MORENO BONILLA Y LAS SANTAS INOCENTES
DAVID TORRES
El presidente de la Junta de Andalucía, Juanma Moreno, durante
su comparecencia hoy lunes en el Palacio de San Telmo en Sevilla para anunciar
el nuevo gobierno que le acompañará durante esta legislatura, en la que tiene
mayoría absoluta, lo que le permite formar el primer ejecutivo monocolor del PP
en la historia autonómica de la comunidad. EFE/ Raúl Caro
Ayer Andalucía estrenó una nueva era gracias a dos avances históricos incuestionables: la confirmación por el Tribunal Supremo de la sentencia contra Chaves y Griñán por el caso de los ERES andaluces y el descubrimiento de que por fin hay allí mujeres capacitadas para actuar en política. Con la sentencia de los ERES, Andalucía deja atrás doce o trece años de descontrol y malversación de fondos públicos y con la incorporación de siete consejeras en el Gobierno se clausuran definitivamente varias décadas de oscuridad y analfabetismo en lo que respecta a la mitad de la población.
A los andaluces siempre
los han tachado de vagos, de juerguistas y de cosas peores, sobre todo por
parte de políticos situados más al norte, pero ha tenido que venir un
presidente de la Junta de Andalucía -nacido en Barcelona, precisamente- para
señalar que las andaluzas, antes de su aterrizaje en el cargo, no sabían hacer
la o con un canuto. "Afortunadamente, después de muchas décadas, las
mujeres han adquirido capacidad, formación y las posibilidades de poder
competir en el ámbito privado o público y hacerlo de una manera destacada y
brillante, y eso hace que hoy, a diferencia de años anteriores, podamos
disponer de mujeres con una enorme capacitación y experiencia para gestionar
los intereses públicos".
Es difícil examinar
la cantidad de incongruencias y necedades insertas en ese párrafo, por no
hablar del tufo a bragueta rancia que desprende, pero da la impresión de que,
gracias a la llegada del PP, la población femenina en Andalucía ha conseguido
de repente, por ciencia infusa, un grado de iluminación y preparación inédito
en la historia de la comunidad. Por lo visto, antes de Moreno Bonilla, las
mujeres que tenían un puesto de responsabilidad en la política andaluza ni
estaban capacitadas ni habían estudiado lo suficiente como para desempeñar su
trabajo de forma responsable. Susana Díaz, su antecesora en el cargo, debió
haberlo conseguido únicamente por exigencias del guion, no como él, que ni
siquiera tiene un título universitario porque ya viene dotado genéticamente.
Por un momento,
durante su discurso, parecía que Moreno Bonilla iba a repetir la célebre
secuencia de Los santos inocentes en la que el señorito le da a Paco el Bajo, a
Ceferino y a Régula un bolígrafo y les ordena que escriban sus nombres en un
papel para demostrarle al embajador en París cuánto han cambiado las cosas.
"Las mujeres también, embajador, que aquí no hacemos distingos". Es
cierto que Moreno Bonilla es nieto de jornaleros que emigraron a Cataluña, pero
el marchamo de señorito andaluz ya no se lo quita nadie, no tanto por las
pintas inequívocas sino por esa ristra de ultrajes gratuitos dedicados a la
población femenina andaluza.
Puesto que empezó
dos carreras, Psicología y Magisterio, y no fue capaz de terminar ninguna,
habrá que ver dónde ha sacado él la capacidad y la formación para optar al puesto
de presidente. De llevar pantalones, seguramente. Es lógico que, con semejante
relicario en las alforjas, Moreno Bonilla haya decidido eliminar de un plumazo
la Consejería de Igualdad, un guiño a sus compadres de Vox que le echaron una
mano en la investidura y con los que comparte algo más que un machismo de
siglos. Ha intentado dar un discurso feminista y por poco cuenta aquel chiste
de que cuando una mujer sale de la cocina es que está haciendo turismo.
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