NOCHES DE TELE Y FUEGO
JUAN TORTOSA
“Creo que voy a apagar la tele. Me duele tanto
lo que veo que no lo puedo soportar”. Cuando, a las once de la noche de este
viernes, mi amiga Gemma Soriano colgó esta frase en twitter, yo estaba pensando
exactamente lo mismo mientras iba cambiado de canal cada minuto. En TVE1, 24
horas, Antena 3, La Sexta, Telemadrid, TV3, mis compañeras (la mayoría eran
mujeres) informaban por quinto día consecutivo ¡con casco! y entre fuegos,
carreras, enfrentamientos, detenciones, calles asoladas y mobiliario urbano
destrozado. Como en las cuatro noches anteriores, con el móvil en una mano y el
mando de la tele en otro, me empeñaba en continuar negándome a mí mismo la
importancia de lo que estaba viendo.
Las teles
aprovechan para hacer caja, no les importa amplificar lo que está pasando con
tal de llenar la hucha, son solo unos pocos cientos de desalmados, defendía
ante mi familia, en Catalunya la gente está tranquila y continúa haciendo su
vida normal. Las marchas pacíficas han sido un éxito pero a estas horas, cuando
están ardiendo muchas esquinas del centro de Barcelona, ya nadie habla de
ellas. Es verdad, los provocadores son una maldita minoría, pero esa maldita
minoría lleva cinco noches abriendo telediarios y acaparando portadas de
periódicos.
Las redes
confirmaban mi diagnóstico mientras veía imágenes en las que dos policías se
llevaban a rastras, detenido, al fotógrafo de El País Albert García. “Lo que
faltaba -escribía el compañero Ferran Garrido-. Nos hostian los indepes, nos
corren a ladrillazos los radicales, nos insultan los fascistas y ahora nos
detiene la policía. De puta madre.” Buscaba sin éxito en la red el punto de
vista de los todólogos de las tertulias, esos sesudos próceres que a diario
pontifican sobre lo divino y lo humano, pero ninguno bajaba a la arena, ninguno
se mojaba. Silencio. Silencio ellos y silencio Torra, Colau, Moncloa…
Me los imagino a
unos y a otros, como yo, viendo en las teles cómo pasaban las horas y los
fuegos continuaban, ahora en Balmes con Gran Via, con Diputació o Consell de
Cent, ahora en Trafalgar; ahora en Roger de Flor, en Roselló, Passeig de Sant
Joan… Desbordada la policía, desbordados los bomberos, desbordada la capacidad
de asombro. Silencio oficial mientras las horas van pasando. Continúo buscando
analistas de guardia en la red, pero permanecen mudos, o de perfil, el
periodismo está lleno de maestros en el arte de ponerse de perfil. Expertos en
mojarse solo cuando tienen claro que pisan sobre seguro. Esta quinta noche de
protestas les ha roto los esquemas, a ellos y a quienes, desde altos despachos,
tanto en Madrid como en Barcelona, no saben ya cómo minimizar lo que está
ocurriendo. Silencio.
Los días pasan, la
tempestad no amaina, y cada minuto está más cerca el diez de noviembre. Son las
doce de la noche y los fuegos se reproducen por esporas. Periodistas con casco
continúan entrando en directo, cada vez desde emplazamientos diferentes,
reforzando con su presencia la importancia de una imágenes que hablan por sí
solas. Un compañero de TV3 enseña a cámara un bate de béisbol y pelotas de goma
de distinto calibre, todo ello encontrado entre los restos de la batalla que
acaba de tener lugar en la esquina desde la que retransmite. “Vergonzoso
-escribe mi compañera de Público Patricia López-, un suicidio organizado que
anula el civismo de los independentistas, con el que nos solidarizamos
demócratas de todas partes».
Los alborotadores
puede que sean cuatro gatos, cuatro desalmados, infiltrados o provocadores
venidos de otros lares, lo que se quiera, pero ¿pensamos seguir regalándole al
mundo estas imágenes muchos días más? “La gestión de la frustración va a ser
compleja. De momento esta semana nadie ha sido capaz de pararla”, escribe este
sábado Jordi Évole en La Vanguardia. “No sabemos si esto es el inicio de algo,
pero lo que sí sabemos es que siempre que algo terrible empieza, lo hace de
esta forma”, señala Fernando Berlín en su video blog de Infolibre…
¿A quién beneficia
todo esto? ¿Qué juegos ocultos hay detrás de tanto despropósito? ¿Qué pasa,
Pedro, hay alguien ahí, era esto lo que tenías previsto?
J.T.
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