DUNIA SANCHEZ
Ella lo explora,
conversa con el aliento de sus ojos moviéndose al son de la brisa de una tarde
de verano. Ella lo mira, habla abrazada a su tronco volviéndose mujer de árbol,
mujer de la vida cuyas singladuras besan la paz. El naranjo esta rebosante en su
espesura de soles, de soles que dan luz a un universo sibilino, misterioso.
Ella se ve reflejada, soles diminutos alumbrando distintos planetas en el caos
del cosmos ¿Cómo serán esas vidas?, se pregunta. Cómo será el recorrido hecho
existencia de los seres pisando sus tierras, sus mares. Porque tienen que tener
mares y tierras, piensa ella. La tarde asoma calurosa con el retorno de un
verano más pegajoso , más abundante en temperaturas inciertas. Ella siente
calor pero su admiración por ese árbol le arrebata todas sus sensaciones.
Embelesada sube hasta una ramificación donde lo leve de su peso no la hace caer
al foso de la nada. Ella maravillada al estar ahí, en una rama donde los soles
pueblan lo desconocido, medita.
Soles.
Tardes espesas
Y lo desconocido.
Y lo entrega
De mi corazón
En la verticalidad
De tu olor.
Ella huele, se
perfuma de naranjas y baja. Otra vez en el suelo lo mira, mira lo grandioso que
es. Él , el que se enraíza en las profundidades de la tierra rompiendo en los
arroyuelos que lo acompañan. Ella no se cansa de observarlo, de examinarlo, de
sentir el respirar profundo de sus entrañas. No, no estamos solos en la
oscuridad, cuando vaga la noche lenta entre mis manos, entre nuestras manos.
Noche.
Búsqueda de parajes
extraños.
Encuentro con el
negror de tu hábito
En la reconditez
hechizante
De tus manos.
Ella se sienta,
apoya su espalda en el macizo tronco. Un cosquilleo le ronda, hormigas se
asienta en sus piernas, en sus brazos, en su rostro. Le da igual y entonces
silba al ritmo de la brisa, al compás de la noche hospedada en sus ojos,
tranquilos.
¿Estás ahí?
¿Duermes?
Te estaba llamando
a ti.
Sí, a ti.
Esferas coronadas
de jugosas naranjas
Dando brío a tu
corpulencia.
Ella cree, ella
quiere creer que no estamos solos cuando los astros destellan en el firmamento. Cuan hermoso somos, somos
resonar sigiloso de lo perfecto, de lo imperfecto de este mundo, de otros
mundos. Y si es así, no tocar ¡No¡ Todo fluye al ritmo enigmático de los sueños
cuando el adormecer nos acoge en su regazo. Todo fluye en la danza entregada a
las hogueras venideras donde entregaremos nuestra alma para la libertad de
nuestras pisadas, de nuestras huellas dejadas.
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