A contracorriente
MARGINADOS POLÍTICAMENTE
Enrique
Arias Vega
Nunca he sido tan feliz como durante
los veinte años en que viví en Barcelona. Desde esa época ha debido pasar una eternidad,
pues la creciente inquietud y desazón que noto en mis visitas actuales me
retrotrae a otros regímenes y otros escenarios que afortunadamente no llegué a
experimentar.
Dos hechos, entre otros muchos, me
dicen que la Cataluña tolerante y plural que conocí ha sido usurpada por una
casta excluyente. Uno: la entidad cívica dominante, la ANC, ha comenzado a
señalar a las empresas no favorables a la independencia para que se boicoteen
sus productos. Otro: una escolar de Tarrasa dice haber sido agredida por una
profesora tras haber dibujado una bandera española en un trabajo de clase.
Lo de marcar visiblemente a la gente
que no conviene al poder dominante, ya sea por raza, clase social, idioma,
ideas políticas,… tuvo su expresión máxima en el nazismo, con la complicidad de
la biempensante sociedad alemana de la época, y acabó como acabó.
Lo curioso es que muchos que en su
día denunciaron prácticas totalitarias hablen ahora de falta de democracia en
el régimen político español y que sean los mismos que critican el odio social,
la exclusión y el racismo, los que insultan a los seres “inferiores” que ocupan
su “país” o que califiquen a otros
catalanes como simples residentes en Cataluña y no como ciudadanos de
verdad con los derechos inherentes a su condición de tales. En otra época
histórica, insisto, se empezó con estrellas amarillas (qué casualidad) y otros
símbolos de discriminación y marginación de judíos y otras personas, ante la
bobalicona y amable aceptación de la hasta entonces buena gente.
Sé que decir esto me va a privar de
los últimos amigos separatistas que tengo, pero dudo que la amistad pueda
sobrevivir al odio étnico, aunque se disfrace de falsa opresión lingüística,
política y hasta sexual, si se quiere. Sé, también, que algún día mis hijos
(catalanes) y mis nietos volverán a ser felices en Cataluña. La diferencia con
el pasado es que, simplemente, yo no estaré allí para verlo
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