un proyecto de irrigación en Jordania, empleando a
refugiados palestinos como agricultores. El objetivo era que estos refugiados
comenzaran a identificarse como jordanos y aceptaran reasentarse
permanentemente en ese país.
La guerra
de 1967 resultó en la ocupación israelí de Cisjordania, Jerusalén Oriental y la
Franja de Gaza. Durante las décadas de 1970 y 1980, Israel propuso varios
planes para reasentar a los refugiados palestinos fuera de los campamentos.
En 1983 se propuso, por ejemplo, desmantelar los campamentos y reubicar a
sus habitantes en viviendas mejoradas en pueblos y ciudades. Sin embargo, estas
propuestas no lograron resolver el problema de fondo.
Las negociaciones
de Oslo de los años 1990 rechazaron la idea de expulsar a los palestinos
de Gaza. De hecho, mantener a los refugiados en Gaza era un elemento central de
la premisa de una solución de dos estados. No obstante, las esperanzas de esta
solución se han desvanecido, y los planes de reasentamiento han resurgido.
Tras el
ataque del 7 de octubre de 2023, que terminó costando la vida de al menos
55.000 palestinos, Israel propuso restablecer los asentamientos judíos en Gaza,
que habían sido desmantelados en 2005. El ministro de Seguridad Nacional,
Itamar Ben-Gvir, pidió “fomentar la emigración” de los palestinos de Gaza, sugiriendo
que se les diera la opción de irse a otros países. Esta propuesta ha sido
interpretada como un intento de legitimar la limpieza étnica bajo el disfraz de
una iniciativa humanitaria.
A pesar
de estas presiones, los palestinos han demostrado una resistencia
inquebrantable. Tras el alto el fuego del 19 de enero de 2025, cientos de miles
de palestinos desplazados regresaron a sus hogares en el norte de Gaza,
reconstruyendo sus vidas entre las ruinas.
La
experta en relaciones internacionales Lisa Isaac sugiere que la la clave podría
estar en Alepo y Damasco, donde el rápido colapso del régimen gobernante en
Siria podría ofrecer pistas sobre el futuro de la región. Aunque Siria no ha
sido mencionado como un destino potencial para los palestinos desplazados, su
inclusión no puede descartarse. Su nuevo liderazgo, encabezado por Ahmed
al-Sharaa/al-Julani y el grupo Hay’at Tahrir al-Sham (HTS), podría buscar
legitimidad internacional a través de la acogida de refugiados palestinos.
Siria no
ha sido mencionada todavía entre los países propuestos para recibir a los
palestinos desplazados, podemos inferir su posible inclusión. Esto es
particularmente significativo dado que Egipto y Jordania han rechazado
públicamente el desplazamiento de los palestinos mediante una postura
árabe unificada. Sin embargo, la nueva Siria, con su nuevo liderazgo, nueva
identidad y nuevo papel regional, separada de su pasado eje de resistencia,
podría perseguir esto por varias razones:
Ahmed
al-Sharaa/al-Julani y el grupo HTS necesitan urgentemente ser eliminados de las
listas de terroristas para obtener reconocimiento internacional de los Estados
Unidos e Israel que garantizará la estabilidad de su gobierno. Para su
fortuna, los palestinos en Siria gozan en general de derechos equivalentes
a los de los sirios, en particular en lo que respecta a la propiedad, el
empleo, la educación y el acceso a la atención sanitaria. Siria necesita
aproximadamente 400.000 millones de dólares para la reconstrucción;
por lo tanto, las cuestiones relativas a Siria y Palestina podrían abordarse en
conjunto.
¿Qué
tiene de inusual la propuesta de Trump de reubicar a la población de la Franja
de Gaza? Después de todo, la historia se repite, pero a menudo nos hacemos los
sordos a sus susurros, fingiendo que las lecciones del pasado siguen envueltas
en misterio, cuando en realidad son evidentes.
Durante
75 años, los palestinos han resistido los intentos de borrar su presencia de su
patria histórica. La propuesta de reubicación de Trump y los planes de Israel
representan un nuevo capítulo en este conflicto, uno que busca normalizar el
desplazamiento y la limpieza étnica. Sin embargo, la resistencia de Gaza ha
demostrado que los palestinos no están dispuestos a renunciar a su tierra ni a
su identidad.
Es
imperativo que la comunidad internacional, especialmente los países árabes,
respondan con firmeza a estas propuestas. La historia nos ha enseñado que
ignorar las lecciones del pasado solo conduce a repetir los mismos errores.
Gaza yace en ruinas, devastada por la maquinaria de guerra de Netanyahu, sin
condena alguna por parte de Estados Unidos. Y mientras tanto, Trump propone
otro capítulo de desplazamiento y normalización.
Fuente:
Rebelión