ORGULLO DE PAÍS
JUAN CARLOS ESCUDIER
Los pobres de
España y del mundo entero deberían saber que hoy es su día y que puede que no
tengan dónde caerse muertos pero sí cuentan con una fecha fija al año en la que
conmemoramos su desventura. Lo más adecuado sería unir esta jornada
internacional a la del día 20, que es el día mundial de la estadística, porque
la pobreza se ha convertido en una serie de porcentajes cuya evolución siempre
nos quita el sueño. Este miércoles, de hecho, se presentó el informe de la Red
Europea de Lucha contra la Pobreza y la Exclusión Social, cuya principal
conclusión es que 2,5 millones de compatriotas no pueden alimentarse
adecuadamente, justamente el doble que hace una década, y el dato ha causado la
lógica alarma en instituciones, partidos y medios de comunicación.
Ayer no se hablaba
de otra cosa en informativos y ruedas de prensa. Informada la clase política de
que 12 millones de españoles están en riesgo de exclusión social, que la mitad
de la población tiene alguna dificultad para llegar a final de mes, que muchos
de ellos no podrán encender la calefacción en invierno y que sólo conocen de
referencia el sabor de la carne o el pescado, los principales dirigentes del
país acudieron raudos a Moncloa para hacer frente a la urgencia y darle la
respuesta adecuada.
Como puede
suponerse, el asunto no tiene un arreglo fácil y las soluciones que se pusieron
sobre la mesita de café no fueron unánimes. El presidente del Gobierno en
funciones dijo que se actuaría con moderación y firmeza; el líder de la
oposición exigió contundencia y que se aplicara incluso la Ley de Seguridad
Nacional para que, al menos, los pobres de pedir estuvieran seguros; Albert
Rivera reclamó ceses y medidas excepcionales ante la “emergencia nacional”;
Pablo Iglesias pidió empatía y diálogo; y la ultraderecha, que no fue
convocada, apostó por el estado de excepción para abordar esta situación
excepcional.
Se desmenuzaron
todos los detalles, especialmente el dato de que las mujeres y los hogares con
niños son más proclives a la pobreza y de que la mitad de las familias
monoparentales están en riesgo de sufrirla. También se conoció sobre la marcha
que ni siquiera el empleo es garantía de nada porque, entre el tiempo parcial,
los salarios de mierda y los contratos de media hora, el 14% de los
trabajadores está a la cuarta pregunta o a la quinta.
Sensibilizados ante
esta problemática y, pese a no ponerse de acuerdo en los medios para hacerla
frente, nuestra dirigencia se mostró muy avergonzada de que España tenga la
séptima tasa de pobreza más alta de la Unión Europea tras las de Bulgaria,
Rumanía, Grecia, Lituania, Italia y Letonia. Saber que en Portugal hay menos
pobres dolió mucho pero las fuentes que informaron de los encuentros pidieron
que se no se mencionara el detalle para no ocasionar ulteriores conflictos
diplomáticos. Y hubo altisonantes reproches, porque para algo nuestros
Gobiernos se comprometieron a reducir en 1,5 millones el número de personas en
riesgo de pobreza en 2020, y otra cosa no seremos pero sí gente de palabra.
Como no podía ser
de otra manera, el informe de nuestras penurias ha impactado como un obús en la
campaña electoral que ya está en marcha y ha focalizado los debates, al punto
de que el propio Antonio García Ferreras dirige un especial informativo que al
cierre de esta columna seguía en emisión. Cataluña ha dejado desde ayer de
arder. Todos, de izquierda a derecha, desde los independentistas a los
constitucionalistas, desde los rojos a los azules e, incluso, los naranjas
tienen muy asumido que lo primero son las personas. Orgullo de país.
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