CADENA DE
COMPROMISOS
JAVIER AROCA
Un medio de comunicación suelta el bulo,
pongamos que El Mundo -no es ficción ni improbable, hay trayectoria-, otro
medio o programa da crédito y lo recoge, El Hormiguero, un poner, y un
sindicato lo pone en circulación ante la justicia; entonces,
casualmente, aparece un juez de cámara y ya tenemos caso.
Sin embargo, se da otro compromiso, en este caso corporativo, entre periodistas, que es tal que no es infrecuente encontrarse con solidaridades profesionales aún sabiendo el papel que ocupa actualmente cada uno u ocupó antes en algunos de los innumerables destinos que la vida precaria del periodismo les deparó. Lo cierto es que la profesión está jugando un papel en la política que lejos de contribuir a la salud democrática está contribuyendo a la podredumbre y desconfianza. Lo curioso es que los buleros están empeñados no en combatir los bulos, que sería improbable, sino en negarlos y que sus bulos sean considerados otro bulo más, es decir que viviríamos, como parece, en un fangal de bulos de bulos.
La engreída personalidad de algunos les
ha llevado a pensar que son sacerdotes de la libertad de expresión, a pesar de
los antecedentes, y que su sacerdocio les da derecho a tumbar o mantener en pie
un gobierno, un partido, un político. Una misión, dicen que tienen. En estos
momentos en cualquiera de esos mentideros cortesanos se estará tramando una
próxima cadena, con la seguridad de que los compromisos la llevarán a los
objetivos previstos. Unos periodistas son conscientes de su papel, otros son
solo un eslabón torrentino en la cadena que les ha tocado.
Del escritor mexicano, Hector Aguilar Camín,
saqué este sucedido: Un cacique tuvo una urgencia urinaria,
entonces paró y bajó del coche y se puso a mear delante de un chalet. El
perro que lo advirtió empezó a ladrar, su ladrido provocó otro y otro y, así,
hasta que los ladridos se perdieron en la distancia de la noche. Pensando,
volvió al coche y mientras se abrochaba la bragueta, se dijo: estos
perros son como los políticos, solo el primer cabrón sabe por qué ladra.
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