sábado, 15 de junio de 2019

EN DEFENSA DE LA MUERTE


A contracorriente

EN DEFENSA DE LA MUERTE
Enrique Arias Vega
La formulación de este título parece una frivolidad, cuando no una estupidez o una provocación. Nada más falso, sin embargo, ya que la muerte es algo inevitable e irreparable. Resulta tan inherente a la vida que es su consecuencia forzosa e ineludible: lo único que se puede paliar es que conlleve sufrimiento, degradación y otras secuelas a cuál más horribles.

Éste es el debate que se produce periódicamente. Ahora, tras la orden judicial de desconectar al paciente francés Vincent Lambert, quien llevaba once años en coma y cuya familia se hallaba dividida al respecto: ¿es humano mantener con vida a un ser que realmente no la tiene?, ¿es lógico el encarnizamiento con los enfermos terminales prolongando su existencia?, ¿es posible dotar de dignidad al tránsito mortal?
El tema ha calado tanto en nuestra sociedad que ya en 2004 se estrenaron sendas películas de Clint Eastwood y Alejandro Amenábar que planteaban la muerte digna, la eutanasia activa, el suicidio asistido o como quiera que lo llamemos, pese a sus múltiples diferencias.
En nuestro país existe desde hace tiempo el denominado testamento vital, que permite a quien lo suscriba recibir tan sólo tratamiento paliativo en su lecho de muerte, sin ensañamiento quirúrgico o farmacológico, cuando su estado ya es irreversible.
Aún me parece insuficiente, qué quieren que les diga. Cuando vivía en Oregón, Estados Unidos, se aprobó por plebiscito una ley de eutanasia, bien que restrictiva, para no convertir la ayuda a morir dignamente en un asesinato encubierto. Algo es algo.
En cualquier caso, la defensa de la vida, que debería ser una competencia de todos, también debería incluir la defensa de la muerte digna, ya que es su corolario, su complemento y una parte imprescindible del derecho al bienestar humano

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