LA POLARIZACIÓN DE LOS MEDIOS ESPAÑOLES
SILVIA NORTES
El pasado diciembre
de 2018, las elecciones regionales en Andalucía arrojaron un resultado
inesperado. Con un discurso de extrema derecha basado, entre otros aspectos, en
una postura estricta hacia la inmigración y el aborto, Vox consiguió 12 escaños
y logró entrar por primera vez en un parlamento. Cinco meses después, en las
elecciones generales de abril de 2019, el partido de Santiago Abascal se hacía
con 24 escaños en el Congreso de los Diputados. Además, Vox se presentaba como
socio necesario para realizar pactos de gobierno en la Comunidad de Madrid y la
Región de Murcia, y en capitales de provincia como Madrid, Granada, Zaragoza,
Teruel, Palencia, Badajoz y Santander.
La aparición y el
auge de la extrema derecha en España no es casual, sino fruto del hastío de la
sociedad frente a escándalos de corrupción política en los partidos
tradicionales –PP y PSOE – y a fenómenos generadores de discordia, como el
referéndum sobre la independencia de Cataluña.
LAS INVESTIGACIONES
EN PROFUNDIDAD SON CARAS. LAS NOTICIAS FALSAS Y LA PALABRERÍA DE INFORMADORES Y
OPINANTES QUE OCUPAN HORAS DE TELEVISIÓN Y RADIO Y EXTENSAS COLUMNAS DE
PERIÓDICO, BARATAS
Los medios de
comunicación también han jugado un papel fundamental. La polarización del
sistema mediático español, en el que periódicos, televisiones, radios y medios
digitales muestran una marcada tendencia ideológica, ha provocado una espiral
de opiniones enfrentadas y radicales que no buscan la convergencia y el
diálogo, sino la divergencia y la confrontación.
En televisión es
especialmente evidente, y las tertulias políticas tienen más de espectáculo que
de debate constructivo.
El catedrático de
Periodismo Bernardo Díaz Nosty argumenta en Cuadernos de Periodistas que, ante
la crisis, “(el periodismo) ha agitado el debate y aumentado el ruido
ambiental. Han sido, con frecuencia, los tertulianos de amplio espectro, que
igual hablan de los devaneos de alcoba que de la acción de la justicia, quienes
(…) mantienen posiciones convenidas, ajustadas a guion, llamadas a animar la
polarización y el espectáculo”. En efecto, los medios han adoptado posiciones
polarizadas y pasionales en las que, como dice Díaz Nosty, se suele apelar a
las sensaciones, “y es en el plató de las pasiones donde se da alas a la
degradación populista”.
En este sentido,
otro de los aspectos que contribuye a coartar la pluralidad y a empobrecer el
debate democrático es el dominio de la opinión periodística por parte de un
grupo reducido de profesionales que monopolizan el discurso. Como señala la
doctora y periodista Paloma Abejón, “estos opinantes son los mismos en todos
los medios y están cada vez más politizados”. El debate se convierte en un toma
y daca de reproches con gran influencia en la opinión pública, que se
identifica con ellos.
Hay nombres que se
repiten una y otra vez, como Francisco Marhuenda, Juan Manuel de Prada, Alfonso
Rojo, Elisa Beni, Cristina Seguí, Ignacio Escolar…todos ellos de marcada
postura ideológica. “Es la pescadilla que se muerde la cola”, explica Abejón.
“Cuanto más ideologizados están los opinantes, más se les llama para participar
porque ofrecen más espectáculo. Además, los hombres dominan el espacio de la
opinión política, mientras que las mujeres son mayoría en los programas de
prensa rosa.
¿Está garantizada,
por tanto, la diversidad de información y opinión en los medios si los que la
generan son siempre los mismos y están altamente politizados?
Laura Teruel,
periodista e investigadora en la Universidad de Málaga, afirma que existen
“medios que presentan un alto grado de paralelismo político. Los contenidos
políticos dominan la agenda mediática y existe vinculación partidista en las
cabeceras de referencia”.
El aumento de la
politización y polarización de los medios tiene parte de su origen en la crisis
financiera de 2008. La caída de la inversión publicitaria obligó a la búsqueda
de financiación ‘a la desesperada’. Y esta financiación pasaba por el sesgo
ideológico. ¿Por qué?
La crisis vino
acompañada de casos de corrupción que incendiaron a la sociedad española,
generando movimientos como el 15-M y el surgimiento de nuevos partidos
políticos como Podemos y Ciudadanos, que intentaban aglutinar al votante
descontento con los partidos tradicionales del bipartidismo PP-PSOE. Las
posturas ideológicas se agitaron y se polarizaron entre diferentes grupos
políticos.
Atraer a ese
consumidor politizado se convirtió en el objetivo de los medios. Y se hizo
apelando a las emociones y la confrontación. Las investigaciones en profundidad
son caras. Las noticias falsas y la palabrería de informadores y opinantes que
ocupan horas de televisión y radio y extensas columnas de periódico, baratas.
La clara alineación
ideológica de la generalidad de los medios españoles fomenta que la audiencia
consuma uno u otro buscando una postura afín a sus ideales y alimentando, así,
la polarización y la intolerancia hacia el que piensa diferente. Por ejemplo,
es habitual encasillar a los espectadores como “de izquierdas” si ven la cadena
de televisión La Sexta, o “de derechas” si ven Antena 3. Cadenas ambas, por
cierto, que pertenecen al mismo grupo de comunicación, lo que evidencia una
estrategia empresarial para cubrir un espectro amplio de posturas ideológicas
y, por tanto, una amplia audiencia.
