REVOLUCIÓN Y
CONTRARREVOLUCIÓN EN LA INTELIGENCIA ARTIFICIAL
JUAN
CARLOS MONEDERO
Foto
de archivo que muestra una muñeca superpuesta sobre las palabras 'Inteligencia
Artificial' en inglés.- Dado Ruvic/Reuters
"Lo más terrible se aprende
enseguida
Y lo hermoso nos cuesta la vida
La última vez lo vi irse
Entre humo y metralla, contento y desnudo"
Canción
del elegido, Silvio Rodríguez
(Aforismos
y notas a partir del libro de Juan Villoro, No soy un robot)
1. A comienzos del siglo XX, series como Los Soprano incluían en sus capítulos hasta 30 escenas, algunas de ellas largas y con diálogos densos. Hoy, las series y las películas, especialmente cuando va dirigido a un público joven, llevan al menos 50 escenas y poca reflexión hablada. El personal se aburre. El ruido, las explosiones, los efectos especiales sustituyen a los diálogos. ¿Qué pueden hacer los maestros en las aulas? ¿Alguien puede dar clase a un público así o tiene que resignarse a entretenerles? Doy fe de que es posible, pero para ser profesor hoy hacen falta dotes de vendedor de crecepelo y un curso nivel B3 de superpoderes.
2.
Decía Aristóteles que las potencias del
alma eran el entendimiento, la memoria y la voluntad. La Inteligencia
Artificial (IA) anula la memoria -se acuerda ella por ti-, te impide que
ejerzas el entendimiento -hace por ti las conexiones-, y transforma la voluntad
al invitarte a procrastinar, a la pereza y a la indiferencia -o, como en el
mundo griego, quizá podamos volver a filosofar, aunque la IA lo hará mejor-.
Con la IA, las potencias del alma son las impotencias del alma.
3.
Si la guerra es usar la violencia para
apropiarse de riquezas, territorio, personas y expandir el dominio material y
simbólico sobre una población y un espacio, ya hay una nueva guerra mundial en
marcha. La violencia en el ciberespacio (hackeo, sabotaje, espionaje, robo,
mentiras, bulos, fakes -todos sinónimos-, agresiones, ataques a instituciones
críticas sanitarias, de suministro de agua, electricidad, financieras,
electorales, de seguridad, etc.) es uno de sus escenarios de creciente
importancia para el cual sólo hay un remedio: una IA propia.
4.
Escuchar repetidamente en Spotify
canciones que odiamos solo para el íntimo placer de confundir al
algoritmo.
5.
Cualquier gobierno autoritario que está
dispuesto a logra la obediencia de su población, sea por maldad o porque cree
que así va a lograr el bienestar colectivo, siempre ha utilizado a lo largo de
la historia todos los recursos en su mano para sus fines, siendo el primero
controlar los cuerpos y las conciencias: instrucción, educación, religión,
ideología, represión son algunas de las principales armas del Estado. Si ahora
los gobernantes tiene la posibilidad de instalar un chip neuronal en la cabeza
de los ciudadanos ¿por qué no tendrían que hacerlo? Instalar en las mentes el
miedo a dios, una tarea realizada durante siglos, es menos eficaz que controlar
los pensamientos gracias a un microchip. Además, es más barato: no hay que
mantener a un ejército de sacerdotes ni a caros presentadores de medios (sustituidos,
además, por la realidad virtual).
6.
Negar que la Inteligencia Artificial va
a inaugurar una nueva etapa sería como negar que la bomba nuclear reinventó las
guerras, sus peligros y la reflexión sobre el orden mundial. Va a cambiar
nuestra antropología. Y nunca una tecnología ha estado tan lejos de poder ser
controlada por los individuos.
7.
Cada tecnología crea su propio
conocimiento y también sus accidentes. Así fue con la rueda, el bronce, la
escritura, la imprenta, la locomotora, el tractor o el Estado. En la sociedad
tecnológica estamos expuestos al cortocircuito, al hackeo, a nuestro
"apagamiento" -no podemos controlar nuestra imagen virtual en las
redes, ni lo que piensan de nosotros en Facebook, Tik-tok, Instagran,
Tinder, y, si eres famoso, en Wikipedia-. Tampoco controlamos lo que saben de
ti las aseguradoras, los bancos, los servicios secretos, tu jefe. Quien
controle el "tecnopolio" tiene el poder. Recuperar los datos es hoy
más relevante que votar.
