¿QUÉ SERÁ LO QUE TIENE SÁNCHEZ?
Sato Díaz
Los líderes
políticos desfilan por la sala de prensa del Congreso para dar explicaciones
sobre cómo se han desarrollado sus respectivas reuniones con el jefe del
Estado, Felipe de Borbón. Es 17 de septiembre, pocas horas después Pedro
Sánchez comparecerá en La Moncloa para anunciar a la ciudadanía que ha de
volver a ir a las urnas. Pablo Iglesias, preguntado por cuartopoder.es,
reconoce desde el atril lo siguiente de su conversación en Zarzuela: “Hay una
cosa que me ha dicho (el jefe del Estado), y creo que lo piensan todos los
ciudadanos, y es que después de las elecciones de noviembre los tiempos de
negociación no pueden ser como estos. No puede ser que después de noviembre
vayamos a semanas de inactividad. Tendrá que haber una decisión por parte del
ganador de las elecciones en una dirección o en otra”.
La inestabilidad
política pasa factura en las instituciones. Desde que Felipe VI iniciara su
reinado en junio de 2014, poco después de que se celebraran las elecciones
europeas en las que irrumpió Podemos evidenciando una crisis del sistema de
partidos conocido hasta el momento, la inestabilidad es costumbre. Cuatro
elecciones generales en menos de cuatro años. Al jefe del Estado le urge calma
política. Veamos la sucesión.
Generales de
diciembre de 2015, crisis de gobernabilidad y repetición electoral en junio de
2016. Crisis catalana que llegó a su culmen en el otoño de 2017 con la
celebración del 1-O y la declaración de independencia y aplicación del 155 a finales
del mismo octubre. El 3-O de 2017, el jefe del Estado pronunciaba un discurso
duro contra el independentismo muy criticado por algunos sectores de la
sociedad, alabado por otros. En junio de 2018, Pedro Sánchez llegaría a la
Moncloa tras la moción de censura a Mariano Rajoy. De nuevo comicios estatales
en abril del 2019, nuevo periodo de incapacidad política de formar gobierno y,
de nuevo, repetición electoral, el 10N.
Según se pudo
sonsacar de las palabras de Iglesias, Felipe VI reclama a los partidos que haya
gobierno cuanto antes.
Mientras el
secretario general de Podemos pronunciaba estas palabras en la sala de prensa
del Congreso, Albert Rivera filtraba a los medios de comunicación su propuesta
al PSOE de que facilitaría que Sánchez fuera investido si endurecía su política
con Catalunya, si modificaba las alianzas y apoyos del gobierno socialista en
Navarra y asumía una política económica neoliberal ante la nueva recesión que
se avecina. El PSOE no parecía poner muchos reparos a las condiciones de
Ciudadanos.
A puertas de una
nueva campaña electoral oficial, oficiosamente la campaña es constante desde
hace meses, todos los candidatos modulan sus discursos entorno a la figura de
Sánchez. ¿Qué será lo que tiene Sánchez? Así, Rivera ha dado un giro a su
táctica política y electoral y ha pasado de vilipendiarle, pues hace unas
semanas era poco más que el diablo para el naranja, a abrirse a la posibilidad
de facilitar un gobierno del socialista. "A mí no me interesan los
sillones del Gobierno si estoy en la oposición, pero lo que no puedo hacer es
bloquear el país otra vez", indicaba el lunes Rivera, garantizando que con
el voto a la formación naranja, "el país se pone en marcha". Rivera
cumple con el deseo del rey.
“España, en marcha”
es el actual eslogan de Ciudadanos de esta campaña inspirado en un poema de
Gabriel Celaya. Un eslogan que mezcla el nombre del partido de Emmanuel Macron,
La République En Marche, y el de una coalición de partidos de ultraderecha,
Falange incluida, que en 2014 asaltaron violentamente el Centre Cultural
Blanquerna de Madrid, sede de la Generalitat de Catalunya en la capital. La
“España, en Marcha” de Rivera pretende, ahora, entenderse con el PSOE. Con
Sánchez. ¿Que tendrá Sánchez hoy que no tenía antes?
“Ahora, Gobierno.
Ahora, España”, este es el eslogan que cubre la fachada de Ferraz. La de
Génova, por su parte, reza la siguiente frase: “¿Izquierda o derecha? España”.
El líder del PP, Pablo Casado, en un radical cambio de tono aproximándose con
pasos acelerados al centro político tras meses de carantoñas con la
ultraderecha, también se muestra ahora abierto a explorar un acuerdo con
Sánchez que facilite la gobernabilidad después de las elecciones. Las
referencias a la “Gran Coalición” entre barones populares se hacen rutinarias.
Mariano Rajoy y Felipe González, en un diálogo en Galicia la semana pasada,
sellaban el pacto en una suerte de performance.
“España siempre”,
así es Vox. El partido de ultraderecha aprovecha esta explosión de alardes de
españolidad para marcar la diferencia: “el consenso progre de PSOE, PP y
Ciudadanos”. Curiosamente, es el único partido estatal que asegura, hoy por
hoy, que tras el 10N Sánchez no contará con su voto para ser presidente del
Gobierno.
Iglesias y los
suyos siguen apostando por seguir presionando a Sánchez para un gobierno de
coalición. “La única forma de garantizar políticas sociales es que estemos en
el gobierno”, repiten los portavoces de la formación morada. También En Comú
Podem, la confluencia catalana, basa su estrategia, hasta el momento, en llegar
a un acuerdo con Sánchez. Ironizan con la frase del “Con Rivera, no” y
contraponen: “Con nosaltres, sí”. Ada Colau, unos días antes, lanzaba un vídeo
a través de redes sociales en el que pedía a Sánchez que aprovechara la campaña
para buscar un acuerdo con las fuerzas progresistas, un entendimiento.
Mientras, Más País, la nueva fuerza estatal de íñigo Errejón, se presenta con
la promesa de ser el pegamento entre las opciones progresistas, negando que
vayan a apoyar a Sánchez si este se decanta por la derecha para buscar pactos,
aunque esto lo propusieran hace unos meses en la Asamblea de Madrid. Más País,
más Sánchez, por lo tanto.
¿Qué será lo que
tiene Sánchez? Parece no haber más táctica en los grandes partidos que la de
asegurar que haya gobernabilidad. Y la gobernabilidad hoy, salvo giro de guion
inesperado, tiene nombre propio: Pedro Sánchez. “No puede ser que después de
las elecciones de noviembre vayamos a semanas de inactividad”, le dijo el jefe
del Estado a Iglesias, según el dirigente de Podemos. Las fuerzas políticas,
ante la línea expresada desde arriba en boca del monarca y el hastío de la
ciudadanía con la clase política reflejada en el CIS, se aseguran que después
del 10N haya gobierno cuanto antes.
España, España, España.
Sánchez, Sánchez, Sánchez. Cuando la sentencia del Tribunal Supremo a los
dirigentes independentistas amenaza con ser pública más pronto que tarde, una
sentencia que marcará el futuro de la política catalana y española, España
quiere ser un país que deje atrás la inestabilidad en la gobernabilidad de los
anteriores años. También para ojos extranjeros. España Global, el artefacto
propagandístico gubernamental para contrarrestar la propaganda exterior del
procés, repite fuera y dentro que “España es una democracia”. Y, ¿qué mejor que
esa democracia además sea gobernable? España quiere ser gobernable, y eso pasa
por Sánchez.
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