SUMAR NO ES MULTIPLICAR
DAVID BOLLERO
Yolanda Díaz durante la puesta de largo de 'Sumar' en
Madrid. - Jesús Hellín / Europa Press
Sumar, la iniciativa impulsada por Yolanda Díaz, continúa siendo una incógnita aún después de haber echado a andar. La propia Díaz contribuye a la confusión, porque al tiempo que afirma que no se trata de un proyecto electoral, advierte que no llegará a tiempo de las elecciones municipales y autonómicas de mayo de 2023. Hace bien, concurrir a esas elecciones sería repetir errores pasados como ya hiciera Podemos en la izquierda o Ciudadanos en la derecha.
A
la opinión pública hay que simplificarle las cosas. Puede agradar más o menos,
pero esa es la realidad. En líneas generales, es preciso
darle el contenido lo más mascadito posible, porque pedir un
plus de reflexión es, incluso, temerario. Este ejercicio no resulta sencillo,
porque implica rebajar la forma, pero no el fondo, es decir,
que el pensamiento o las medidas sean de calado, pero presentadas con un
envoltorio no sólo atractivo, sino sencillo a la hora de desenvolver.
Sumar, hoy por hoy, no es sencillo. Las masas oyen hablar
de "proceso de escucha activa" pero quieren la versión compacta, la
reducida: "¿podré o no podré votar a Sumar?". No tienen nada claro si esta iniciativa se
cristalizará en una lista electoral o será una suerte de plataforma cuya
capacidad de impactar en el espacio político es una incógnita, especialmente
dada la fragmentación que sufre la izquierda.
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Sea
como fuere, Sumar va a precisar de una
estructura a nivel nacional y construirla al ritmo de citas electorales es un
error. Por este motivo, el último anuncio realizado por Díaz es
un acierto. Ciudadanos y Podemos tuvieron prisas y terminaron pagándolo. En el
primer caso, perdió el control y la formación naranja se plagó de oportunistas
liberales que, pese a entonar el mantra de la regeneración, terminaron
abrazando el de la degeneración y haciendo negocio de la política. Basta ver las fugas y acusaciones internas de autoritarismo en las filas de
Ciudadanos desde su misma creación.
En
el caso de Podemos, tantas eran las prisas que descartó las autonómicas y
realizó un experimento con las municipales. Prohibió utilizar su marca, de
manera que si la cita electoral de saldaba con éxito podía atribuirse la
victoria, pero si era un fracaso, no salpicaba al nombre de Podemos. La
realidad es que con una diversidad de nombres, aquellos partidos locales
surgieron a partir de los Círculos de Podemos creando unas dualidades que no
era sencillas de gestionar. Las asambleas locales de esos Círculos eran en
ocasiones un despropósito, porque había personas que acudían sólo por Podemos,
otras solo por el partido local y algunas por ambos.
Díaz
quiere evitar ese tipo de situaciones que terminaría convirtiéndose en una
bomba de relojería para la iniciativa. Sin embargo, a medida que se aproxime el
mes de mayo, las miradas de uno y otro lado más se dirigirán a Sumar, quizás intoxicando a cualquiera de las candidaturas
de izquierda que flirtean con el proyecto. Lo sucedido en Andalucía es un buen
ejemplo. Sobre el papel, Por Andalucía (la coalición de Podemos, IU, Más País, Alianza
Verde e Iniciativa por el Pueblo Andaluz) no era un ensayo de Sumar,
aunque muchos medios y analistas quisieron verlo así por el mero hecho de que Díaz no sólo diera su
apoyo, sino que mediara para cerrar unas negociaciones cuya tensión terminó por perjudicar al resultado.
Díaz
es consciente de que sumar no es multiplicar, no hay por qué coger atajos ni
que las prisas se apoderen de la iniciativa. El problema es que a diez meses
vista resulta sencillo escapar de las presiones que irán in crescendo a medida
que se acerque mayo de 2023. Lidiar con esas elecciones va a
exigir una mezcla de habilidades propias de malabarista y prestidigitadora... o
quizás, de buena meiga, una que ya tiene en su haber éxitos que
pocos vaticinaban, como la subida del Salario Mínimo Interprofesional o la
reforma laboral.
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