JM AIZPURUA
Están tirados en el
suelo, su constitución les dice que tienen derecho a una vivienda digna, pero
duermen en cajeros o entre cartones, y por delante de ellos pasan sus
conciudadanos sin inmutarse y sin mirarlos a la cara.
En la evolución,
algunos humanos se quedaron en paradigmas del pasado, y creen que su dios es
mejor que el otro, que el mundo está lleno de rayitas en mapas para dividir,
que los derechos están fijados por las rayitas que te rodean, que cada uno
tiene lo que se merece, aunque sea unos mucho y otros nada. Les falta un
hervor.
Pero para sentirse
dignos y seguros, se inventan el título de “constitucionalistas” y con ello se
creen con derecho a negar al semejante su dignidad y su humanidad. Hace 5
siglos los llamaron esclavos y hoy los llaman precarios o migrantes, pero la
esencia de marginación es la misma y su sentido de la diferencia no ha
cambiado. ¡Que poco avanzan algunos!
No quieren aceptar
el nuevo siglo, que científicamente arrinconó sus paradigmas y hoy habla de un
origen común del género humano, en contra de sus presupuestos supremacistas
“españolistas” que justificaron la esclavitud y el robo de tierras y recursos,
que, si malo fue en su tiempo ignorante, hoy es dramático que seres de este
siglo quieran blanquear ese nefasto estadio de la humanidad y se agarren a él
huérfanos de presente.
El neofascismo,
aquí con tintes neofranquistas, avanza de nuevo por este camino equivocado como
única senda para mantener sus privilegios y negocios; mal camino. Olvidan la
historia y la capacidad de reacción de las capas populares, olvidan la
guillotina, olvidan el palacio de invierno. Ya en este siglo sólo aquello
incluyente, holístico, con la consideración de género humano tiene licencia
ética para ofrecer futuro. Las prepotentes ideas de la casta para seguir
dominando prescriben ante la posibilidad de conocimiento en Internet y la mayor
preparación intelectual de las gentes.
Un capitalismo
asfixiado, que busca una nueva línea en la precarización y la limosna social de
la renta básica universal, deja obnubilado al antiguo proletariado que perdida
su conciencia de clase y su capacidad de trabajo, es fácil de doblegar. La
miseria ética e intelectual de los dirigentes de partidos contribuye al enorme
avance de estas políticas neocons que mantienen al frente del imperio a un
personaje de la catadura del gringo.
Mientras se grita
¡Venezuela! se ignora Haïtí, donde se desangra un pueblo “organizado” por los
EEUU, con la colaboración de la ONU. Incongruencia, hipocresía, falsedad.
A mi me queda ya
muy poco, pero este tramo final de mi vida se me está haciendo moralmente
penoso. La indiferencia ciudadana que veo a mi alrededor augura una nueva
sociedad canaria que volverá a conocer el drama del exilio. No lo merecen, pero
como Madrid si paga traidores: les viene encima. Siempre la juventud fue la
esperanza y ahora debe florecer un patriotismo canario, cuyas líneas están aún
por realizar por una juventud ilustrada y ajena a los cantos de la sirena goda
que varada entre tinajas petroleras lleva años de explotación y engaño. Sacar
beneficios de las islas cuando los sin techo siguen al raso, no es algo ético
en este tiempo.
Hoy ser canario-a
no es lo mismo que ayer: hay más recursos intelectuales y más conocimiento de
causa. Pero no es fácil y es a veces heroico presentar una visión del futuro
canario basado en las necesidades de sus gentes y no en el balance de sus
caciques. Esas nuevas vías son relatos que ya recorren nuestras calles.
Condenados a vivir
de la esperanza: los sintecho del siglo XXI. ¿Es ético?
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