MADRID CENTRAL Y LA CACERÍA
DEL ZORRO
JOSÉ MANUEL LÓPEZ
En 2005 se prohibió
la cacería del zorro en el Reino Unido. Terminaron las persecuciones de jinetes
con chaquetas rojas y gorros negros a caballo, rodeados de perros que hemos
visto en películas y cuadros. Imágenes de la sociedad inglesa más anticuada y
elitista, muy lejos de la realidad cotidiana de la ciudadanía del Reino Unido.
El debate fue parte de la agenda pública durante un tiempo prolongado. Curioso
para una actividad en la que participaba el 0,4% de la población. En el fondo
la cuestión era otra, el cambio de ideas, la tradición frente a nuevos valores,
la añoranza ideológica frente a la realidad.
El cambio climático
es un hecho. No es un problema nuevo, pero ha cambiado de forma. Si hace unos
años la opinión pública referenciaba en la deforestación de la Amazonía o el
deshielo de los polos, ahora es la ola de calor y la salud que nos afecta
directamente. Y por mejorar la salud estamos dispuestos a relegar la economía,
la comodidad o la velocidad en nuestra escala de valores, algo impensable hace
apenas una década. La sociedad española ha cambiado sus prioridades.
Madrid Central ha
sido la respuesta a un problema de salud identificado por la opinión pública.
Sus resultados objetivos y cuantificados son buenos. Ha bajado la
contaminación, se ha reducido el tráfico y no ha disminuido la actividad social
y económica en la almendra central. La movilidad alternativa –transporte
público convencional, vehículos eléctricos de alquiler y bicicletas- han
permitido ajustar la demanda y el sistema funciona bien. En unos pocos meses ha
pasado a formar parte de la dinámica habitual de la ciudad, como pasó en otros
lugares que hicieron antes lo mismo como Orense, Nueva York o Copenhague. No ha
sido un problema para la cotidianidad.
El cambio de gobierno municipal ha abierto un
debate irreal sobre Madrid Central en el que todo se mezcla. Hay que distinguir
dos cuestiones. La primera es la necesidad de reducir la contaminación, un
problema claro que tiene que ser resuelto por indicación expresa de la UE y del
gobierno estatal. La contaminación es un hecho. La segunda es cómo abordar este
problema, con que políticas públicas. El ayuntamiento de Manuela Carmena puso
en marcha una acción similar a las que han emprendido otras ciudades en los que
los resultados eran positivos. No era un experimento, era la aplicación de una
política exitosa ¿hay otras posibilidades? Si las hay no se han puesto encima
de la mesa.
La campaña
electoral PP-Cs-Vox se centró en eliminar Madrid Central, negando el problema y
denostando la solución. El sr. Martínez-Almeida ha llegado a negar los datos
contrastados de contaminación y a poner en cuestión el cambio climático durante
la campaña. Ahora en el gobierno, no se atreve a negar el problema en voz alta
y no tienen otra solución. Es lo que pasa cuando se va a las elecciones con un
no-proyecto (negando exclusivamente lo que hace el otro) y luego se gana, que
no se sabe qué hacer.
En este callejón el
nuevo ayuntamiento tiene que tomar un rumbo. Lo más probable es que se vea
obligado a mantener el proyecto, no tiene otro. Lo cambiará de nombre, lo
maquillará e intentará que lo que fue su emblema electoral pase a segundo plano
lo antes posible. En todas las campañas electorales desde 2005 los
conservadores han prometido eliminar la prohibición de la caza del zorro. La
última Theresa May. Pero no lo han hecho, porque no es posible.
Pero este gobierno
de PP y Cs tiene dos problemas. Que puede no ser el más conservador de los
últimos años, pero si el más incapaz. Y que el VOX que lo apoya forma parte de
ese 0,4% de élites tradicionales que “cazan zorros” y que creen que el país es
como se ve desde su pequeño mundo. Desde esa falta de recursos puede seguir
negando la realidad a sabiendas de que miente y eliminar el proyecto. Eso
llevaría un movimiento social y político permanente que apenas les dejaría aire
durante la legislatura. Movimiento que ya ha empezado ¿querrán salir a cazar
zorros?
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