¿APAGONES ESTE INVIERNO?
Hoy
me acuerdo de todas esas mentes lúcidas y progresistas que pusieron a caer de
un burro a Ione Belarra y a Podemos por defender, a toda costa, la paz y la
diplomacia y por señalar que la OTAN defiende los intereses de EE.UU.
PABLO IGLESIAS
Casi todos los periódicos contaban el miércoles, 27 de julio, que la Unión Europea ha alcanzado un acuerdo para que los países miembros reduzcan un 15% su consumo de gas ante la decisión de Gazprom, la empresa gasística estatal rusa, de disminuir (y potencialmente cortar) el flujo de gas hacia Europa.
Gazprom es una empresa rusa que depende del gobierno ruso. Esta compañía ha reducido ya un 80% la cantidad de gas que manda a Europa por el gaseoducto Nord Stream. Para justificar esta reducción, Gazprom aduce “razones técnicas”. Permítanme que les explique brevemente lo que significa eso de las “razones técnicas”. Son razones más sencillas de lo que parecen. Si los países europeos aplican sanciones a Rusia y envían armamento al ejército de Ucrania, Rusia corta el gas a los países europeos para reventar sus economías y tratar así de conminarles a que cambien su política hacia Rusia. Sencillo, ¿verdad? Así funciona la política internacional y una nueva guerra fría que este invierno promete más frío que nunca en los países de la Unión.
El acuerdo
alcanzado entre los países miembros contempla algunas excepciones que habrían
beneficiado a España y, en general, a los países con escasa interconexión. De
esta forma, aquellos Estados con escasa capacidad de recibir y enviar gas a
otros países vecinos podrán aplicar una reducción menor del consumo de gas. Se
trata de las islas (Chipre, Irlanda y Malta) y de las llamadas “islas
energéticas”, como España, Portugal e Italia. Nuestro gobierno se oponía a la reducción
del 15% del consumo de gas, pero como finalmente ese recorte será del 7%,
España ha votado a favor de las restricciones.
Lo que básicamente
supone el acuerdo es que las economías menos desarrolladas de Europa van a
ceder parte de su gas a las economías más fuertes, como Alemania o los Países
Bajos, para que sus industrias y sus economías resistan. Como saben, la
solidaridad de los débiles con los fuertes es uno de los principios rectores de
la política europea que no siempre opera a la inversa.
Pero la prensa y
los grandes medios españoles están vendiendo el acuerdo como algo positivo y
celebran con alborozo que España haya logrado una reducción del consumo de gas
de solo el 7% en lugar del 15%. Alegrémonos, compatriotas; nos prometían dos
puñetazos en la cara y ahora podemos celebrar que solo recibiremos uno, y
además podremos elegir el ojo en el que se estrellará.
Lo que no explica
prácticamente ningún periódico es qué consecuencias va a tener ese recorte del
consumo de gas para los ciudadanos en Europa y en España. Así que he llamado
por teléfono a un científico del CSIC, Antonio Turiel, uno de los mayores
expertos en energía al que los lectores de CTXT conocen bien. Turiel me explica
que esto es solo el principio y que habrá reducciones aún más drásticas, que
habrá probablemente apagones y cortes que podrán afectar a los hogares, y que
el golpe a la industria será tal que llegará una recesión económica muy pronto.
Todos sabemos lo que significa la palabra recesión: despidos, aumento de precios,
pobreza y eso que preocupa tanto a la prensa: inestabilidad política. En román
paladino “inestabilidad política” significa bárbaros de ultraderecha (muchos
antiguos putinistas) llamando a la puerta de los consejos de ministros de los
países de la Unión. Ya está ocurriendo en Italia y todas las encuestas indican
que es hoy el escenario más probable en España.
Y ahora yo me
acuerdo de todas esas mentes lúcidas y progresistas que pusieron a caer de un
burro a Ione Belarra y a Podemos por defender, a toda costa, la paz y la
diplomacia y por señalar que la OTAN
defiende básicamente los intereses de EE.UU. y no los de Europa. Cada día que
pasa, resulta más ridículo escuchar a Borrell pidiendo sacrificio a los
ciudadanos para lograr “la victoria”. Cada día es más obvia la necesidad de
parar la guerra y buscar una solución negociada así como evitar que la crisis
se cebe con los sectores sociales más vulnerables.
Esas mismas mentes
lúcidas, entonces ciegas de ardor guerrero, son las que hoy, ante la inminencia
de una recesión que provocará una violencia social con pocos precedentes,
piensan que Podemos hace ruido al defender públicamente sus posiciones dentro y
fuera del gobierno y lamentan que el Ferrerasgate haya dado centralidad al
debate sobre la degradación del periodismo en España.
Hay que decir que
es el bendito ruido el que ha conseguido que hoy se hable de que los bancos
tienen que pagar patrióticamente una parte de la factura que va a llegar, y es
el debate sobre la degradación del periodismo el más importante a la hora de
defender la democracia en Europa frente al peligro de la ultraderecha. Los
grandes medios son la pista que transporta al monstruo europeo; ignorarlo para
no incomodar aún más a cierto periodismo progre, al que le molesta el ruido y
que se resiste a hacerse su propia perestroika, no parece lo más inteligente en
estas circunstancias.
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