ELOGIO DEL PIOLET
ANTONIO MAESTRE
Añoro a Manuel
Vázquez Montalbán. Y como suelo acudir a él cada vez que necesito refugio lo he
hallado en su rechazo al partido religión. Al repudio a la ideología como un
elemento de dogmatismo y fe, en lugar de como guía moral de valores y
comportamientos que mapeen el devenir vital de cada uno. Así entiendo las ideas
políticas, como un elemento superior que trasciende a la estructura
organizativa que en un momento determinado de la historia conforma con unas
siglas ese proyecto. Dan igual Unidas Podemos, Más País, Compromís, Adelante
Andalucía, Equo o lo que queda de En Marea, porque la izquierda existió antes
que esas formaciones y seguirá cuando desaparezcan fruto de sus luchas
fratricidas. Porque desaparecerán, basta esperar el momento. Son muchos los que
ya son polvo del olvido antes que ellos. Que no se crean especiales.
Cuando la
conformación ideológica es un ente que flota sobre las siglas del momento
existen claves que ayudan a desencriptar los movimientos para encontrar
elementos de anclaje ante tanta vanidad. Uno de ellos se basa en la lealtad y
el trato al compañero. Un valor superior que contrasta con las luchas
intestinas entre hermanos de militancia, endémicas de la política, y que en la
izquierda suelen ser más afiladas y a la cabeza. El cuidado elogio del piolet.
Hay pocos elementos
que definan mejor a un político y una organización que el trato dado a un
vecino de lucha, y los movimientos que se están dando en Compromís, Adelante
Andalucía, Equo y algunos elementos de En Marea para renegar de Unidas Podemos
y echarse en brazos de Más País o de utilizar su repentina aparición para minar
el liderazgo de Iglesias son de una deslealtad y una cobardía que merecen el
repudio de cualquiera con un mínimo de sentido de la camaradería. Y que no se
sienta libre nadie de responsabilidad, porque igual de desleal fue Pablo
Iglesias con una crítica descarnada a concejales de Más Madrid el día previo a
las elecciones. No hay enmienda posible.
Es inevitable
pensar que la estrategia de unión y confraternidad vivida en 2016 y acogida con
alborozo por muchos de los miembros que ahora repudian el proyecto se debía a
la posibilidad de alcanzar cuotas de poder para cubrirse el riñón y no para
mejorar la vida de la ciudadanía. La vergonzante huida de Unidas Podemos en
pequeños grupúsculos que les garanticen seguir viviendo de la política está
siendo pudorosa. Comprendan ustedes que no me crea que los anticapitalistas de
Andalucía propongan en serio que es posible el 10N un Frente Amplio con Errejón
e Iglesias, que no me crea que hubieran hecho un movimiento para ir con sus
propias siglas a un mes de las elecciones si Más País no hubiera aparecido, que
no me crea que no usan su presencia para debilitar el liderazgo del partido al
que pertenecen. Importa el qué, el cómo y el cuándo. El momento y las formas
han enseñado las vergüenzas de quien lo propone. Usar su presencia en el
panorama político para hacer cuña en la quiebra de lealtades que sufre el
liderazgo que no comparten es desleal, por ser amable. No tiene que ver con
ideas o estrategias, ni ideario ni doctrina, es algo mucho más mundano.
Si eres militante,
si has decidido ser militante de una organización, toca cerrar filas cuando
existe una campaña de acoso y derribo a tu partido que, acertada o
equivocadamente, lo único que ha hecho es defender su estrategia y no ceder
ante el trágala del socioliberalismo. Lo contrario es ser el tonto útil de una
burguesía que ha demostrado mucho interés en quitarse de encima a los de Pablo
Iglesias. Aunque solo sea por eso. Por no ser un instrumento al servicio del
enemigo de clase tocaba ser leal, que no acrítico, a la organización. Porque no
es tuya. Es de sus votantes y de la ciudadanía a la que aspira a servir.
Intentar dinamitar
una formación con la que compartías espacio y objetivos a solo un mes de los
próximos comicios por no estar de acuerdo con una estrategia que nadie se ha
atrevido a contestar es un movimiento rastrero. No se puede esperar nada bueno
de quien la perpetra. Más País ha decidido presentarse sin deberle ya nada a
Unidas Podemos porque hace tiempo que decidieron seguir su camino. Es una
decisión legítima y respetable con una estrategia errática, apresurada e
incomprensible, es su decisión, pero es preciso desmarcarse de todas esas
piezas que compartían espacio y proyecto con el partido de Pablo Iglesias y
ahora se turnan para encontrar espacio en las costillas para clavar puñal. No
es una cuestión política, de ideas, o estrategias, es de respeto a las
relaciones personales fraternales. Las organizaciones se superan pero cuidando
al compañero.
Los movimientos
serían justificables si al menos se aspirase a lograr un resultado que permita
mejorar la vida de la gente. Pero cuando la única aspiración del grupo al que
huyes, o utilizas en el último momento, es conformar grupo parlamentario propio
cuando el que repudias tiene 42 diputados es más fácil llegar a la conclusión
de que las motivaciones son personales. La triste sensación que queda es que
los que han estado silentes, cobardes y agazapados dentro de la organización
porque creían que fuera hacía mucho frío han empezado a buscar refugio y calor
cuando han visto otra opción que les aporte un futuro personal sin importarles
la fidelidad a un proyecto colectivo. Y no importa qué partido consideres más
idóneo, con cuál te sientes más identificado o cuál crees que tiene mejor
estrategia. En el barrio se aprende a que cuando vienen de fuera a por los
tuyos, entrelazas los brazos, plantas los pies y muerdes al que toque al de al
lado.
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