FERRERAS Y EL PODER EN ESPAÑA
A
nadie le puede sorprender que los grandes poderes conspiren contra la
democracia. Pero que aquello que solo podíamos imaginar o deducir aparezca en
toda su crudeza es más importante de lo que parece
PABLO IGLESIAS
Como escribía con su lucidez habitual Gerardo Tecé desde las páginas del CTXT, no es lo mismo que el telediario dé la noticia de que un oso ha devorado a un hombre, que ver en el telediario al oso devorando al hombre. Ciertamente, el Ferrerasgate es eso.
A nadie con cierta formación política y algo de conocimiento de la historia de España, le puede sorprender que los grandes poderes conspiren contra la democracia. Se trata, al fin y al cabo, de la característica fundamental de nuestra historia política y social en los últimos 200 años. Pero que aquello que solo podíamos imaginar o deducir (o en todo caso ficcionalizar) aparezca en toda su crudeza es más importante de lo que parece.
Imaginen que Tuñón
de Lara hubiera podido contar con un Villarejo de la época que le proporcionara
audios en los que escuchar junto a sus contemporáneos, como nosotros hemos
escuchado a Ferreras y Villarejo, a las figuras equivalentes del momento.
Villarejo pasará a la historia por muchas cosas, pero una de ellas será la de
haber abierto ventanas, hasta hace poco inverosímiles, para los historiadores y
para cualquiera que quiera ver y entender al oso de Gerardo en acción.
Hemos dedicado
muchas horas de trabajo en La Base para informar sobre el Ferrerasgate y
analizar sus significados políticos e históricos. Permítanme compartir con
ustedes los fragmentos de algunos textos que he leído en estos días y que me
han parecido muy significativos.
El profesor Ignacio
Sánchez-Cuenca, también desde CTXT, reflexionaba sobre la justificada sensación
de impunidad, como característica histórica del comportamiento de las élites en
España:
De ahí esa
sensación de impunidad tan extendida en la política española. Como dijo Camilo
José Cela en su discurso del Premio Príncipe de Asturias de las Letras, “en
España, quien resiste gana”. Estos días contemplamos con melancolía un caso
más, cuya principal novedad es que está protagonizado por un periodista, no por
un político. Los hechos son palmarios: Antonio García Ferreras dio la
oportunidad a Eduardo Inda de presentar en La Sexta información calumniosa y
falsa sobre el que entonces era líder de Podemos, Pablo Iglesias. La
información procedía de las cloacas del Estado…Mientras Ferreras mantenga los
apoyos políticos, mediáticos y económicos, se mantendrá en la posición
negacionista y no pedirá disculpas por el daño causado. Y todo indica que lo va
a conseguir.
El razonamiento de
Ignacio transmite, sin duda, pesimismo e impotencia. Parecería que poco se
puede hacer. Como decía Leonard Cohen, “everybody knows the good guys lost…”.
Pero en general los socialdemócratas pesimistas son mucho más interesantes que
los que con entusiasmo y brillo en los ojos te pretenden vender las bondades
democráticas de la OTAN.
Raul
Sánchez-Cedillo hace, a mi juicio, el mejor análisis de las continuidades
históricas y la naturaleza del poder en España. Desde las páginas de El Salto,
Raúl dice:
Si a algo me
recuerdan las voces omnipresentes de Villarejo y sus secuaces, mandos
policiales, periodistas, políticos, es a una España invariante, que se remonta
como mínimo a la Restauración canovista. Lo valleinclanesco no ha cambiado, la
idea y la práctica patrimoniales del Estado español –por lo demás completamente
normales y ajustadas a la realidad de las relaciones de y del poder de clase–
no ha hecho más que aumentar, salvo el paréntesis de la Segunda República y
luego de la Transición, con el inevitable reparto patrimonial, desigual e
inestable, que estructura el régimen autonómico del Estado, siempre en crisis.
