UN DÍA TRÁGICO PARA LA
'REGENERACIÓN'
MESA DE NEGOCIACIONES
Hace cuatro años,
la gente salió a las calles a celebrar la llegada del cambio en muchas
ciudades. Fue una jornada histórica, porque distintas plataformas alejadas de
los partidos tradicionales lograron tomar el poder municipal en Madrid,
Barcelona, Zaragoza, Valencia, Palma, A Coruña, Santiago, Cádiz y Ferrol. Hoy,
en cambio, ha sido un día de celebración para los poderes fácticos y las
grandes corporaciones. Un pacto vergonzoso entre el PP, Ciudadanos y la extrema
derecha ha dejado las calles vacías y ha devuelto el poder local a las fuerzas
de la reacción en casi todas las ciudades importantes, salvo Barcelona (gracias
a los votos del disidente Valls), Palma, Valencia y Cádiz, además de A Coruña y
Ferrol, donde los movimientos del cambio pasan de protagonistas a socios del
PSOE.
La imagen de
Esperanza Aguirre, veterana invigilante de la corrupción madrileña, en la
puerta del Ayuntamiento de la capital afirmando que Vox es un partido
“plenamente constitucional”; que era necesario desalojar del poder a la
“comunista” Manuela Carmena y que Macron solo debe “meterse en los asuntos de
Francia” resume una jornada trágica para la democracia. Muchos ayuntamientos
del cambio pasarán a ser municipios de involución.
No era inevitable
que fuera así. No estaba escrito en ninguna parte que los tres partidos de la
derecha tuvieran que llegar a acuerdos. A estas alturas, el comportamiento del
PP no ha sido ninguna sorpresa. Al fin y al cabo, Vox ha salido de su costilla.
Llama más la atención la jugada de Ciudadanos, pues certifica el fin de la
fantasía liberal de este partido, creado por un grupo de intelectuales
catalanes “antinacionalistas” e impulsado luego por la gran banca y sus medios
afines por todo el territorio nacional para tratar de frenar como fuera la
entrada de Podemos en los gobiernos.
El presunto
“liberalismo” de Ciudadanos ha acabado engullido por el ultranacionalismo
español que defiende. El discurso de Rivera es tan extremo que ha terminado normalizando
a un partido neofascista, al asumir sus ideas, su marco y sus exigencias sin el
menor complejo. El precio que pagará será muy alto.
Pese a los
desesperados intentos de la mayoría de medios por convencernos de que Albert
Rivera era un nuevo Kennedy, su influencia internacional ha sido hasta ahora
inexistente. Pero este movimiento de sumisión a la ultraderecha lo situará, y
de hecho lo ha situado ya, como el hazmerreír de la Europa realmente liberal.
El joven ambicioso que prometió regenerar la política española ha acabado
sumando fuerzas con un partido homófobo, racista y machista y ha permitido
mantener cotas de poder al partido más condenado de Europa. Rivera hizo posible
primero el Gobierno de Susana Díaz y el de Mariano Rajoy; los 32 diputados de
Ciudadanos votaron luego contra la moción de censura que Pedro Sánchez presentó
tras la sentencia de la Gürtel en 2018, y a principios de este año los naranjas
entraron en la Junta de Andalucía pactando con el PP y con el partido de
Abascal. Su línea política parece seguir el lema “si no son corruptos, no los
apoyo”. Si el Grupo Liberal Europeo quiere cuidar su prestigio, Ciudadanos
debería ser invitado a abandonar sus filas.
La toma del poder
del Trifachito en municipios y autonomías tendrá consecuencias gravísimas para
las políticas de progreso y para los más desfavorecidos. Las diferencias serán
abismales y no tardarán en notarse. Debemos contar con que los centros
sociales, las asociaciones de vecinos, los colectivos antidesahucios, los
inmigrantes, la Educación y la Sanidad públicas, las mujeres maltratadas, el
feminismo, la lucha contra el cambio climático y la memoria histórica serán
sometidos a escrutinio permanente, cuando no a persecución. Como se va viendo
en Andalucía, la regeneración era también esto.
En CTXT no solemos
practicar el deporte nacional favorito: hacer leña del árbol caído. Pero
debemos dejar constancia de la responsabilidad de las fuerzas de izquierda y
centro izquierda. Algunos candidatos ni siquiera pronunciaron la palabra
ultraderecha en sus mítines. Y las fracturas internas no suelen ayudar a
movilizar al electorado decisivo.
Ahora la realidad
es la que es. La Restauración borbónica 3.0 está sellada y en España hay 8,5
millones de personas en riesgo de exclusión, 1,3 millones más que antes de la
crisis y el austericidio. De modo que es fundamental y urgente que el PSOE y
Unidas Podemos alcancen un acuerdo estable para gobernar el país durante los
próximos cuatro años. Nos da igual que haya ministros con coleta, sin coleta,
rojos, verdes o amarillos; y nos da igual también que la investidura la
facilite Bildu, ERC o el Papa de Roma.
Lo crucial es salir
del marco que impone la alianza entre ultraliberales y ultranacionalistas y
pactar un programa de izquierdas; dejarlo firmado, hacerlo público, y después
tender puentes con los otros grupos de izquierdas y de centro sensatos para
desarrollarlo sin tensiones que lo desvíen del objetivo: proteger a los
colectivos más débiles de las dentelladas de los cachorros del 3 de octubre.
La democracia se ha
devaluado, la cuestión nacional impregna todo y el bienestar se ha esfumado. Es
hora de que las izquierdas, que no han sabido pensar esta nueva derecha
radical, se unan para revertir ese cambio estructural y cultural.
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