MÉXICO. LA CRISIS EN LA FRONTERA SUR
MANUEL AGUILAR MORA
Pocos días después
del nefasto viernes 14 de junio, en Ojinaga, una lejana y pequeña población
localizada en la frontera norte entre Chihuahua y Texas, Andrés Manuel López
Obrador (Amlo) en su discurso seguía insistiendo en la justificación de su
catastrófica postura: “la crisis que acabamos de pasar con nuestros vecinos
cuando nos amenazaban con el cobro de impuestos a las mercancías que producimos
[…] fue una crisis pasajera, transitoria. No caímos en la trampa de la
confrontación porque no queremos pelearnos con el gobierno de Estados Unidos
(EUA), mucho menos nos vamos a pelear con su pueblo”. (La Jornada, 18.06.2019)
Unos días antes se había logrado el nefasto acuerdo que Trump le arrancó al
gobierno de México con sus descarados chantajes, convirtiendo a éste en su
guardían fronterizo no sólo en la frontera norte sino tres mil kilómetros al
sur, o sea también en la frontera sur con Guatemala y Belice. Pero Amlo sigue
creyendo con su pragmatismo chato que se trató de una “crisis pasajera” y que
la confrontación con el gobierno de Trump “era una trampa”, cuando fue una
realidad mundialmente conocida y que por tanto, según él, fue correcto “no
pelear” o sea capitular. Veamos como de ninguna forma se trata de una crisis
“pasajera”, como la “confrontación” seguirá dándose y como la capitulación ha
sido peor que una derrota. De ésta es posible recuperarse pero la capitulación
es la expresión de una incapacidad orgánica para luchar que no quedará impune.
La siembra de vida
Haciendo honor al
acuerdo con el gobierno de Trump, una semana exacta después de haberse
realizado el acuerdo con Trump, rápidamente el gobierno de Amlo se apresuró a
poner en práctica una política migratoria a tono con el sentido del acuerdo,
sentido por completo diferente al que había anunciado y ejercido hasta la
crisis de junio. Se cambió al jefe de Instituto Nacional de Migración (INM)
quien fue sustituido por el ex director penitenciario de uno de los reclusorios
de la Ciudad de México. El cambio se sintió de inmediato en la frontera de
Chiapas con Guatemala: se inició la detención de migrantes que en una semana se
elevó a mil por día. Pero el despliegue de 6 mil “guardias nacionales”, en
realidad soldados y marinos con un nuevo uniforme, policías federales y agentes
del INM, impresionante como ha sido, provocando incluso los aplausos del mismo
Trump, está lejos de ser suficiente para detener el proceso de migración
hormiga que en esa frontera sur, aunque tres veces más corta que la norte (poco
más de mil kilómetros) es mucho más porosa y difícil de vigilar pues se
despliega en su mayor parte en territorios de selva tropical que se extienden
por una vasta zona que por arriba de las “fronteras nacionales” se extiende por
la Península de Yucatán, los estados mexicanos de Tabasco y Chiapas y el grupo
de países conocido como “el triángulo violento centroamericano” Guatemala, El
Salvador y una parte de Honduras. O sea la región que habitan actualmente en
forma mayoritaria las poblaciones descendientes de la antigua civilización
maya.
Presurosos como
deben ser para tener buenos resultados en el primer chequeo de las tareas de
freno del flujo migratorio que les ha impuesto Washington para los próximos 45
días, los gobiernos de México y El Salvador realizaron su primera cumbre entre
los presidentes de ambos países el 20 de junio pasado. Amlo se reunió con Nayib
Bukele en Tapachula, la población fronteriza más grande de la frontera de
Chiapas con Guatemala. Para Amlo el convenio bilateral firmado con el
presidente salvadoreño “es un ejemplo de colaboración para el desarrollo y la
fraternidad universal”. Este giro retórico inusual en el discurso político
plano y superficial de Amlo expresa un sentimiento optimista sin mucho fundamento
pues en realidad lo conseguido es muy modesto todavía. Se trata en realidad de
un primer episodio del programa Sembrando Vida que tiene como objetivo crear en
El Salvador 20 mil empleos y que empieza con los 30 millones de dólares que de
inmediato se entregaron a Bukele para sembrar árboles en un territorio de 50
mil hectáreas.
El triángulo de la
violencia
Sin embargo la
situación se perfila mucho más compleja en el resto del “triángulo de la
violencia” centroamericano. Honduras y Guatemala se encuentran en una situación
muy diferente pues se trata de países en plena crisis social y turbulencia
política. Los objetivos para la “siembra de vida” en estos países se confrontan
a crisis mucho más agudas que la que atraviesa hoy El Salvador. Guatemala está
en plena campaña electoral enrumbada hacia la segunda vuelta electoral para el
mes de agosto entre la candidata que se perfila como la ganadora Sandra Torres
y el segundo lugar de las votaciones de la primera vuelta Alejandro Giamattei.
