BORRELL HACE LO QUE LE DA LA GANA
JUAN CARLOS ESCUDIER
Pese a ser un campo
abonado para el adocenamiento, la política ofrece a veces ejemplos de versos
sueltos que se niegan a rimar con el conjunto y que sugieren una personalidad
poderosa y compleja. La condición de espíritu libre suele adquirirse por edad,
por falta de ambición o por todo lo contrario: por poseer un ombligo de un
tamaño descomunal similar al cráter de un volcán. A esta última categoría
pertenece Josep Borrell, un Juan Palomo autosuficiente para cubrir sus
necesidades, las básicas y las otras, con una capacidad para pensar en sí mismo
algo más que notable.
Este mismo jueves
se anunciaba que Borrell había decidido renunciar al escaño de eurodiputado
para continuar como ministro, y se presentaba su decisión como un ejercicio de
patriotismo. Según se indicaba, ante la perspectiva de que la investidura se
retrasara y dadas los enormes e inmediatos desafíos de la política exterior
española, el que fuera cabeza de lista a las elecciones europeas había
preferido no mudarse a Estrasburgo y continuar al frente del Departamento. Al
fin y al cabo –o eso se decía- los parlamentarios europeos se iban ya de
vacaciones y su aliento y su inteligencia eran más necesarios en Exteriores ya
que, ante su marcha, quedaría en una situación de interinidad poco aconsejable.
Traducido al esperanto, que no había nadie en el Consejo en funciones capaz de
asumir esta responsabilidad a plena satisfacción en momentos tan convulsos.
Tal y como se
explicó aquí en su día, que la cara de Borrell estuviera en los carteles de las
elecciones europeas no fue un peaje que tuvo que pagar Pedro Sánchez para
contentar a sus futuros aliados independentistas y asegurarse así sus apoyos en
la investidura, como algunos denunciaban escandalizados, sino una exigencia del
propio ministro. Es más, la intención inicial de Sánchez y del líder del PSC,
Miquel Iceta, era que fuera el cabeza de lista por Barcelona en las generales.
Su vacío lo ocupó rápidamente la entonces ministra de la Función Pública,
Meritxell Batet, a quien la fortuna siempre suele sonreír y que, convertida
casi por carambola en presidenta del Congreso, sigue encantada de haberse
conocido.
Obviamente, con su
salto a Europa el ministro no pretendía reverdecer viejos laureles en un
Parlamento que ya llegó a dirigir sino mostrar sus credenciales a alguno de los
altos cargos de la UE que deben ser renovados y cuyo reparto ahora mismo se
está negociando. Sin despreciar otros destinos, que no siempre se obtiene lo
que se pretende, Borrell aspiraba a suceder al polaco Donald Tusk en la
presidencia del Consejo Europeo, un puesto con rango de jefe de Estado cuyo
mandato expira este próximo mes de noviembre. De su decisión de continuar en el
Ministerio cabe suponer por tanto que las cosas se han complicado, ya sea
porque lo conseguido no satisface sus expectativas o porque las negociaciones
marchan a un ritmo mucho más lento de lo esperado.
No sólo es legítimo
sino tremendamente necesario para el país que haya españoles en los puestos de
mando de las altas instituciones europeas, pero conviene guardar las formas. El
cabeza de lista del partido que ha ganado las elecciones europeas no puede
dejar de tomar posesión del escaño porque le parezca peccata minuta sin que su
gesto sea interpretado como una burla a los electores que le dieron su voto.
A Borrell el
retraso en la investidura de Sánchez se la trae al fresco, y la prueba es que,
junto a los argumentos patrióticos para justificar su continuidad como
ministro, se deslizaba que la puerta a ocupar un cargo de responsabilidad en la
UE no estaba cerrada sino abierta de par en par. En resumidas cuentas, que si
la ocasión llega mañana ya le pueden ir dando a la interinidad de Exteriores,
al Palacio de Santa Cruz y a la cartera de cuero negro con letras doradas que
le dieron a la entrada. Lo de ser un verso libre con ascendencia suficiente en
el poema consiste esencialmente en eso: en hacer lo que te da la gana.
No hay comentarios:
Publicar un comentario