JM AIZPURUA
El del tupé de
zanahoria lo tiene claro, pero ¿nuestro amado presidente canario qué opina del
tema? ¿Es Canarias lo primero en su agenda?
Les prevengo que,
en su día, yo voté “no” a la Constitución78. Ello me da una retórica autoridad
moral, pues lo vi venir y advertí, por escrito, con lo que hoy podría decir:
“te lo dije”.
Y no hay que tener
miedo ni prudencia; “Canarias primero” y ni ética ni democráticamente,
nada, y menos la rutina goda, puede interferir en el desarrollo social del
pueblo canario-wanche, que tiene un derecho universal a su desarrollo, a la
utilización de sus recursos, a su veraz historia y a ejercer la solidaridad
según usos y costumbres propios. ¡Canarias first!
NOTA: El
pensamiento del autor no coincide consigo mismo (que se joda el empapelador).
Siguiendo el
argumento que en 2019 tiene un sentido diferente al que tuvo en 1978, la Nación
Canaria-Wanche tiene unas nuevas metas democráticas que alcanzar en el marco de
los DDHH y la Democracia Universal que la UE proclama y persevera en
perfeccionar. Ese es el fundamento de la libertad canaria, y no los estrechos y
sesgados límites de una constitución votada con música de sables y sin
alternativa ni participación, que pretende convertirse en fuente de derecho,
cuando realmente es un río.
En nuestra isla a
la Constitución78 en referéndum le dijeron (si) 260.166 ciudadanos y otros
200.146 no lo hicieron. Hoy el más joven de aquellos votantes es sesentón. ¿Es
esa una legitimidad sagrada? Y más en mi territorio natal vasco donde 371.456
dijeron (si) y 503.480 no lo hicimos.
La colonia canaria,
merece, tiene derecho, incluso desde la óptica ONU, a una revisión de su estatus
dentro del Estado español y de la UE. Sus actuales limitaciones institucionales
no le permiten obtener el desarrollo social, laboral y nivel de vida que
merecería en semejanza con otros pueblos. Los 500 años (¡se dice pronto!) de
colonización hispano-castellana no le han hecho justicia y hoy se encuentra en
la cola del desarrollo europeo, sin una estructura robusta y resistente de progreso
con la mitad de su población en riesgo de pobreza y su nivel de vida alejado
del europeo, desangrada por sus endémicas migraciones huyendo de la cruel miseria.
Necesitamos cauces e instrumentos que permitan nuestro desarrollo permanente.
¿Quién puede negarlo?
La sociedad civil
debe organizarse en torno a proyectos de desarrollo canario, lejanos del falso
nacionalismo oportunista que se infiltró en la coalición como un tóxico veneno
españolista del más cobarde tinte neofranquista y cipayo. Y si no vean donde
estamos tras sus 20 años de gobierno y sáquense un selfi con el pajarraco de
las Ramblas o frente al colegio Onésimo Redondo.
Canarias first, es
algo muy serio, no es suficiente un grito de independencia, pues esa opción aún
no está consolidada, divulgada, negociada, plasmada y votada. Una vía armada
hoy es inconcebible. Meternos en un “indigenismo” reivindicativo nos llevaría a
un “cul-de-sac” en el que nadie sabría dónde situarse. El Estado y la UE tienen
el deber moral-ético de facilitar un camino institucional para que, unidos o
independientes, los canarios accedan a una senda diferente que les proporcione
estabilidad y progreso permanente. Fórmulas hay muchas.
Lo bueno para la
casta españolista, nunca fue bueno para el pueblo canario y vimos con el
tracking cómo seguimos siendo un territorio insignificante para el godo
metropolitano y sus secuaces medianeros.
Por todo ello yo ya
he comenzado a teñirme el tupé de color zanahoria y a pronunciar con acento muy
gringo: ¡Canarias First!
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