YO VOY CON ELLO TAMBIÉN, FERRERAS
El
derecho a la información se pisotea a diario desde los grandes poderes
mediáticos de nuestro país. Lo que ha hecho Ferreras y lo que se hace cada día
desde el cuarto poder, en su mayor parte, es controlar al activista y ponerle
trampas en el camino.
ANITA BOTWIN
Hubo un momento en el que parecía que tanto Ferreras como la Sexta amaban o al menos respetaban a Podemos y a Pablo Iglesias. Igual que La Sexta y otras cadenas ya habían amado antes al 15M y los movimientos sociales cuando estos les daban audiencia, y siempre haciéndose eco mucho después de lo que lo hacían los medios internacionales. Les parecíamos simpáticos, no hacíamos tambalear aún lo suficiente el sistema al que defendían. Pero llegó el momento en el que tanto los movimientos sociales como Unidas Podemos les pusieron en un serio aprieto de cara a sus financiadores y a los poderes de las cloacas que habitan en el Upside down como Vecna en Stranger Things.
Fue entonces cuando
decidieron presentar a los activistas y después a los políticos de izquierdas y
también independentistas como un serio problema para la democracia para tapar
que el verdadero problema para la democracia eran ellos mismos. El derecho a la
información es un derecho fundamental reconocido a nivel internacional que
protege la libre difusión y acceso a información veraz que tienen los
ciudadanos respecto a hechos de relevancia pública. Ellos quizá lo estudiaron
en una universidad que muy lejana les queda ya.
La mayor parte de
los periodistas de fama de este país lo son porque no cuestionan el statu quo
ni el régimen del 78, sino que son fieles a sus amos
Sin embargo, el
derecho a la información se pisotea a diario desde los grandes poderes
mediáticos de nuestro país, donde la mayor parte de la oferta comunicativa está
en manos de solo seis grandes grupos que lanzan un relato uniforme sin matices
ni voces discordantes. Y quien se sale del discurso establecido, ya sabe donde
tiene la puerta, una puerta directa al paro y a la precariedad. Es esa misma
precariedad en el periodismo la que posibilita que no haya demasiados avances
en pro de la libertad de prensa y la libertad de expresión, que el agua de las
cloacas esté estancada y no haya una limpieza de lo más profundo.
Quien se dedica al
periodismo debería ser ante todo activista, alguien que controle y vigile al
poder y le saque los colores a los de arriba y no al revés. Lo que ha hecho
Ferreras y lo que se hace cada día desde el cuarto poder, en su mayor parte, es
controlar al activista y ponerle trampas en el camino, manipulando, fabricando
montajes, hablando de las causas que se abren, pero no de las que se archivan,
como ha ocurrido recientemente con Ada Colau. La mayor parte de los periodistas
de fama de este país lo son porque no cuestionan el statu quo ni el régimen del
78, sino que son fieles a sus amos, cómo si no iban a pagar su hipoteca. El
otro camino, elegir la otra puerta supone el fin de la carrera en muchos casos,
la pobreza, el dedicarse a otro trabajo después de años estudiando y
preparándose.
La realidad es que
desde Al Rojo Vivo se lanzaron informaciones falsas creadas a un mes de unas
elecciones generales. Eso pudo cambiar totalmente el resultado de las mismas.
No sólo es un golpe a Podemos, es un golpe a la democracia, y a todos nosotros
y nosotras. La falsedad informativa y los montajes ya sean policiales,
judiciales, políticos o mediáticos afectan especialmente a la gente más
vulnerable e indefensa, la que no tiene grandes cantidades de dinero para poder
defenderse de estos ataques.
Solo si hay una
limpieza en los medios de comunicación y valentía por parte de los
profesionales, podremos estar hablando de democracia
Hace bien poco,
Antonio Caño, el que era director de El País, ese medio que algún día jugó a
ser progresista, confesaba en un tuit que intentaron “evitar el pacto” del
presidente del Gobierno “con populistas y separatistas porque creíamos que eso
era malo para la izquierda y para España”. Y cabe recordar, por ponerlo todo en
su contexto que en una entrevista en 2016 en el programa 'Salvados', Pedro
Sánchez reconoció que desde la dirección de El País le aseguraron que, si había
entendimiento con Podemos, “lo criticarían e irían en contra de ello”.
Esta supuesta
democracia es, en realidad un gran entramado de hilos que se unen unos a otros
generando un ovillo de poderes mediáticos y políticos al servicio de los
intereses del Ibex 35 y de los poderosos. No son más que los voceros de quien
manda desde arriba, del privilegiado, del que más tiene, pervirtiendo el significado
de la palabra periodismo. Por suerte en la profesión periodística también hay
gente increíble, honesta, valiente, vocacional, que no responde a esos
intereses y elige el camino difícil, el de la precariedad o el exilio
profesional. Gracias a todos ellos y ellas no estamos perdidos del todo, y es
por eso que es necesario apoyar a los medios alternativos que aún sobreviven a
pesar de tener todo en contra.
Decía Ryszard
Kapuscinski que “para ejercer el periodismo, ante todo, hay que ser buenos
seres humanos. Las malas personas no pueden ser buenos periodistas. Si se es
una buena persona se puede intentar comprender a los demás, sus intenciones, su
fe, sus intereses, sus dificultades, sus tragedias”. Para contar la verdad,
para trasladar la información, hay que ser buena persona, no solo parecerlo,
hay que tener trabajada la empatía y la humildad y sobre todo hay que respetar
un oficio que cuesta vidas a lo largo del mundo.
Ser vocero no es
ser periodista, es servir a los intereses de los poderosos y de los corruptos y
ya va siendo hora de que estos sean desenmascarados y se echen a un lado para
dar paso a quien de verdad ama a su profesión y respeta a quien recibe la
información al otro lado. Solo si hay una limpieza en los medios de
comunicación y valentía por parte de los profesionales, podremos estar hablando
de democracia.
Como parece que
esto no va a ocurrir a corto plazo, utópica es una pero no naif, es momento de
rebelarse contra quienes nos mienten a la cara y dicen que llueve. Es momento
de apoyar a quien nos respeta y respeta su profesión.
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