sábado, 22 de junio de 2019

ANALISTAS PREVISIBLES


A contracorriente

ANALISTAS PREVISIBLES
Enrique Arias Vega
Les confieso que no suelo leer o escuchar a los analistas políticos de periódicos o medios audiovisuales porque, salvo honrados casos, suelen ser sectarios, intencionados y hasta de pensamiento retribuido (comportamiento opuesto a cualquier reflexión independiente).
Prefiero, pues, atenerme a los hechos y analizarlos por mí mismo, sin intermediarios interesados. Sólo acudo a muy pocas opiniones, cuyo rigor, objetividad y preparación me ayudan a formular la mía.
En mi crítica caben analistas de izquierdas y de derechas, progresistas y retrógrados y hasta sedicentes liberales cuya actitud está mediatizada por la ignorancia o el prejuicio, por la afiliación política o por la financiación bajo cuerda.
De vez en cuando aparece algún libro, con denuncias más aparentes que reales, que en el fondo sólo pretenden justificar a sus autores, como los últimos de David Jiménez o de Gregorio Morán, personajes contradictorios donde los haya.
Lo de ojear libros del oficio periodístico viene a ser en mi caso una especie de obligación. Y muy poco satisfactoria, por cierto, ya que suelo leer cosas que de primera mano sé que no son ciertas o que resultan tergiversadas en beneficio del autor del texto. Les  ahorro, por suerte, una prolija enumeración de autores.
Que tal comportamiento no surge ahora apenas supone algún consuelo. Al contrario: demuestra cómo han querido (y, a veces, hasta podido) condicionar nuestro pensamiento los personajes con acceso a las tribunas de opinión pública. Un ejemplo: hace más de 25 años quise fichar a un periodista de moda cuyos textos encandilaban a todo el país. “Debo consultarlo antes”, me respondió el susodicho. “¿A quién?”, repliqué intrigado. Pues resulta que era a uno de los banqueros más importantes de la nación quien, por cierto, tiempo después dio con sus huesos en la cárcel.
Se imaginan ustedes, con razón, que acabé por no fichar al periodista. Pero lo más importante, con todo, es que en aquel momento mi ingenuidad sobre la honrada imparcialidad de los analistas políticos quedó destruida para siempre

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