A contracorriente
SEXISMO Y PORNOGRAFÍA
Enrique
Arias Vega
Un montón de estudios académicos se
ha puesto a analizar el sexo entre los jóvenes debido al aumento y gravedad de
sus prácticas sexuales.
Resulta, según la Universidad de
Córdoba, que la mitad de los adolescentes, chicos y chicas, ha sufrido acoso
sexual. Éste ha sido de carácter agresivo en el 25,2% de las chicas y el 5,1%
de los chicos, atendiendo a los valores sociales dominantes y, obviamente, a la
mayor fuerza física de los segundos.
Este panorama es la antesala de la
violencia de género y machista que no sabemos cómo quitárnosla de encima, pese
a manifestaciones, campañas de concienciación, instituciones de ayuda y teléfonos
de atención ciudadana. Seguramente, nuestra frustración se debe a que no
acudimos al origen del problema sino a sus consecuencias, a que no hacemos
suficiente políticas de prevención, sino de represión.
Otro dato, más que revelador, es que
los jóvenes acuden al uso de la pornografía a edades cada vez más tempranas.
Según otro estudio, su uso se generaliza a los 14 años y en algunos casos ¡se
accede a los 7! ¡Ya me dirán si semejante consumo no propicia la confusión de
roles, del funcionamiento sexual y del rito de prácticas que conlleva, así como
la ausencia de sentimientos y empatía respecto a los compañeros de juegos
eróticos!
En muchos casos, según este estudio
de la Universidad de California, se dispara entre los adolescentes la
prostitución y el sexo de riesgo.
Como
ven, la cosa no es para tomársela a broma, máximo cuando el acceso a
millones de páginas pornográficas en Internet es de libre acceso y, todo lo
más, se pide que los menores de 18 años dejen de verlas. ¿Y quién y cómo va a
hacer caso a esa hipócrita petición?
No sólo no acabaremos con la
violencia de género sino se regula estrictamente la pornografía en las redes
sociales, sino que estamos banalizando el sexo, dándole un uso instrumental y
meramente hedonista, al precio de considerar a los demás meros juguetes
eróticos de nuestro placer inmediato e intrascendente.
¿Es eso lo que queremos? ¿Combatir de
boquilla la violencia machista y fomentar, en cambio, su prematuro aprendizaje?
Como sigamos así, vamos dados.
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