DUNIA SANCHEZ
Las manos de ella,
una luna, unidas a las manos de la otra ella. Un rumor soberano que viene del
mar y la noche. Frente a frente, espíritus que flotan en medio de la nada y del
todo.
Ella,1:
La noche. La noche
temblorosa, efímera, hueco de los sueños del mañana, despertar de los poderes
mágicos de las danzas de las ballenas. La luna está ahí presente. Yo aquí, tu
aquí. Pareces no escucharme pero eres espejo donde el reflejo de mi conciencia,
de mi yo evoca las ilusiones, las esperanzas empapadas de rectitud. No, no daré
marcha atrás. Mis manos, posadas en las tuyas. Sé que no me ves pero me
sientes, sientes la fragancia pacífica de mis pasos.
Ella,2:
No sé si conversas
conmigo. No sé si hablas a la luna. No sé si sigues la melodía de las olas ¿las
escuchas? Canturrean al tiempo que la luna vestida de blanco se acomoda en tus
ojos ahí , en el horizonte. La noche parece aletargar las almas, la noche
parece hacer una pausa con la hostilidad que carcome este planeta. No , no
quiero violencia, no quiero la extinción de estas horas de un tiempo que parece
que se detiene. No te das cuenta, estoy aquí, contigo. Somos almas desdibujada
de una sociedad acabada, marchita , lamentando en su crítica al otro. No, no
conversaremos de ello. No , no hablaremos de ello. Seguiremos la melodía de las
olas. Cachalotes y delfines vienen a visitarnos con sus cantos agudos pero
equilibrados.
Ella,1:
Mis manos te
acogen, no te das cuenta…miras el infinito del cosmos con tus sentidos puestos
en que tal vez podrás volar. Sí, puedes.
Vuela y vuela mientras cachalotes y delfines anuncian la despedida de la
pena humana, del quejido inferna de un niño o niña en un lejana o tal vez
próxima orilla. Sí, la queja ante el derrumbe de su vida, ante metralletas
aniquilando lo que queda de sus huesos ¡Lamento¡ El lamento del siglo
veintiuno. No mujer, no hemos cambiado en el paso de los siglos, si cabe aun
somos peores. La inteligencia ambula precipicios ante los despiadados que la
poseen. Y, sin embargo, cachalotes y delfines vienen a visitarnos.
Ella, 2:
Miras la luna, una
cierta tristeza se mece en tus ojos cada vez más plomizos, cada vez más
apagados. Mírame te digo. No escuchas. No oyes. Te embargas en un pensamiento constructivo que a la vez
es derribado por la mediocridad de esta esfera.
Todo es distinto. Todo es desigual.
Entonces, porqué no huir de los gritos agonizantes ante lo malo, lo malo
del humano.
Ella,1:
La noche. Regazo de
sabiduría, regazo de calma. Su mutismo me auxilia, te auxilia a las rajas de lo
cotidiano. No escuchemos más lo maligno, lo diabólico de este globo. Mira…mira
como se desinfla, roto de temblor.
Las manos de ella,
una luna, unidas a las manos de la otra ella. Temprano, es temprano y se hunden
en la homogenización de sus manos, de sus ojos, de sus cuerpos llevados por la
marea. Lejos, muy lejos, donde la escoria de la existencia no las agote, no
hagan de ella cenizas en las brumas que desorienta de la luna. La luna, la luna llena, emanando
cuajarones plateados de que quizás mañana será un mundo mejor.
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