Tres presidente anteriores guatemaltecos han pasado por la cárcel acusados de
las peores prácticas de corrupción posible. En la primera vuelta se presentaron
cerca de veinte candidatos a la presidencia. Los escándalos de corrupción no
son los únicos. El crimen sigue carcomiendo todos los orificios del tejido
social. Guatemala es un país profundamente afectado por las consecuencias
nefastas de los años de horror vividos durante la dictadura militar más
mortífera de América Latina que ensangrentó al país desde los años sesenta hasta
prácticamente los años noventa.
Honduras, el tercer
país del “triángulo”, cumple este año una década de inestabilidad social y
conflicto político. La miseria, la violencia, la impunidad y la corrupción se
han enseñoreado de este país cuyo pueblo de 9 millones de habitantes ha
demostrado hasta la saciedad con sus luchas, su indómito espíritu de rebeldía
que se resiste a seguir siendo el prototipo de “república bananera” que el
imperialismo le impuso con su dominación. El golpe de estado contra Manuel Zelaya
promovido y apoyado por el gobierno de Barack Obama y su secretaria de estado
Hillary Clinton en 2009 ha sido la última intervención cruda imperialista que
detonó el largo periodo de insubordinación nacional contra la dictadura del
militar Juan Orlando Hernández surgida del golpe. Éste con su reelección
reciente ha conseguido mantener en ebullición la lucha contra su despotismo
corrupto.
Honduras es el país
que se ha convertido en el eslabón más vulnerable del “triángulo”, la fuente
principal de migrantes de las caravanas que salen de Tegucigalpa y San Pedro
Zula dispuestas a recorrer miles y miles de kilómetros en su deseo de huir de
su miserable condición de humillados y oprimidos en busca del “sueño
americano”. Debiendo enfrentar en su largo trayecto multitud de obstáculos:
desde sed y hambre, la violencia de las bandas que los explotan y la represión
de las fuerzas policiacas y militares centroamericanas y mexicanas hasta llegar
finalmente a enfrentar el muro fronterizo entre México y EUA y los campos de
concentración de la “border patrol”.
Aunque no
estrictamente vinculado a los planes antimigratorios de los gobiernos de México
y EUA, en Centroamérica no se puede pasar por alto la situación explosiva que
atraviesa Nicaragua, directa vecina del “triángulo violento”, con la decadencia
y agonía de la dictadura del binomio Ortega-Murillo. Situación que también es
fuente de migrantes no sólo hacia Costa Rica, sino hacia el norte. Un factor
más que complica y hace más profundo el atolladora centroamericano
El atolladero de la
frontera sur
No será fácil que
los buenos propósitos del gobierno de Amlo puedan ser puestos en práctica por
gobernantes tan corruptos y autoritarios como los mencionados. Más bien la
militarización de facto que se ha impuesto a lo largo de la frontera sur de
México con Guatemala y Belice tiene las semillas de conflictos violentos de
todo tipo. Es una frontera que es directamente vecina de los territorios donde
han surgido los municipios (“los caracoles”) dominados por el EZLN. El EZLN no
se ha desarmado. Ha declarado una tregua pero no ha dejado las armas y aunque
cercado desde hace años, el cerco del ejército no ha violado abiertamente sus
territorios. Esta situación puede desaparecer con la militarización de facto
que implica el blindaje de la frontera sur para frenar el flujo migratorio. Las
consecuencias de estos posibles conflictos son enormes. Esta militarización de
la zona zapatista ha sido ya denunciada mundialmente por centenares de
intelectuales, personalidades y diversos personajes de todo el mundo
encabezados por Noam Chomsky, Boaventura De Souza, Hugo Blanco, Michael Löwy
seguidos por muchos otros tanto mexicanos como de otros países y organizaciones
democráticas y socialistas de todo el mundo.
A las profundidades
de esta caótica situación se ha adentrado Amlo y su gobierno aceptando la tarea
que Trump le ha dado de ser su asistente migratorio, ligándolo directamente a
los objetivos del intervencionismo y autoritarismo imperialista en la región,
nutriendo al mismo tiempo las conflictos internos nacionales.
Así, volviendo al
principio de la visión chata de Amlo según la cual el viernes 14 de junio el no
presentar “pelea” a Trump fue la manera más inteligente de enfrentarlo se puede
apreciar que hoy el gobierno mexicano es parte de un atolladero centroamericano
(con directas repercusiones nacionales) en que se hundirá más y más de la mano
del ogro rubio de Washington. Y como advirtió Porfirio Muñoz Ledo al gobierno
de Amlo, si Trump es reelegido, pues “ya valimos”.
*Manuel Aguilar
Mora es militante de la Liga de Unidad Socialista (LUS). Profesor de la
Universidad Autónoma de la Ciudad de México (UACM), En 1968 integró el Comité
de lucha de Filosofía y Letras al lado de José Revueltas. Fue fundador del
Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT). Autor de numerosos libros
sobre la historia política y social de México.
Fuente:
http://www.sinpermiso.info/textos/mexico-la-crisis-en-la-frontera-sur
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