LENÍN Y LA DICTADURA DEL CAPITAL
EN ECUADOR
KATU ARKONADA
En los 3 casos de
presidentes derrocados, el detonante fue la aplicación de medidas neoliberales
contra el pueblo ecuatoriano. Bucaram elevó un 500% las tarifas de la luz y
dejó de subsidiar las del gas, Mahuad dolarizó la economía, y Gutiérrez, que
había llegado con un programa de centro-izquierda y el apoyo del movimiento
indígena, traicionó su programa y apoyos para acercarse a Estados Unidos y
Colombia, y fue desalojado del poder tras unas movilizaciones de la clase media
urbana contra la corrupción y cooptamiento del poder judicial, en lo que fue
conocida como la “rebelión de los forajidos”.
Lenín y la
dictadura del capital en Ecuador
Este es un esbozo
de la memoria larga de las rebeliones en Ecuador, pero para entender lo que
sucede hoy en el país andino, también es importante una memoria corta que
examine como nace la rebelión que vivimos actualmente, la rebelión de los
“zánganos” en palabras del presidente de apellido Moreno, cuyo nombre no me
atrevo a teclear para no mancillar el recuerdo de un gran revolucionario.
Un Presidente que
llegó a ser candidato para suceder a Correa más por las encuestas (si llega a
ser por capacidad o lealtad al proyecto, ahí estaban Ricardo Patiño o Gabriela
Rivadeneira para sucederle) que arrojaban que un señor bonachón en silla de
ruedas, que venía de ser Enviado Especial del Secretario General de la Naciones
Unidas para la Discapacidad y Accesibilidad tras ser Vicepresidente del primer
gobierno de Rafael Correa, tenía más posibilidades de ganar al candidato de las
élites económicas, el banquero Guillermo Lasso.
Y así fue, Moreno
ganó en segunda vuelta con el 51% de los votos, y en menos de dos años y medio
de mandato metió en la cárcel a su Vicepresidente Jorge Glas (también
Vicepresidente en el primer gobierno de la revolución ciudadana), aplicó el
lawfare contra Rafael Correa, destruyó Alianza País a nivel nacional y la
Unasur a nivel internacional, sacó a Ecuador del ALBA y de la OPEP, se
incorporó al Grupo de Lima, y avanzo en su integración a la Alianza del Pacífico
al mismo tiempo que retiraba el asilo de Julian Assange. El viraje de 180º a la
derecha se consumaba.
Pero hacia la
derecha siempre se puede girar aún más, y la nueva vuelta de tuerca llegaba el
1 de octubre con el anuncio por parte de Moreno del Decreto 883, un paquetazo
de medidas económicas como condición impuesta a los más de 4 mil millones de
dólares prestados por el Fondo Monetario Internacional: eliminación del
subsidio a las gasolinas (que suponía un incremento del 120% al diesel y 30% a
la gasolina regular), 20% menos de remuneración para los contratos ocasionales,
reducción de 30 a 15 días de vacaciones a los empleados públicos, la
eliminación del impuesto de salida de divisas, y otra serie de medidas clásicas
del shock neoliberal al estilo de las impuestas por el capital en la Argentina
de Macri con el objetivo de la “flexibilización laboral” en primer lugar.
Las protestas de
estos días, sin embargo, recuerdan más a la Guerra del Agua de Cochabamba en el
año 2000, con trabajadores (los transportistas comenzaron las protestas),
estudiantes, indígenas y clases medias en las calles, protestando contra un
gobierno y un Presidente que tuvo que huir de Quito a Guayaquil e imponer el
estado de excepción, sacando a los militares a las calles a reprimir las
protestas. Protestas con múltiples voces y sin un liderazgo claro, ni siquiera
el de la CONAIE, cuyos dirigentes han sido rebasados por sus propias bases.
El saldo preliminar
de una semana de represión deja 7 muertos y más de 600 heridos, además de 13
periodistas encarcelados y 9 medios de comunicación intervenidos. Ya se sabe
que la primera víctima de cualquier guerra, es la verdad. Y el gobierno no
quiere que la comunidad internacional conozca la verdad sobre lo que sucede en
Ecuador.
¿Es el fin del
gobierno del señor de apellido Moreno?
Aún es pronto para
decirlo. No parece que las movilizaciones por sí solas vayan a provocar la
renuncia del Presidente, pero tampoco parece que Moreno, sin estructura
partidaria ni gabinete propios (sus ministros son imposiciones de los
diferentes grupos de poder) pueda llegar hasta la próxima elección presidencial
de 2021 si las élites económicas, los medios de comunicación, y la Embajada de
Estados Unidos dejan de sostenerlo una vez cumplida su misión, de manera similar
a lo sucedido con Temer en Brasil.
La solución podría
ser la muerte cruzada, una fórmula plasmada en la Constitución de 2008 que
permite materializar el “que se vayan todos”. El Presidente tiene facultad para
disolver la Asamblea Nacional, así como la Asamblea tiene la facultad de
destituir al Presidente, pero en ambos casos se debería llamar a elecciones
para sustituir a los integrantes de los dos poderes, ejecutivo y legislativo.
Mientras tanto, el
estado de excepción y la violencia contra las mayorías sociales imponen en
Ecuador la dictadura del capital.
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