LAS ARBOLEDAS DE LA MEMORIA
DUNIA SÁNCHEZ
Siempre
caminábamos juntos, anquilosados en las noches de otoño donde las luces devotas
a la tradición condicionan esta sociedad. Y ahora te distancias, te evades
donde mis ojos confunden el desánimo con las lágrimas. Son muchas estaciones de
andén en andén al encuentro de una espera que se perpetua en una memoria
perdida. Intento recordarte y tu intentas recordarme. Nuestras manos viejas
dicen de un ayer donde las mareas pronunciaban nuestros nombres. Nuestras manos
viejas dicen de un hoy donde el labio a labio son flores marchitas. Alzo mi
brazo y vuelvo a confundirme, tú no estás, son las sombras peregrinas hacia el
silencio, hacia un vacío donde los cuervos se ramifican como hijos de la
soledad. Pero, siempre, caminamos juntos. Sí, en el quehacer de las sombras
retumbantes de aquellos días donde éramos ráfagas de la pasión, de emotivos
mensajes en la distancia. Ahora, todo ha terminado, el último tren nos espera
en un viaje al infinito de los montes, a lo eterno de las olas. Y, sin embargo,
te hablo, me hablas, aquí estamos en las calladas jornadas donde nuestros
cuerpos son ecos de la memoria vencida, de la memoria desvanecida del ayer. Un
Orión impertinente nos visita, como siempre, por estas fechas. Nos envolvemos
en nebulosas pronunciadas de astros y somos hijos de ese cielo profundo. Y te
recuerdo. Y me recuerdas. Nos recordamos cuando difuminadas arboledas visitan
nuestros callados paseos
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