EL PAPEL MOJADO DE VOX
DAVID BOLLERO
Santiago
Abascal en el Congreso. - Miguel Osés / EFE
Un partido que anhela los años de la dictadura franquista y que considera que ésta fue una época más próspera que la actual no cree en la democracia. Eso es Vox y este es el motivo porque la formación de extrema derecha acumula ya numerosas llamadas de atención por saltarse a la torera el Código de Conducta de las Cortes Generales. La España que madruga -como se denominan- que sin embargo menos aporta en el Congreso anda quizás en otros menesteres y, precisamente por eso, sus 52 diputados y diputadas se niegan a cumplimentar como es debido sus declaraciones de intereses económicos.
Vox se mofa del
Congreso y completan sus declaraciones con respuestas tipo que la Oficina de
Conflicto de Intereses considera que "no resulta creíble, ni compatible
con el sentido de la norma". Puro papel mojado. Escudándose en que acatar
la Constitución con su escaño ya es muestra sobrada de su compromiso, los
representantes ultras se niegan a describir sus intereses previos, impidiendo
comprobar si su actividad parlamentaria se mueve por motivaciones particulares.
Vaya por delante, eso sí, que la voluntad de transparencia de la mayor parte de
sus señorías, sean del partido que sea, brilla por su ausencia, pero en el caso
de la extrema derecha se destila cierta tomadura de pelo.
Cuando alguien
oculta premeditadamente unas actividades que pueden generar conflicto de
intereses lo más normal es que tal conflicto se produzca. De otro modo, ¿qué
sentido tiene ocultarlo? Pues Vox lo oculta; sus 52 diputados y diputadas se
niegan a detallar a qué se dedicaban en los cinco años previos a tomar posesión
del escaño, haciendo temer lo peor. Vox tensa la cuerda, quizás para intentar
ganar así la relevancia mediática que no consigue por su pobre actividad
política, vacía de propuestas. Como la rueda defectuosa de un carro, Vox es la
que más ruido hace pero menor desempeño ofrece para favorecer el movimiento.
No es la primera
vez que la extrema derecha se quiere saltar las normas, erigiéndose como los
más indicados para determinar qué es y qué no es lo legal. Por este motivo,
escuchar a su líder, Santiago Abascal, avanzar que se disponen a desplegar toda
una batería de medidas económicas es tragicómico considerando que en los años
pasados sus programas electorales se han plasmado en una cuartilla.
Tras el fiasco de
las elecciones andaluzas con una Macarena Olona en sus horas más bajas, Vox se
resiste a aceptar haber tocado techo electoral. El PP va comiéndole terreno
simplificando sus mensajes para esa parte del electorado que le basta con
resucitar al fantasma de ETA más de una década
después de su desaparición, creyendo que así capearán un peor y más
tangible fantasma como es el de la recesión. Abascal pierde fuelle y teme una
debacle electoral en las autonómicas y municipales de mayo de 2023 que ni sus
"cañas por España" pueden evitar. El problema se mitigará, pero no
desaparecerá, porque no es que su electorado ultra desaparezca, sino que
volverá a su casa original, el PP, pero su latencia seguirá siendo peligrosa.
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