FERRERAS CONTRA EL INSOMNE EN FUNCIONES
ANÍBAL MALVAR
Pues nada. Que ya
hemos enterrado otra vez a Franco. A ver si a la segunda nos sale mejor. Esto
de enterrar varias veces a un mismo dictador solo sucede en las democracias más
avanzadas del mundo, se supone. Ya no somos solo un imperio. Somos el valhalla
de las civilizaciones occidentales, con Merry Martínez Bodiú, la nieta
preferida, haciendo de valquiria, y la cabra de la legión en el papel de
Heiorún. Vamos que nos vamos, que diría Séneca.
Sin embargo, en la
entrevista cotidiana que le concede el insomne Pedro Sánchez a Antonio García
Ferreras a cambio de que a este no se le ocurra hacer preguntas, una duda quedó
sembrada en el yermo bancal de mi entendimiento. A mí me habían dicho todas las
televisiones, durante cuarenta años, que vivíamos en una democracia perfecta en
la que los españoles libábamos el votar tocando la mandolina camino de las
boreales urnas. No sé si vosotros compartís la misma percepción.
El caso es que el
insomne en funciones, o sea, Pedro Sánchez, le dijo a Ferreras, textualísimo,
que el segundo sepelio de Franco ha sido «un paso de gigante para la
democracia». A ver si nos aclaramos, entonces. Si ya vivíamos en una democracia
plena, ¿cómo a esta democracia inconsciente se le ha ocurrido dar un paso de
gigante? ¿Hacia dónde, si ya habitábamos la perfección? Habrá que consultar el
VAR, pero yo no sé si es lícito considerar ‘gran paso’ el hacer con el tacón de
Dolores Delgado un agujero seis metros bajo tierra.
El caso es que este
paso de gigante de nuestra democracia me trae inquieto desde ayer, no vaya a
ser que nos democraticemos en exceso y caigamos en el vicio mórbido de votar
por votar cuantas veces sea, solo por satisfacer sufragistas pulsiones
animales. Todo puede pasar en esta España.
No he visto a
ningún periódico quejarse mucho de un liviano olvido de Ferreras durante su
entrevista al excelentísimo insomne en funciones. No es que sea algo demasiado
importante, pero tiene que ver con los pasos de gigante de la democracia esta.
Charlaban los compadres en la Moncloa de la violencia policial en Catalunya. No
era violencia. Los policías mamporreros defendían al pueblo, clamaba el
insomne, quizá con razón.
Y Ferreras se
olvidó de preguntarle por los policías que, en Catalunya y Madrid, agredieron a
periodistas identificados. Hay vídeos con audios muy explícitos de varias
salvajadas contra reporteros. Pero ya no son noticia ni en la tele ni en sus
propios periódicos. Otro gran paso para nuestra democracia, supongo.
Yo no digo que esté
del todo mal pegar a un reportero, pues todos los periodistas nos merecemos de
vez en cuando alguna hostia. Sobre todo los fotógrafos. Pero, si eres
gobernante, debes elegir muy cuidadosamente el momento. Y, si eres periodista,
has de preguntarle al insomne en funciones
sobre el asunto, si fuere menester.
Meterle miedo a los
periodistas siempre ha sido mal negocio. No solo en las manifas. También en los
platós. Sin embargo, en esta democracia ejemplar de pasos de gigante, el tema
de las agresiones policiales a periodistas está pasando bastante desapercibido.
Yo supongo que nuestras razones tendremos, los periodistas y nuestros
directores, para sentarnos tan cómodos sobre tan sonrosado forúnculo cular.
Las agresiones a
periodistas identificados e indefensos es la prueba de que sí hubo violencia
policial indiscriminada en Madrid y Catalunya durante las manifestaciones
contra la sentencia del procés. Pero no hablemos mucho de ello. No vaya a ser
que nos pise la lengua algún paso de gigante de nuestra democracia plena. Tan
mamporrerita ella. Qué riquiña.
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