POSADOS DE VERANO
DAVID TORRES
A la
izquierda, una foto de Pedro Sánchez de EFE; a la derecha, una imagen del
Instagram de Santiago Abascal
Debe de ser por el calor, que abrasa hasta las meninges, pero estos días los voceros de la ultra caverna no daban crédito a una foto de Pedro Sánchez en las que parecía estar posando delante de un incendio al estilo de David Hasselhoff en Los vigilantes de la playa. En la foto se veía una zona quemada y al presidente del Gobierno muy serio, en vaqueros y camisa, con los brazos cruzados, como orgulloso de la devastación que había a sus espaldas. Hacían bien en no dar crédito porque la foto, como tantas otras, únicamente mostraba un trozo de la escena: en realidad Sánchez había ido a apoyar al presidente de la Junta de Extremadura, Guillermo Fernández Vara, que justo en ese momento se dirigía a los medios. Sin embargo, Fernández Vara no es tan fotogénico ni tan presidente como Sánchez, de ahí que los fotógrafos buscaran un enfoque más exclusivo.
Con todo, el
verdadero punto de fuga de la composición no estaba en los arbustos calcinados
ni en el gesto adusto del presidente, sino concretamente en su entrepierna,
donde se adivinaba una herramienta masculina considerable. Algunos se
preguntaban si era un truco de photoshop o si bien a Sánchez le ponen los
incendios forestales. El problema de tener un presidente guapo en vez de un
señor cabreado con bigote o un espantapájaros refractario a las cámaras hace
que incluso los más acérrimos machos alfalfa de la derecha se fijen en estos
detalles. Hasta Eduardo Inda, que de cloacas y tuberías sabe lo que no está
escrito, lo llamó "Adonis". Quería sonar despectivo, pero más bien
sonaba envidioso.
Lo cierto es que
Sánchez se pasó tres pueblos enfundándose en unos vaqueros tan estrechos que
casi no dejaban nada a la imaginación. Podía haber protagonizado aquel chiste
que solía contar mi amigo Eduardo, que cuando sacaba a bailar lentas a una
señora, le advertía: "Si notas un bulto, no es el móvil, no: es el
fijo". En realidad, da igual lo que llevara puesto Sánchez, le iba a caer
la del pulpo llevara encima lo que llevara, así fuese un pareo, unos bermudas
floreados, un smoking, un traje de neopreno o un burka. En la operación de
acoso y derribo de cualquier presidente un poco a la izquierda del Valle de los
Caídos vale cualquier cosa, desde la resurrección de un grupo terrorista
difunto desde hace años a la subida de impuestos a bancos e hidroeléctricas.
Todavía ha tenido suerte de que no le hayan añadido a la foto un lanzallamas o
una caja de cerillas.
Me temo que lo que
de verdad ha sacado de quicio a la ultra caverna ha sido que Sánchez le haga la
competencia a Abascal, quien tiene la exclusiva de los posados con ropa cuatro
o cinco tallas más pequeña para provocar la ilusión de que es el tío más cachas
y viril del Congreso. El líder de Vox tiene su perfil de Twitter trufado de
autorretratos practicando maratón, montañismo, haciendo gimnasia, levantando
pesas, mancuernas y cualquier otra cosa que no sea un libro. Entre todo ese
muestrario de egolatría física, destacan las imágenes de Abascal a caballo, en
plan señorito andaluz, y de Abascal en lo alto de un cerro, imitando al caminante
de Caspar David Friedrich, solo al borde del mundo, con una puesta de sol
detrás y unas botas en los pies como para petarlo el Día del Orgullo. Lástima
que el apellido y la barba le den un aire al moro Muza que tira de espaldas.
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