Como consecuencia,
señala Abejón, la credibilidad de los medios ha dejado de ser un valor para el
consumidor. Ahora se consumen “por su capacidad para generar controversia y
discusión”.
Podemos identificar
señales y comportamientos que reflejan cómo la intensificación del debate
político, la tertulia-espectáculo y el sesgo ideológico de los medios están
alentando los extremismos y la polarización en la sociedad española.
Que el buen estado
de una democracia depende en gran medida de la función de contrapeso al poder
que ejercen los medios de comunicación es evidente. En España, grandes redes de
corrupción como la trama Gürtel o el caso de los ERE en Andalucía han sido
destapadas gracias a la investigación periodística. Sin embargo, la salud de
los medios no se corresponde con la que debería tener un país democrático.
En primer lugar, la
propiedad está concentrada en pocos y muy poderosos grupos de comunicación. Por
ejemplo, el grupo público RTVE, los privados Mediaset y Atresmedia y el catalán
CCMA alcanzan el 94% de la cuota del mercado audiovisual español y controlan lo
que ve el 78% de toda la audiencia. Según Media Pluralism Monitor, esto provoca
que España padezca un “riesgo alto” de falta de pluralidad.
Esta falta de
pluralidad se traduce, asimismo, en un marcado sesgo ideológico. Los
investigadores Hallin y Mancini han clasificado el sistema mediático español
como pluralista polarizado, porque existen gran cantidad de medios con
distintas posturas, pero muestran muy poca pluralidad interna en la cobertura
de informaciones.
¿Perjudica esta
falta de diversidad interna en los medios al buen funcionamiento democrático?
El conflicto
catalán sirve de ejemplo. Como recoge la Fundación Alternativas en el Informe
sobre la Democracia en España, el 80% de los espectadores de TV3 –canal al que
se acusa de hacer propaganda por el independentismo- y el 71% de los del canal
de noticias autonómico 3/24 se declaran partidarios de la independencia. Por el
contrario, los catalanes que ven cadenas de televisión de ámbito estatal son
mayoritariamente contrarios a la independencia.
LOS MEDIOS DEBEN
BUSCAR NUEVOS FORMATOS QUE FAVOREZCAN UN PERIODISMO PROFUNDO, DE CALIDAD Y
CONSTRUCTIVO QUE ATRAIGA A LA AUDIENCIA Y CONVENZA A LOS LECTORES, OYENTES Y
ESPECTADORES A PAGAR POR ESE CONTENIDO
En las elecciones
nacionales de 2016, un 41% de espectadores de TVE votaron al PP, sólo un 5% de
los de La Sexta optaron por ese partido. Por el contrario, casi uno de cada
tres espectadores de La Sexta votó a Unidos Podemos. Además, entre los
espectadores de Antena 3 hubo más votantes del PP, y más socialistas entre los
de Telecinco y Cuatro.
La conclusión del
Informe sobre la Democracia en España es clara: la polarización ideológica de
los medios de comunicación está contribuyendo a que los ciudadanos tiendan a
dar más importancia a ciertos temas o votar a ciertos partidos, lo que afecta a
los resultados electorales.
El auge de los
discursos neo-fascistas, anti-inmigración y anti-feminismo, y la irrupción de
Vox en los parlamentos es solo una prueba de la relación entre la polarización
mediática y sus efectos en la democracia.
Dado lo anterior,
¿deberíamos ver el periodismo de opinión como una suerte de ‘amenaza’ para la
democracia? ¿Qué deben hacer los medios para moderar los discursos de
polarización y confrontación? “El periodismo de opinión es muy importante y no
debe ser culpado”, señala Paloma Abejón. “Interpreta las noticias y nos permite
ampliar nuestro conocimiento. El problema surge cuando la opinión no se
distingue de la información pura en los medios. El público debería poder
distinguir la una de la otra. Además, las opiniones deben ser justas y
sinceras. No todo está permitido. La solución consiste en basar el periodismo
de opinión en reglas y códigos de dignidad y respeto, mientras se protege
siempre la libertad de expresión”.
Poner fin a la
polarización del sistema mediático pasa por combinar el papel social y
democrático del periodismo con su naturaleza comercial. Esto requiere
establecer mecanismos para proteger las decisiones editoriales de la influencia
potencial de quienes financian el periodismo.
Además, los medios
deben buscar nuevos formatos que favorezcan un periodismo profundo, de calidad
y constructivo que atraiga a la audiencia y convenza a los lectores, oyentes y
espectadores a pagar por ese contenido. Es importante que los medios
independientes financiados por suscriptores aumenten su audiencia.
Independencia comercial más periodismo de calidad es igual a una audiencia
libre de prejuicios y menos polarización.
Por otro lado,
tener equipos editoriales más diversos en términos de ideología, género y edad
también iría a favor de la imparcialidad. Los medios de comunicación que
incluyen puntos de vista heterogéneos atraen, en consecuencia, a una audiencia
heterogénea y actúan como un ágora donde hay espacio para opiniones opuestas,
combatiendo de ese modo el dogmatismo y el extremismo.
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Este artículo es un
extracto de la publicación de Hostwriter y Correctiv Unbias the news.
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