FEIJÓO Y EL TRAJE DE LA MODERACIÓN
JORGE BEZARES
Desde siempre ha tenido una clara admiración por los políticos moderados en el fondo y las formas. Se puede construir un discurso sólido sin levantar la voz, afinando en el buen uso de las palabras, apelando a la inteligencia más que al estómago.
El tono mitinero, de brocha gorda, me revuelve el estómago a la segunda andanada. No sé, el griterío siempre me recordó a aquellas paradas militares de la Alemania nazi con Adolf Hitler despertando a los niños del vecindario con sus encendidas proclamas contra la humanidad.
Dicho esto, Feijóo, es decir Alberto Núñez Feijóo, siempre me pareció un político moderado. Desde que lo conocí en un congreso del PP en València, aquel donde Mariano Rajoy se quitó de encima las pulgas de Esperanza Aguirre. 2018 debió ser. Presidió una comisión y lo hizo con una cultura democrática inequívoca, sin esos miedos asamblearios que asaltan a muchos peperos que abrevaron en el franquismo.
Cuando a Rajoy se
lo llevó por delante la corrupción, con la Gürtel que generó Aznar y otras
añadidos, decidió no salir de sus cuarteles de invierno en Galicia. Así las
cosas, vio como sus preferidos -la candidatura de Soraya Sáenz de Santamaría-
eran derrotados por los otros -Casado y cía-.
Esa travesía en el
desierto la sobrellevó con paciencia, mucha paciencia cristiana, hasta que
Casado enloqueció por los efluvios corruptos que emite Isabel Díaz Ayuso a cada
paso que da en la Comunidad de Madrid.
Pero las
mascarillas del hermano de IDA se volvieron contra Casado, que quedó a la
intemperie y en pelota picada. Y Feijóo, moderado él, sacó los pies del tiesto
lo justito para mandarlo a freír monas y para postularse, después de una
reflexión tan impostada como ridícula, como único sucesor. Eso sí, antes se
bebió, en un acto privado, hasta las heces el cáliz que le pasó como si fuera
un porrete la presidenta madrileña, tan coleguita, tan de Vox.
Un cómodo paseo
militar lo llevó hasta el primer sillón de Génova, y desde entonces se está
dejando en cada refriega el pelaje parco que trajo de Galicia. El único gesto
que ha estado a la altura de lo que se podía esperar de él lo protagonizó
cuando felicitó al Gobierno de España por el éxito que supuso la reciente
cumbre de la OTAN en Madrid.
A mí me ha
resultado especialmente decepcionante en varios asuntos recientes. La pertinaz
insistencia en el incumplimiento de sus responsabilidades constitucionales,
rozando el tremendismo en el bloqueo de Poder Judicial del que ha hecho gala el
PP bajo su dirección. 71 designaciones pendientes a final de año si no se
renueva el Consejo General. Miles y miles de ciudadanos se verán afectados por
un bloqueo que solo persigue que sus evidentes corruptelas queden impunes en un
presunto tribunal amigo.
Y otro asunto que
me ha desquiciado han sido las insinuaciones de que Pedro Sánchez y Pere
Aragonès mantienen una "agenda oculta" tras reunirse recientemente.
¿Tanto trabajo le cuesta reconocer que gracias a ese diálogo se ha reconducido
un problema que hacía peligrar la integridad territorial de España? ¿Tan
difícil le resulta ver que la buena mano del presidente Sánchez con Cataluña ha
hecho descender el apoyo de los catalanes a las posiciones independentistas?
A nadie se le
ocurriría atribuirle a él "una agenda oculta" en el paseo en yate que
se dio con el narco Marcial Dorado, ¿no?
Y no puedo
olvidarme de la hipocresía de la que ha hecho gala ante el serial de la policía
patriótica versus Villarejo, contra el independentismo y contra Podemos. El
desmarque del presidente del PP frente a unos audios demoledores rozan la
indecencia política.
Y, por último,
Feijóo no ha estado a la altura cuando no ha tenido el más mínimo pudor al
utilizar las víctimas del terrorismo de forma tan burda, poco antes del debate
sobre la Ley de Memoria Histórica. Al mezclar churras con merinas, víctimas de
ETA con víctimas del franquismo, que es lo que ha hecho de forma descarada,
demuestra que, por un lado, se cree dueño y señor del dolor que causó la banda
terrorista vasca en España a españoles de todas las condiciones políticas (sin
olvidar las víctimas del GAL), y por otro, que no acaba de entender que las
víctimas del franquismo están aun pendientes de una reparación de la España
democrática por culpa de un PP en modo heredero del franquismo que no cesa.
Con el manejo de
estos asuntos sin moverse ni un milímetro del zolocotropismo de la derecha
española, Feijóo se ha dejado en la gatera el traje de moderado que lo trajo a
Madrid.
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