EL CINISMO DE LOS PAÍSES RICOS
AMADOR VÁZQUEZ MARTÍN
Educador.
Presidente de la asociación Niños de la Lata y director del proyecto ‘El Reino
de los Niños’ (que se desarrolla en la ciudad de Rufisque, región de Dakar. En
funcionamiento en la actualidad)
En septiembre de
2017 nos llegó una invitación al proyecto El Reino de los Niños del embajador
español en Senegal y su esposa, a un cóctel para celebrar el día internacional
del cooperante. Nosotros llevábamos solo unos meses de funcionamiento de
nuestro proyecto atendiendo ya en aquel momento entorno a unos 70 niños
talibes, niños forzados a la mendicidad en Senegal. En aquel momento el grupo
de socios y colaboradores que éramos entonces, estábamos realmente preocupados
en buscar los recursos necesarios para poder seguir dando cada día un mínimo
desayuno a nuestros pequeños, en poder poner a su disposición agua, jabón y
ropa limpia, en cómo mantener un centro que les daba cobijo, que intentábamos
que hicieran su hogar, un lugar donde las horas que pudieran robar a la
mendicidad pudieran ser niños, pudieran sentirse protegidos, respetados y
queridos y en la búsqueda de acciones para conseguir que nuestros niños
pudieran tener un futuro autónomo y digno… Por todo esto, esta invitación a un
cóctel me resultó cuanto menos curiosa.
Esta anécdota me
llevó a investigar el por qué de esta celebración, ya que en el medio en el que
nos movemos los pequeños proyectos en África, entre lo dramático de las
situaciones que atendemos y los pocos medios con los que contamos, una
invitación de este tipo, a mí personalmente, en la desesperante situación
económica en la que nos encontrábamos, me pareció una broma de muy mal gusto.
Esto me
condujo a empezar a buscar los
parámetros desde los que parte la
concepción que las autoridades de los países pudientes tienen sobre su papel
aquí abajo.
La Agencia Española
de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID) define sin ambages; “Un
cooperante es un profesional que trabaja en un país en desarrollo, tanto en el
ámbito del desarrollo como de la ayuda humanitaria, al servicio de una entidad
promotora de la cooperación internacional”…. Y continua: …“El cooperante no es,
por tanto, ni un voluntario ni un becario, sino un trabajador con contrato
laboral o un empleado público con una relación de tipo laboral o estatutaria
con la entidad promotora de la cooperación.”
¿Podríamos
trasladar esta concepción a la filosofía general de la política de cooperación
internacional española?
Pensar hoy en día
que una parte de los agentes involucrados en la cooperación, políticas tan
relacionadas con el equilibrio internacional, las relaciones entre países ricos
y pobres y por ende también una buena parte de la estrategia de la economía
mundial, depende solo de un puñado de profesionales, en unas sociedades en que
una parte cada vez más importante es determinado por el activismo ciudadano en
organizaciones de carácter solidario es, cuando menos, irreal.
En países como
España, según la encuesta del CIS de febrero de 2016, podemos comprobar el gran
apoyo de la ciudadanía a una política decidida de cooperación internacional.
Por lo tanto, pretender que ésta puede limitarse a una gestión técnica y no a
una decisión política integral, es como vemos, una visión conservadora y poco
arriesgada para una situación que necesita de decisiones valientes dado que
esto afecta a personas en grave riesgo. A pesar de la visión tremendamente
complaciente que transmiten en los documentos publicados por la Secretaría
General de Cooperación Internacional para el Desarrollo, la realidad tangible
es que mientras países como Inglaterra que recientemente ha aprobado una ley
que obliga a destinar el 0,7% de la Renta Nacional a luchar contra la pobreza,
España, siendo la cuarta economía de la eurozona, como gusta recordar
pomposamente a políticos, se sitúa en el número 14 de los 28 países de la UE y
es un país que ha recortado en la última década en un 200 % su aportación en
cooperación al desarrollo.
Solo desde el
conocimiento de las bases del pensamiento desde el que parten los países ricos
hasta en sus más pequeños detalles, podremos comprender la sinrazón a la que
nos enfrentamos.
En la celebración
del Día Internacional del Niño Africano no podemos dejar de recordar los datos
que facilita el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados, ACNUR:
en África, continente en el que están ubicados los 28 países más pobres del
mundo, dos de cada tres niños son pobres y están en situación de extrema
vulnerabilidad. En Sudán del Sur, Somalia, Nigeria o Yemen, según Save the
Children, 1’4 millones de niños procedentes de estos territorios podrían morir
a causa del hambre. Algunas organizaciones calculan que existen 247 millones de
niños pobres que no gozan de derechos fundamentales como la educación, la
alimentación, la seguridad o el acceso a la sanidad, entre otros.
Parece evidente que
ante tan dramática situación, sería lógico una reacción en consonancia y sin
embargo lo que obtenemos es una respuesta de un cinismo insultante contra la
razón humana… recortes en cooperación y blindaje de fronteras contra de los que
huyen de la guerra y el hambre.
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