LOS INGOBERNABLES
ANÍBAL MALVAR
Al final este país
va a resultar ingobernable. Ni los dos viejos bloques derecha/izquierda son
capaces de articularse con coherencia. Entre la progresía, hay diferencias
porque unos son demasiado rojos y otros solo lo rojos que permiten los
mercados. Y en la derecha andan a palos a demostrar a ver quién es menos
violento.
La verdad es que
uno no sospechaba que en nuestro pensamiento político hubiera tanto espacio
para el matiz, para el detalle. El PSOE veta a Podemos con la excusa de que su
radicalismo despertará otros vetos. Ciudadanos estigmatiza a Vox por miedo a
convertirse él en estigma, y así vamos pasando los telediarios sin gobiernos ni
gobernanzas posibles, solo esperando la nueva pirueta argumental de esta comedia
de enredos.
El bueno de Pablo
Iglesias, cuando desembarcó en política, se soñaba a sí mismo como heroico
gladiador de Juego de tronos. Yo creo que en su próxima visita a Felipe VI le
va a regalar las temporadas completas de Aquí no hay quien viva, que es más
adecuado, más castizo y más español. Al salir de clase tampoco estaría mal,
pues esta semeja una historia de hormonas colegiales donde celos, ambiciones,
pasiones y crímenes han sido moldeados con plastilina.
Cuanto más avanza
la trama, más parece aclimatarse la cosa a que PSOE y Ciudadanos acaben
ayuntando intereses por eso que se llama eufemísticamente “responsabilidad de
Estado”, y que en mi pueblo se traduce por “lo que diga el Ibex 35”. Aunque
quizá esta posibilidad solo fuera factible una vez que Albert Rivera pasara por
la guillotina como quien va al barbero. Inés Arrimadas tiene muy buen cartel
entre las élites.
El novio que parece
más desdeñado es Vox, pero yo creo que quien sufre más en silencio el desamor
es Podemos. Uno es el novio de la muerte y el otro el del pecho tatuado con
este nombre de mujer. A Vox le basta y sobra con su rol de partido
bisagra/incordio, acaparando titulares de berrinche en berrinche hasta el
alarido final. A Podemos, sin embargo, el deuteragonismo lo va minando día a
día, pues tanto el partido como su líder se alumbraron con una pátina de
revelación mesiánica que casa mal con ser vice nada. Intentaron asaltar los
cielos, pero se encontraron con que estaba muy nublado y con que a Íñigo
Errejón le daba miedo volar.
Mientras, parece
que Pedro Sánchez ha entrado en este manicomio creyéndose Napoleón, cuando solo
tiene ciento y pico escaños. Y ya enseña la garra de un adelanto electoral al
estilo Mariano Rajoy. La fórmula no es imaginativa y además tiene un defecto grave:
en España va siendo urgente que alguien se ponga a gobernar ya. En caso
contrario, vamos a terminar muriendo de democracia.
Aunque lo dudo,
quizá la inminente sentencia del procés ayude a desatascar la tubería. El
asunto catalán se ha enquistado en la política española como un trombo en el
cerebro que no deja fluir la sangre. No hay que olvidar que tanto Vox como
Ciudadanos nacieron de ahí. Del rechazo a la barretina. Del problema de
siempre. Y es que no aprendemos.
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