8.
Vivimos en la era de las redes sociales
y la IA. Ninguna de ellas crea una forma de conocer nueva, sino que recombinan
la lectura y la producción audiovisual que existían previamente. Pero su
omnisciencia divina aplasta al individuo que pensó todo antes de que llegara.
Logran, por su combinatoria billonaria, deteriorar las bases sobre las que se
ha construido todo el conocimiento hasta la fecha. En la era digital,
"fotocopiamos" miles de libros, pero no los leemos, y aún menos desde
nuestra particular hambre, desde nuestra mirada, desde nuestra particular
humanidad. Hackea quienes profundamente somos y podemos llegar a ser. Usurpa
nuestra personalidad como una versión mejorada de nosotros mismos.
9.
Todo lo que hacemos los humanos lo
hacemos para burlar la muerte (Política para indiferentes,
FCE, 2024). Evitar el dolor es un recurso evolutivo. Me beneficia, me
acerco, me perjudica, me alejo. Nos paramos en el accidente en la carretera
para, curiosos, aprender de la muerte. La IA puede aprender también del dolor y
los errores, aunque en verdad no le duela y no se equivoque. Ya ha aprendido
que por ahí hay sendas virtuosas. No te va a dejar que te duela solo a ti y que
te equivoques solo tú. No te va a permitir que tú, triste humano, monopolices
tamañas fuentes de conocimiento.
10.Si
los ricos siempre han disfrutado de las mejores casas, el mejor servicio, los
mejores manjares, los mejores vinos y licores, si se han juntado con la gente
de su clase y han disfrutado, por lo general pagando, de los cuerpos
normativamente excelentes, que nadie dude de que hoy utilizan las mejores -por
tanto, las más eficientes- formas de controlar a sus trabajadores, votantes,
disidentes, periodistas, intelectuales, etc. Detrás de cada rico y de sus
operadores políticos y mediáticos hay un Pegasus que espía cualquier
disidencia. Saben todo lo que haces y cuando necesiten hacer algo con esa
información, lo harán.
11. Los cerebros de la gente interactuando con su Iphon
activan las mismas zonas que cuando interactúan con la gente a la que quieren o
de la que están enamorados. Relacionarte con tu móvil opera en tu cerebro como
cuando estás con las mascotas que adoras. Pero el teléfono no te quiere a ti,
sino a tus datos. Y te hace creer que eres especial, dueño de tu mundo. Sólo a
ti te deja entrar. Amar a tu teléfono móvil te obliga a no olvidar nunca tu
contraseña. O no podrás volver a entrar nunca. La password de los libros es el
deseo de leerlos.
12. Con la IA, es posible, al contrario de lo que decía
Lincoln, además de engañar a pocos mucho tiempo y engañar a muchos poco tiempo,
también engañar a muchos todo el tiempo. Y la familia tiene crecientes
dificultades para contrarrestar ese malestar creciente de la gente que se
siente engañada y ni siquiera tiene las palabras necesarias para explicarse su
malestar.
13. "La verdad no ha dejado de ser revolucionaria. El
problema es que se localiza en una esfera que importa cada vez menos: la
realidad". Me recuerda a aquella pancarta en los años del estallido social
en Argentina en 2001, cuando el default, y los presidentes, incluso más
moderados que Milei, salían en helicóptero de la Casa Rosada: "Menos
realidades y más promesas".
14. Los ricos quieren vivir en la realidad virtual, en el
metaverso, en Marte, en un bunker, mientras los pobres de la historia, los
indígenas, las mujeres, los desplazados, los campesinos, los que disfrutan de
la naturaleza, quieren el mundo real de la tierra y el cielo, recuperar los
bosques, los ríos, el agua, las estrellas de la noche, el fuego que no lo quema
todo, el amanecer con su rocío y su tempo, la choza limpia, el aire
limpio, el orden de la vida real.
