sábado, 19 de octubre de 2019

TRAS LEER "LA ESCUDILLA" DE VÍCTOR RAMÍREZ


TRAS LEER "LA ESCUDILLA" 
DE VÍCTOR RAMÍREZ
POR ISAAC DE VEGA
De nuevo combativo, de siempre rompedor, Víctor Ramírez continúa en este libro la lucha ya anteriormente emprendida con su "RESPONDO", recopilación de artículos en donde se manifiesta el dolor, la protesta, la impotencia ante las cosas que pasan, esos hechos que diariamente nos hieren por su injusticia y su repetición.

Ello hace que determinadas inmoralidades se tornen en hechos buenamente admitidos y normales, de que las torceduras y desvíos campean triunfantes ante una desidia general, ante una indiferencia que induce hacia mayores males, que deja la puerta franca a no se sabe qué distorsiones y legales estafas.
Esta sección del DIARIO DE LAS PALMAS, llevada valientemente por Víctor Ramírez, es un atento vigía, una sensible antena que recoge los sucederes precisos de denunciar y mostrar a las gentes.

Expuestos con palabra precisa, directa, sin recurrir a encubridoras metáforas. Afortunadamente, de vez en cuando aparece algún asunto, aparecen algunos hechos que merecen destacarse por constructivos y buenos.
Pero desgraciadamente son los menos, raros entre tanta mencionada basura. Mucha basura. Basura social y política como ya en los comienzos indiqué.

Se ha transformado la política en un modo de vida, una forma de ganar dinero fácil al tiempo que se satisfacen vanidades de dominio y de mando. Unas riadas de dinero sacadas del pueblo que trabaja, y que se reparten casi libremente  en cantidades oficialmente elevadas, sin contar lo que por detrás pueda existir, y que surge a la luz de vez en cuando en esos escándalos que no parecen acabar.
Esta gente maneja los millones tal como nosotros, los pobrecitos, manejamos las monedas de cien. Dinero y riqueza creados por los que diariamente en los variados tajos se parten el alma, corren de aquí para allá, sudan y en la estrechez agonizan.
Y parece ser que el público, toda la gente, se va acostumbrando a esta lamentable situación. La gente no protesta, no sale a la calle en manifestaciones para echarlos abajo. Y hasta existen algunos que, al contrario, se encogen de hombros y te responden que esos hacen bien y que, si estuvieran en el lugar de ellos, también robarían. ¿Quién es capaz de disolver este triste magma?

Sí -insiste Víctor Ramírez-: con la inmoralidad de tal manera manifestada es preciso acabar. No solamente basta con denunciar.
"Millares de canarios -informa en uno de sus artículos- pasan por la humillación de hacer cola para que se les dé una limosna-vacuna contra la rebeldía justiciera. Y unos pocos políticos, de aquí y de afuera, van al hotel de Santa Brígida a comer lujosamente de gorra, pasando las cuantiosas minutas a cargo del dinero público, del dinero laborado y sufrido por la parte trabajadora del pueblo".
A pesar de cobrar escandalosos emolumentos y de disponer de innúmeras prebendas, no se avergüenzan de embostarse gratis a costa del pobre.

Este espíritu combativo y justiciero campea a lo largo de todas las páginas y de los variados temas, no únicamente de los graves sociales antes expuestos. Siempre en lo alto, como una constante, sus embates nacionalistas, base de su completa obra y vida.
Y pasa a comentar de arte, de deportes, de todo lo que al ciudadano de estas islas debe interesar. Sobre la educación superior se pregunta: ¿cumplen las universidades canarias los supuestos teóricos para que fueron creadas? ¿Están constituidas en gran parte por una caterva de diplomados y doctorados analfabetos? Tema delicado que puede llevar a la injusticia y a la excesiva generalización.

Un buen libro, un libro informativo de asuntos que nos traen los variados días y que debieran preocuparnos más ampliamente de lo que en la actualidad nos conmueven.
Es preciso integrar a todos en una masa consciente, con poder de coacción, que ponga fin a tantos hechos vergonzosos. Es preciso que el pueblo, la amplia masa oprimida, reaccione ante la injusticia que pesa sobre nosotros, y no solamente en este tiempo sino desde hace siglos.

Santa Cruz de Tenerife, 1994

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