A contracorriente
TURISMO PARA TODOS
Enrique
Arias Vega
Hoy en día, el que no ha hecho alguna
vez turismo es porque no quiere. Es más: en algunas zonas se está estudiando
restringir la afluencia de visitantes sencillamente porque no caben. ¡Si hasta
en la subida al Himalaya hemos visto overbooking, con filas de presuntos
escaladores que ponen en riesgo su vida y la de los demás!
O sea, que de alguna forma se acaba
el turismo de masas. No le entendí en el lejano 1998, cuando a Brujas le fue
concedida la nominación de capital cultural europea para cuatro años más tarde.
Felicité por esa promoción internacional al alcalde, Patrick Moenaert, quien, casi
escandalizado, me confesó que se conformaría con obtener un nuevo auditorio, el
actual Concertgebouw, y seguir con su apacible vida de ciudad turística y
provinciana.
¡Qué razón tenía! Por la falta de
previsión que han tenido otros, les ha pillado el toro de la masificación a
Barcelona, Venecia, Edimburgo…, donde casi resulta más fácil ver la polución creciente
que los monumentos menguantes.
Hoy, con 1.400 millones de turistas
al año, resulta imposible llegar donde nadie más esté haciendo cola, se trate
del bello Machu Picchu o de los templos
budistas de Vietnam. Y eso, digámoslo ya, ha ocurrido en el último medio siglo.
Recuerdo mis primeros descubrimientos, casi accidentales del hermosísimo Crater
Lake o el increíble Bryce Canyon en la más absoluta soledad o la visita casi
silenciosa a la ciudad de Antigua o al ominoso campo de concentración de
Mauthausen.
Cada vez nos gusta más viajar a
otros escenarios distintos al de nuestra cotidiana existencia. Pero, mientras
lo hagamos en masa, atropellándonos unos a otros para ver lo mismo, mejor será
leerlo en libros de viajes o verlos en vídeo mientras uno se toma un refresco
sin salir de casa.
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