EXHUMANDO A TORQUEMADA
JUAN CARLOS ESCUDIER
Los expendedores de
certificados de españolidad y buenas costumbres han emprendido una cruzadita
para que la escritora Cristina Morales, reciente ganadora del Premio Nacional
de Narrativa, devuelva los 20.000 euros correspondientes al galardón por
entender que sus opiniones son muy radicales y antisistema y, por tanto,
incompatibles con percibir dinero del Estado, que es el sistema por excelencia.
Lo que ha alarmado
a los supervisores de lo políticamente correcto no es su obra Lectura fácil,
que es la que le ha hecho acreedora de este premio y antes del Herralde de
novela y que casi con toda seguridad no han tenido tiempo de revisar porque la
vigilancia de la moralidad y el patriotismo les ocupa de sol a sol y no les
deja ni dormir la siesta. Su exaltación es consecuencia de unas manifestaciones
de la escritora en la que se alegraba del fuego en Barcelona como antídoto
contra la explotación turística y capitalista de la ciudad y en las que
describía a la Policía como un cuerpo violento ante el que sólo cabe el
sometimiento o la autodefensa.
Los juicios de
Morales son tan personales como otros en los que califica de privilegiados a
los “supuestos presos políticos” del independentismo y en los que se refiere al
procés y al conflicto catalán como un “contubernio entre élites”. De hecho,
como no se debe a nada ni a nadie, es muy libre de opinar lo que le venga en
gana y de ejercer una libertad de expresión que, en su auténtica dimensión, es
la que cada uno tiene para ofender al resto. De una disidente que se pasa por
el forro el poder establecido se espera precisamente eso: que disienta.
A la cabeza de la
manifestación contra la joven escritora se ha puesto, como no, Albert Rivera,
que ha dicho que esperaba que prendiera fuego al cheque del Gobierno porque no
debería querer cobrar dinero del pueblo español al que odia. Debía de tener un
buen día el de Ciudadanos ya que, de haberle pillado revirado, hubiera sido
capaz de pedir su procesamiento por enaltecimiento del terrorismo. No deja de
ser curioso que el tipo que ostenta el récord mundial de cambio de opinión
exija a Morales que sea coherente con su pretendida condición de antisistema.
Distraído Jiménez
Losantos en atacar la “profanación” de la tumba del caudillo de España por la
gracia de Dios, en representación de los apóstoles del periodismo ha tenido que
manifestarse en su lugar Carlos Herrera para tildar a la escritora de sujeta,
individua, estúpida, violenta y drogata, que el de la COPE siempre argumenta las
cosas. Resulta que el “adefesio intelectual” al que se refiere el mago de las
ondas es licenciada en Derecho y Ciencias Políticas, especialista en Relaciones
Internacionales y, además de con la literatura, que suele obligar a ayunos
involuntarios, se ha ganado la vida como intérprete jurídica. Obviamente, a
quien retrata con sus insultos es a él mismo.
Lo que vienen a
defender nuestros Torquemadas de cabecera es que, pese a la calidad literaria,
no se debe premiar desde el poder a quien desprecia el poder, y que hay que
hacer oídos sordos a quien eleva la voz desde la marginalidad porque la
transgresión no puede sobrepasar ciertos límites, incluido el de poner en
cuestión a ese sistema que tan generoso es con sus vigías espirituales. Estos
señores tan exquisitos hubieran puesto en la picota al mismísimo Cervantes, que
es el gran escritor antisistema de nuestra literatura, capaz de inventarse a un
personaje como el Quijote tan anarquista como su autor.
Ha dicho la
premiada que con sus estudios aprendió mecanismos institucionales para cambiar
las cosas desde dentro y que pensó en hacer la carrera diplomática hasta que se
dio cuenta de que ni procedía de una familia con dinero ni militaba en ningún
partido. “A fuerza de hostias una se radicaliza y no creo que cambie”, ha
explicado. La radical Cristina Morales ha escrito, según ha entendido el
jurado, una novela “radicalmente original”, se compartan o no sus opiniones
personales. Ojalá que los 20.000 euros le permitan seguir escribiendo y
diciendo lo que le plazca. Muchos la escucharemos sin llamar a la Guardia
Civil.
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