A contracorriente
ANALISTAS PREVISIBLES
Enrique
Arias Vega
Les confieso que no suelo leer o
escuchar a los analistas políticos de periódicos o medios audiovisuales porque,
salvo honrados casos, suelen ser sectarios, intencionados y hasta de
pensamiento retribuido (comportamiento opuesto a cualquier reflexión
independiente).
Prefiero, pues, atenerme a los hechos
y analizarlos por mí mismo, sin intermediarios interesados. Sólo acudo a muy
pocas opiniones, cuyo rigor, objetividad y preparación me ayudan a formular la
mía.
En mi crítica caben analistas de
izquierdas y de derechas, progresistas y retrógrados y hasta sedicentes
liberales cuya actitud está mediatizada por la ignorancia o el prejuicio, por
la afiliación política o por la financiación bajo cuerda.
De vez en cuando aparece algún libro,
con denuncias más aparentes que reales, que en el fondo sólo pretenden
justificar a sus autores, como los últimos de David Jiménez o de Gregorio Morán,
personajes contradictorios donde los haya.
Lo de ojear libros del oficio
periodístico viene a ser en mi caso una especie de obligación. Y muy poco
satisfactoria, por cierto, ya que suelo leer cosas que de primera mano sé que
no son ciertas o que resultan tergiversadas en beneficio del autor del texto.
Les ahorro, por suerte, una prolija
enumeración de autores.
Que tal comportamiento no surge ahora
apenas supone algún consuelo. Al contrario: demuestra cómo han querido (y, a
veces, hasta podido) condicionar nuestro pensamiento los personajes con acceso
a las tribunas de opinión pública. Un ejemplo: hace más de 25 años quise fichar
a un periodista de moda cuyos textos encandilaban a todo el país. “Debo
consultarlo antes”, me respondió el susodicho. “¿A quién?”, repliqué intrigado.
Pues resulta que era a uno de los banqueros más importantes de la nación quien,
por cierto, tiempo después dio con sus huesos en la cárcel.
Se imaginan ustedes, con razón, que
acabé por no fichar al periodista. Pero lo más importante, con todo, es que en
aquel momento mi ingenuidad sobre la honrada imparcialidad de los analistas
políticos quedó destruida para siempre
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