LA CONSTITUCIÓN CANSADA
Alberto
Núñez Feijóo, durante el acto institucional por el Día de la Constitución, en
el Congreso de los Diputados — Eduardo Parra / Europa Press
Quizás la ofensiva reaccionaria logre retrasarlo, pero el cambio constitucional llegará
La
Constitución española de 1978 está jurídica y políticamente agotada. Lo saben
sus partidarios y sus detractores. Lo saben quienes aspiran a mantener el statu
quo y quienes pretenden superarlo para avanzar en democracia,
feminismo, justicia social y justicia climática.
La llamada constitución económica, el conjunto de preceptos constitucionales que se orientan a ordenar la economía, ha sido materialmente derogada por el Derecho de la Unión Europea, que antepone la construcción de un mercado europeo a la protección de los derechos sociales. La Constitución no sirve para mejorar el bienestar general. Carece de herramientas adecuadas para asegurar el principio democrático en supuestos de cesión de soberanía, como ocurre con la Unión Europea, y la concepción de los derechos sociales como meros principios rectores los convierte en papel mojado. La Constitución no ayuda a resolver el problema de la vivienda o la segregación escolar.
No es una mera fórmula ritual
que la justicia se administre en nombre del rey
La
Constitución no ha servido para democratizar el Estado. La persistencia de las
cloacas o la impunidad de la monarquía, garantizada por una inviolabilidad
absolutista, son dos ejemplos claros de que las estructuras profundas del
Estado continúan instrumentalizándose para obstaculizar los avances
democráticos. El principio monárquico, que no es sino un resorte institucional
del principio oligárquico, coexiste en la Constitución con el principio
democrático. No es una mera fórmula ritual que la justicia se administre en
nombre del rey.
La
Constitución es igualmente inútil para abordar el problema territorial. La
Sentencia del Tribunal Constitucional sobre el Estatuto de Cataluña de 2006
reveló los límites del sistema constitucional a la canalización democrática de
la cuestión territorial. Recordemos que el Estatut había sido
aprobado por el Congreso de los Diputados y por referéndum en Cataluña. Es
cierto que la Sentencia del Tribunal Constitucional podría haber sido otra,
pero no lo es menos que la Constitución del 78 está diseñada en el plano
territorial para contener las demandas soberanistas de Euskadi y Cataluña. La
descentralización territorial que prescribe la Constitución, que en principio
es positiva para el funcionamiento del poder público, es también rehén del
miedo centralista a la realidad plurinacional, un pánico constitucional que
explica no pocas debilidades del Estado de las Autonomías.
Necesitamos un debate abierto
en nuestras sociedades sobre cómo las Constituciones pueden contribuir a luchar
contra la crisis climática y ambiental
La
Constitución tampoco está a la altura de los cambios sociales en ámbitos como
el feminismo, la memoria democrática o el ecologismo. La crisis climática es
una amenaza civilizatoria y la Constitución se limita a enunciar un principio
rector de protección del medio ambiente, quizás comprensible para la época,
pero hoy a todas luces insuficiente. Necesitamos un debate abierto en nuestras
sociedades sobre cómo las Constituciones pueden contribuir a luchar contra la
crisis climática y ambiental. Las propuestas de incorporación de los derechos
de la naturaleza a la Constitución son audaces y deben ser tenidas en cuenta.
La
correlación de fuerzas parlamentarias no da lugar a plantear en el corto plazo
escenarios de reforma o ruptura, pero el agotamiento jurídico-político de la
Constitución de 1978 resulta evidente. El mito del consenso ya no es eficaz y
la sociedad española necesita desbloquear los candados constitucionales para
poder avanzar. Quizás la ofensiva reaccionaria logre retrasarlo, pero el cambio
constitucional llegará. Mientras tanto, señalemos que el régimen del 78 está
desnudo, aprendamos de otras experiencias, sigamos el horizonte republicano y
unamos esfuerzos para impulsar una Constitución verdaderamente democrática.
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