Son las voces chabacanas, zafias, soeces, sórdidas, confiadas, que en cada una
de sus inflexiones, timbres, dejes, estilos e idiolectos condensan cientos de
miles de páginas sobre la naturaleza de la forma estado española. Villarejo es
ya, pero lo será más con el tiempo, un signo condensador, un epítome de una
democracia concedida, garantista los lunes y autoritaria el resto de la semana,
modernizadora a todas horas pero fundada en el privilegio de clase y religioso
en la educación, que no superó nunca el impacto del neoliberalismo sobre el
sistema de pesos y contrapesos que hubiera podido servir para estirar una
interpretación más progresiva de la Constitución. En esa medida, y a fortiori,
la figura de Villarejo es la prueba de cargo contra la ilusión eurocomunista y
socialdemócrata de una interpretación garantista, laborista y socializante de
la Carta Magna.
Raúl juega en otra
liga quizá no apta para todos los públicos, pero es difícil de superar su
precisión analítica y la brutalidad de su prescripción política. No hay margen
para una gobernanza democrática en el Régimen del 78, nos vendría a decir. No
siempre estoy de acuerdo con el no way de Raúl y con la forma en que mitifica
ciertas expresiones de la protesta social pero, como digo, nadie supera su
precisión a la hora de describir lo que hay, aunque no aterrice con la misma
precisión en lo que habría que hacer.
Gerardo Tecé, por
su parte, ha sabido poner el cascabel al gato esquivo que suele escapársele a
muchos de los historiadores y politólogos que han estudiado el poder español:
los periodistas de Estado. Gerardo caza al gato:
La cosa no acaba en
La Sexta, ni en Ferreras, ni en Villarejo. Los periodistas de Estado dispuestos
a defender el cortijo lo copan todo. Desde la Ana Terradillos de la Cadena SER
que es premiada por la Guardia Civil como mejor periodista del año –sí, la
gente con armas en España otorga premios periodísticos– hasta la Ana Rosa
Quintana que usa las mañanas de Telecinco para poner en la agenda del día
nuevos miedos y bulos elegidos de forma meticulosa en los despachos
pertinentes. Que en España el periodismo no vigile al poder, sino que le haga
de matón a sueldo es tanto como decir que en España no hay democracia. A
propósito, ¿recuerdan cuando el entonces vicepresidente Iglesias dijo
tímidamente que la democracia española tenía defectos importantes? Quienes
entonces se llevaron las manos a la cabeza son los mismos que hoy ni se inmutan
ante los audios de Ferreras
El gato ya tiene el
cascabel. Bravo Gerardo.
Permítanme una
última referencia. El histórico dirigente abertzale Joseba Permach analizaba el
Ferrerasgate en El Salto, desde la visión de un independentista que ve, en esa
lógica, al Estado español como una cárcel de pueblos, pero que reconoce la
existencia de una izquierda estatal no domesticable con la que cabría aliarse.
El caso Ferreras no
es más que la punta del iceberg de una estrategia mediática que bien sirve para
hacer frente al independentismo de izquierdas de Euskal Herria, Paisos Catalans
y Galicia, o para desgastar al precio que sea a una izquierda estatal que no
quiere ser domesticada... Creo que el respeto y la humildad tiene que ser una
referencia entre aquellos que creemos que otro mundo es posible y que en el
caso del Estado español pensamos que otras repúblicas y tipos de sociedad no
sólo son posibles sino que son necesarias y urgentes.
No es menor que un
indepe hable de izquierda estatal y no de izquierda española, y no es menor
tampoco que hable de repúblicas.
Quizá una virtud
del Ferrerasgate es que ha puesto a discutir a mucha gente de izquierdas de lo
realmente importante en política: el poder. Eso no garantiza que la actitud
pesimista de Ignacio no se imponga, ni tampoco asegura la decadencia del
periodismo de Estado. Tampoco cambia la escasa potencia de los proyectos
posibilistas que describe Raúl, ni asegura que se abra paso una alianza
política que empuje una voluntad política de dirección de Estado republicana y
plurinacional capaz de limitar las opciones del PSOE y de derrotar electoralmente
a PP y Vox.
Pero sitúa los
términos del debate estratégico de la izquierda allí donde, a mi juicio, deben
estar. No es poca cosa.
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