PERIODISMO, POLÍTICA Y LA NEGACIÓN SISTEMÁTICA DE PRÁCTICAS
GENERALIZADAS
Lo que hace
prevalecer a ese periodismo en el tiempo, pese a su creciente putrefacción, es
la apatía y el colaboracionismo tácito de un conjunto social que tiene
interiorizada la incorrecta filosofía de que “esto funciona así”, y eso es lo
preocupante, a la par que reprendible.
ANDER MORA
Inda montaje Iglesias
Publicados los audios en los que Antonio García Ferreras comentaba su predisposición a publicar como veraces las pruebas falsas fabricadas por el excomisario José Manuel Villarejo, las cuales facilitó a Eduardo Inda, solo queda saber cuál será la maniobra que se estilará desde los medios informativos para explicar este acto. En el audio se escucha como el presentador de Al rojo vivo comentando abiertamente que esas pruebas falsas que han fabricado son burdas, y que aunque él (Ferreras) no les daba veracidad, las publicaría igualmente.
El alcance de esta
noticia ha tenido eco en varios países de América Latina, e incluso en Francia,
donde diferentes líderes políticos se han apresurado a apoyar al
exvicepresidente Pablo Iglesias.
La cuestión a este
hecho de nocivas proporciones para el periodismo, ya no radica en qué harán los
medios de comunicación para gestionar esta información, tratar y condenar el
tema y analizar cómo evitar que vuelva a ocurrir. Está más que demostrado que
bajo este oligopolio mediático, financiado por fuerzas económicas y financieras
que ya han fusilado todos los códigos deontológicos de su profesión, esperar
un conjunto de medidas reparadoras a
este flagrante delito informativo, sería pecar de una absurda candidez.
Y es que como decía
Albert Camus, un país vale lo que vale su prensa, y es viable aseverar que el
estándar de calidad del periodismo en nuestro país es más que cuestionable.
Pero lo que hace prevalecer a ese periodismo en el tiempo, pese a su creciente
putrefacción, es la apatía y el colaboracionismo tácito de un conjunto social
que tiene interiorizada la incorrecta filosofía de que “esto funciona así”, y
eso es lo preocupante, a la par que reprendible.
Igualmente
preocupante es cómo desde los partidos tradicionales se ha negado de forma
sistemática la existencia de estas prácticas contra la izquierda a la izquierda
del PSOE, sin olvidar el vergonzante trato que también dedicaban a los partidos
independentistas
Igualmente
preocupante es cómo desde los partidos tradicionales se ha negado de forma
sistemática la existencia de estas prácticas contra la izquierda a la izquierda
del PSOE, sin olvidar el vergonzante trato que también dedicaban a los partidos
independentistas catalanes en la etapa de 2017.
Con esto cabe
destacar que el comportamiento criminal de los medios sería criticable,
independientemente de con quien lo llevaran a cabo, por supuesto. Pero nunca
vimos bulos contra el PP, sobre Vox o sobre Ciudadanos, ni mucho menos que
hubiera una estructura parapolicial pensada exclusivamente para inventar bulos
de forma sistematizada contra estas formaciones. Lo que convierte un
comportamiento criminal en un comportamiento ideológicamente criminal y por
tanto políticamente criminal, es su carácter circunscrito a un arco del
parlamento, lo cual lo hace más preocupante.
Sin periodismo no
puede haber una democracia plena, pues su función es fiscalizar los actos de la
clase política. Pero no puede haber democracia plena sin un periodismo saneado,
y esto pasa por unos periódicos que se encarguen de que se respete el código
deontológico de su profesión. Pero aún hay una condición más, y es que este periodismo
de calidad, no puede darse sin una ciudadanía crítica, dispuesta a defender a
la democracia y al periodismo, condenando al oprobio a los periódicos que
eligen actuar como sicarios desinformativos. Y esto último quizás, es algo que
falta un poco más.
Sin periodismo no
puede haber una democracia plena, pues su función es fiscalizar los actos de la
clase política
Cuando vemos
—porque lo hemos visto— que desde periódicos que son titanes informativos de
nuestro país, se publican datos falsos, sea o no a sabiendas de su falsedad,
nuestro es el deber de fiscalizar y juzgar su trabajo. Los fallos informativos
ocurren, pero de ellos cabe exigir que se enmienden cuando ocurren, mediante un
comunicado. Pero cuando lo que se da es la filtración de un personaje de peso
mediático incuestionable decir que va a publicar un información que sabe es
falsa, ese acto se convierte en un atentado directo contra la democracia. Y es
así porque la mentira como medio de alterar las conductas y la información de
la gente atacan los mismos pilares del funcionamiento del sistema
representativo.
La verdad dejó de
ser importante
Ryszard
Kapuscinski, uno de los paradigmas de lo que debe ser el periodismo y quienes
lo ejercen, tiene atribuida la frase de que cuando se descubrió que la
información era un negocio, la verdad dejó de ser importante.
Hace décadas que la
prensa se erigió un actor político clave en la tarea de generadora de opinión
de las masas, tarea crucial en un sistema político representativo, basado en el
conocimiento para una correcta actividad política, desde el voto al activismo.
Que la labor de la prensa es esencial es un principio básico para que el poder
sea fiscalizado y controlado. La labor de la prensa no debe, y además no puede,
ser la de simple elemento emisor de información como una aséptica paloma
mensajera disociada de la información que transmite.
La objetividad es
un dogma aspiracional envidiable, pero desgraciadamente está únicamente
reservado a las piedras por su carácter inanimado, y no a las periodistas que,
como personas y seres sociales sujetos a una realidad social colectivamente
construida, tienen sus propios marcos ideológicos creados desde los que dan su
visión.
A lo que debe
aspirar el periodismo es a la imparcialidad, es decir, la defensa de sus
visiones y principios, siempre basados en datos contrastados como medio para
que su misión fiscalizadora sea legítima y evitando dar a entender que sus
conclusiones y análisis son verdades objetivas.
Como señala Bree
Newstone, la estructura de poder intensifica constantemente la violencia en
cuanto se lo desafía. Este ataque no fue sino la reacción de un conglomerado
político-económico (principalmente), y su conocimiento de que mediante el
asalto a un movimiento político podría desarticular la orientación
contestataria que estaba generando en la ciudadanía. El objetivo último de este
comportamiento que se mantiene aún a día de hoy, es el de terminar en el
sometimiento de la capacidad de análisis político de la sociedad, y por tanto
en su consecuente anulación como sujeto social. E ahí el alcance y las
consecuencias de un periodismo corrupto.
La democracia solo
es viable cuando tiene a una masa social comprometida con su defensa.
Actualmente hemos recibido como país, la noticia de que en la coyuntura de
2016, los medios de información atentaron contra la democracia socavando la
verdad buscando alterar la intención de voto, la base del sistema
participativo. Quizás la nonagésima prueba del carácter antidemocrático de éste
conglomerado que es el Grupo Planeta, sirva para que se genere esta tan
necesaria conciencia crítica de no encender la televisión en los canales de
quienes mienten para que aquellos que ejercen poder político sin presentarse a
elecciones, puedan seguir parasitando nuestra democracia.
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