PERIODISMO, A SECAS, Y MÁS DEMOCRACIA
VIRGINIA P. ALONSO
Directora de 'Público'
Ferreras e Inda en un programa de 'Al rojo
vivo'. LA SEXTA
El periodismo debe guiarse por códigos éticos infranqueables. Pero en España esto no pasa de ser una mera aspiración o una manía de buenistas e ingenuos. La realidad es que demasiados periodistas han interpretado que formar parte del llamado cuarto poder implica poner y quitar cargos políticos en función de sus propios intereses o de los intereses de los poderosos que los rodean.
Sí, los periodistas tenemos poder. Pero ese poder no debería beber de las relaciones privilegiadas que mantenemos con unos y otros gracias solamente al desempeño de nuestra profesión. Ese poder nos lo debería dar nuestra capacidad de hacer tambalear a cualquier poderoso, al sistema mismo, a través de la publicación de informaciones incontestables. Y si son incontestables es porque están contrastadas y contienen datos y hechos que son irrefutables.
Pero para llegar a
esto hay que hacer periodismo de verdad; es decir, investigar, cotejar, someter
tus hallazgos a la destrucción ajena antes de decidirte a publicar y quedarte
solo con lo que es inapelable. ¿Qué ocurre entonces? Que los titulares son
menos jugosos, menos rentables. Por eso en este periodismo patrio de los
últimos lustros sale mucho más a cuenta copiar y pegar lo que te dice un
comisario de Policía o un juez o un ministro... Porque, ¿cómo vamos a ponerlos
en duda si son policías, jueces o ministros? Todo mal, todo al revés.
Precisamente por ser policías, jueces o ministros habría que poner en
cuarentena todo lo que viniera de ellos. Porque ellos son los verdaderos
poderes del Estado y por eso deben ser vigilados de manera estrecha por los
periodistas. Ese es nuestro trabajo y no otro.
Desde el momento en
el que tomar partido por la ciudadanía te convierte en un paria del periodismo
dominante (y eso, créanme, viene ocurriendo en esta profesión desde hace años),
se pierde la esencia misma de la función periodística y se acaba confundiéndolo
todo y creyendo que hacer periodismo es amplificar la voz de quienes ya dominan
el relato.
Los límites de lo
decente en las relaciones entre periodistas y fuentes se perdieron hace mucho
tiempo en este país. Entre periodistas y políticos, entre periodistas y
empresas, entre periodistas y actores económicos. Y de aquellos polvos, estos
lodos.
Porque aquí se
nombran directores de periódico y de cadenas de televisión por sus relaciones y
por su ‘influencia’. ¿Quién quiere ética, integridad o decencia cuando lo único
que importa es la ‘influencia’? ¿Y cómo se consigue esa influencia? Pues a base
de sentarse y codearse con ‘influyentes’. Se lo voy a poner muy claro con dos
ejemplos fáciles.
Uno: PedroJota
publicó y sostuvo en El Mundo que los atentados del 11M habían sido cometidos
por ETA. Alardeaba de jugar al pádel con Aznar, a la sazón presidente del
Gobierno que mintió a todos los españoles sobre la autoría de la peor masacre
cometida en la historia reciente de España durante las 72 horas previas a unas
elecciones generales. PedroJota dirige hoy otro periódico y se sienta en
distintas tertulias.
Dos: ¿Una web como
Okdiario habría conseguido estar entre los diez medios con más audiencia de
este país si no fuera porque a Inda se le ha paseado hasta el hartazgo por los
platós de La Sexta? Donde pone "Okdiario" pueden colocar los nombres
de otros medios de fulgurante trayectoria. Pero sigamos con el digital de Inda
y recordemos aquellos audios de Florentino Pérez que publicó El Confidencial en
julio de 2021:
"Antonio
[García Ferreras] me ha dicho: ‘Por favor, Florentino, ayúdame a meter en
vereda a Inda’. Y yo le digo: ‘Si no puede ser, si está crecido. Pero si se
pone en las fotos él, pero si se va de viaje. Si se ha considerado un tío
importante. Si está loco. Lo único que le gusta es figurar’. Oye, está de
director [de ‘Marca’] por Antonio y por mí, que le presionamos a Pedro J".
"Mi hombre es
el Ferri. Yo le saco del grupo Prisa porque ya odia al grupo Prisa. Ferreras es
un gran profesional. Es un tío honrado y honesto y estos son unos sectarios de
la hostia. Aparte, que yo los odio, no te voy a engañar. Tú le dices 'haz esto
que le puede joder a Cebrián...Y pum’. Está el, Contreras, Roures, Luis
Fernández... Todos los que han trabajado en Prisa. Los de Prisa son como son...
unos hijos de puta. Pero no de ahora. Ahora ellos son víctimas y están como
resentidos y los quieren matar".