15. Los conquistadores españoles prohibieron el arte del
brocado para que las indígenas no hablasen con sus vestidos. Hablar y tejer es
un ejercicio común en la cultura indígena. "La palabra «texto» proviene
del latín textus, y textere quiere decir «tejer» o «trenzar». En
el tejido de las palabras encontramos el hilo del discurso, el nudo
argumental, la urdimbre de la trama, los cabos que se atan,
el enhebrado o bordado de adverbios y adjetivos, las retahílas,
los enredos y, por supuesto, el desenlace". Es bastante
probable que Homero fuera una mujer. Había una vez una voz que era tu
madre...
16. En las comunidades habitacionales, el ascensor te hace
independiente, pero ya no conoces a tus vecinos. Ni te los encuentras en la
escalera ni necesitan ayuda para subir la compra. Con Alexa o Siri el vecino y
la vecina son aún más prescindibles. No te mueres solo: te habla Siri o Alexa.
Qué gran consuelo. No sé cómo no se le ocurrió a Isabel Díaz Ayuso para que los
7291 ancianos que murieron en las residencias de Madrid durante el COVID
hubieran escuchado a Siro o a Alexa despedirse: te estás muriendo, estás
sola, estás solo, no puedo ayudarte. Perdona que no te agarre la mano...
17. Las redes y la IA nos ahorran buscar, pensar, solventar
problemas. Tuvimos una pequeña rebelión ocupando el tiempo libre haciendo
sudokus. Algunos hasta jugaban al ajedrez. Pero ahora, buscamos una aplicación
y otra hasta que nos solvente el asunto. Las apps son el nuevo kit de
supervivencia, como una navaja suiza infinita. La satisfacción de entender (hay
una conexión neuronal que une la comprensión con los músculos de la sonrisa) la
compensamos haciendo scroll durante horas o saltando de video en video
que el algoritmo ha seleccionado para nosotros.
18.La
capacidad cognitiva en Europa está disminuyendo (falta un estudio que demuestre
que, por el contrario, en América Latina aumenta. En Europa crece la
desesperanza por la pérdida y en América Latina crece la esperanza por la
ganancia). Desde los años 90, el Cociente Intelectual ha descendido a un
ritmo de 0,2 puntos al año en Finlandia, Dinamarca y Noruega. En una generación
habrá disminuido 7 puntos. Una parte importante de la inteligencia es la
inteligencia social, desarrollada para entender a los demás. Si ya no tenemos
que resolver problemas (memorizar un teléfono, saber cómo llegar a una calle,
aprender un poema o una canción, negociar en la calle con los compañeros de
juego, diferenciar entre la verdad y la mentira, militar en un partido o en un
sindicato, hacer teatro), nos oxidamos. Conforme perdemos capacidades
intelectuales, recurrir a solventar los asuntos a golpes -como los gorilas- se
convierte en una alternativa más normalizada. Si algo queremos lo obtenemos por
la fuerza. El feminismo es una lacra. Y votamos más a la extrema derecha.
Cuanto menos inteligentes somos, más volvemos al fascismo.
19. En un concurso de imitadores de Chaplin en 1921,
Charles Chaplin quedó segundo. Nuestras copias virtuales serán mejores que
nosotros. No estaremos a la altura de nosotros mismos. Nuestro superyo
nos aplastará en la mediocridad. Tiene también sus ventajas. Alguien que no
puede tenernos, puede enamorarse de nuestra copia y poseerla. ¿Nos estará
forzando o será una forma de felicidad sin molestar?
20.
Si el único consuelo de los jóvenes, que
no pueden acceder a casi ninguna certeza -todo es fugaz, todo está demasiado
abierto, hay demasiado fracaso en las alternativas que lo intentaron- es
enriquecerse rápidamente, ser famoso como un youtuber o una influencer, drogarse
-contando con que, finalmente, aunque destrozado, regresas a casa de los
padres-, confundir el crecimiento personal con cambiarte constantemente de ropa
o conocer sitios vaciados de sorpresa, no parece un escenario atractivo. Como
novedad, pueden anestesiarse sobreocupando los sentidos a través de las
pantallas. No hay que extrañarse de que vean en quien les ofrezca alinearse en
un espacio de sentido, aunque sea violento y autoritario, un gran atractivo,
aunque sea en el corto plazo. Sólo en el corto plazo. Porque hay una caja negra
en los jóvenes que también puede llevar a la más alta cota de libertad de la
que nunca la humanidad ha tenido.
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