11 SEGUNDOS
JOSU AIZPURUA
El mejor periodista
deportivo de Bizkaia, entonces Vizcaya provincia traidora a “España”, anunció
en el periódico puntero que en los 100 metros lisos un pibe de 15 años rondaba
el récord absoluto que hace años detentaba el gran atleta Ramiro Cruza al que
avisaba del “fenómeno” que amenazaba su estatus vasco del atletismo.
Yo de todas esas
cosas no tenía ni idea y a Ramiro lo veía como padre de un compañero de colegio
y de unas hijas que, con su permiso, hacían guateques codiciados.
Pero lo que nadie
sabía era que yo ya había jurado bandera vasca y en mi cabeza, más bien
cabezota, no había más proyecto que aquella Patria Vasca, que los Comandantes
del Euzko Gudarostea, nos habían tomado juramento.
¿Qué hubiera sido de mi vida sin aquel juramento? Nunca lo sabré, pero los miembros de aquel incipiente renovar del Ejercito Vasco de la Guerra, quedamos todos muy tocados por el “honor” patriótico y nuestras vidas, clandestinas, marcaron rumbos extraños que nunca hubieran sucedido en un normal desarrollo de las mismas. ¡Franco; cuanto nos robaste!
Los 10,8 que hacía
en los entrenamientos, (yo corría de pie pues no sabía usar los tacos de
salida), se convertían en 11,1 u 11,2 en las pistas del Frente de Juventudes,
en el que yo me negaba a militar y mi uniforme era ¡oh casualidad! calzón verde
y camiseta roja con 3 franjas blancas, que compré en la tienda de nuestros
parientes Gisasola. Varias veces me marché de la pista por que usaban la
clasificatoria de “flechas y pelayos”, fascistona, en vez de la “infantiles y
juveniles”, europea, y que tuvieron al fin que utilizar. Con todo “normal”
quizás hubiera sido el atleta que me auguraban los “sabios”. Bonito futuro.
Ya terminando los
estudios, el todopoderoso PC me propuso con otros dos, estos si militantes,
unirnos para poner en Bilbao un gabinete de sociología industrial como tapadera
de las actividades clandestinas de apoyo a los antifranquistas. Una caída de un enlace que
asustado tiró de pistola, tumbó toda aquella ingeniería clandestina y volví a
mi rutina.
Pero yo, erre que
erre, siempre fui fiel a aquellos ideales clandestinos que me llevaron a los
montes vascos a jurar fidelidad a la bandera vasca que inventó Koldo Arana
Goiri para representar a Euskal Herria política en la reunión de alcaldes en
Iruña para presentarnos en el Madrid de la República. Me hinché a colocarla inaccesible
en momentos clave de la política de los 60.
De aquellos polvos
llegaron otros lodos y fui elegido, de forma asamblearia, Parlamentario Vasco
en el Parlamento fundacional constituyente de una legalidad inexistente.
Luego se complicó
todo, y me dijeron eso de “irás al paredón” desde la manifestación del PNV, en
la que al parecer no había antiguos compañeros de militancia clandestina. Eran
el aluvión de la “democracia78” en busca de echaderos de fortuna.
Y a rodar como una
peonza entre Euzkadi, Europa, África y América, cosa impensable para un aldeano
de Bilbao que en Zazpi Kaleak vivió su juventud, y era impropio.
¿Me hicieron un
favor no dándome el Récord de velocidad en 10,9?
Juzguen ustedes mismos.
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