Con estos antecedentes,
y con todo lo revelado en Público desde el año 2015, poco sorprende la
conversación entre Villarejo y Ferreras (director de La Sexta) en la que este
admite lo "burdo" de la ‘información’ de Inda sobre la falsa
utilización por Pablo Iglesias de paraísos fiscales. Era mentira, claro, pero
ahí quedó, para los anales de las vergüenzas periodísticas, en la hemeroteca de
Al rojo vivo, su tertulia de confianza; "más periodismo", ya saben.
Una tertulia en la
que, por cierto, Público ha tenido nula presencia a pesar de la relevancia de
las informaciones publicadas por este medio. Quién sabe, tal vez este diario
también estaría en ese ranking de los diez más leídos si hubiera tenido
reservado un asiento en dicho programa. Ocupamos el puesto 13 en ese listado y
hoy podemos decir alto y claro que nadie, salvo nuestras lectoras y lectores y
nuestro trabajo, nos han aupado hasta esa posición.
Llegados a este
punto, tampoco sabemos qué cotas de poder podría haber alcanzado Podemos si no
le hubieran segado la hierba bajo sus pies. Podemos fue un partido molesto
desde su nacimiento. Hizo temblar el suelo sobre el que habían bailado
confortablemente durante décadas fuerzas políticas, económicas y periodísticas.
Y algunos pensaron que si el partido llegaba más alto, tal vez ese suelo haría
algo más que temblar. La solución era cristalina: acabar con ellos. Y al
servicio de ese noble y democrático objetivo se articuló un lawfare de libro
(23 actuaciones judiciales archivadas) y se puso a trabajar el PP de Rajoy, Villarejo
mediante, con el respaldo de una cohorte mediática que era una sola voz.
Una sola voz porque
en España los medios nacen como setas al calor de financiaciones
institucionales interesadas (y cero transparentes) y de intereses
político-económicos mecidos por el Ibex. Y, oh, qué casualidad, la mayoría de
estos nuevos medios son de corte neoliberal, tanto en sus planteamientos
políticos como económicos. Esto cuando hablamos de medios nuevos que se lanzan
al margen de grandes grupos de comunicación. Porque si hablamos de grandes
grupos, ocurre exactamente lo mismo, solo que a mayor escala.
En España la
concentración mediática es un problema real para el pluralismo informativo: el
70% de la oferta comunicativa está en manos de solo seis grandes grupos mediáticos;
el 80% de las audiencias de televisión y radio dependen de cuatro consejos de
administración; uno de ellos es Atresmedia-Planeta, dueño de La Sexta. La
consecuencia más directa de esta concentración es un discurso monolítico,
uniforme, en el que se silencia y desprestigia cualquier voz discordante.
El interés por las
noticias ha caído aquí 30 puntos entre 2015 y 2022, según el último informe
Reuters, más que en la media de los 46 países analizados. La gente desconfía de
la información que le llega: el 28% de los españoles consultados dice evitar
ciertas noticias porque no se fían de la fuente o creen que está sesgada.
Mientras, el Media Pluralism Monitor, que identifica los riesgos potenciales
para el pluralismo de los medios de comunicación en la UE, diagnostica para
España en un su informe de 2021 "un
progresivo empeoramiento del pluralismo mediático en España" y lo achaca,
entre otros factores, a la fuerte concentración de medios (especialmente en la
televisión y en las plataformas online) y a la falta de salvaguardas para
asegurar la independencia de los medios públicos y privados. Ahí es nada.
En esta profesión,
como en la vida, todos nos equivocamos. Pero lo sucedido en este país desde
2015 no es un desliz. Es una manipulación del sistema democrático, una
alteración de las reglas de todos a partir de la decisión de unos pocos, urdida
y ejecutada de manera consciente y deliberada, y amplificada por los medios de
comunicación, aquellos que tenían que haberla denunciado y frenado o, al menos,
haberla cuestionado. Evitar esta situación pasaba solo por hacer periodismo, a
secas; ni "más", ni menos. Sin periodismo no puede existir una
democracia sana, y a los hechos relatados en este artículo me remito. Ahora
está por ver si este seguirá siendo un eslogan tan vacío como hasta el momento.
Me van a disculpar el pesimismo.
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