FEIJÓO A LO ANTONIO OZORES
DAVID TORRES
Entre la cantidad de despropósitos que suelta al día, Isabel Díaz Ayuso ha criticado que Pedro Sánchez no haya invitado a Feijóo a la cumbre de la OTAN en calidad de jefe de la oposición. También ha dicho algo de las becas para niños ricos, comparando el derecho de una niña rica a abortar con el derecho de una niña rica a recibir una educación gratuita, pero ésa es otra sandez que ya tratamos en su momento. Con la presidenta de la Comunidad de Madrid hay que seleccionar cuidadosamente las sandeces porque entonces el periódico no iba a hablar de otra cosa y tampoco es plan.
Dice Ayuso que cree
en otros países lo de invitar al jefe de la oposición seguro que hubiera
ocurrido, aunque da la impresión de que esto, como tantas otras cosas, se lo
acaba de inventar o lo ha leído en el Calendario Zaragozano. También es verdad
que Sánchez, en lugar de invitarlo en calidad de jefe de la oposición, podía
haber invitado a Feijóo en calidad de gallego honorario, de casi amigo o de
alter ego. Hay tantas cosas en las que coinciden Sánchez y Feijóo, desde el
pacto por el aumento del gasto militar a la forma de tratar a los inmigrantes
subsaharianos en Melilla, que prácticamente podrían ser la misma persona. Una
posibilidad que el pueblo español conoce muy bien y que ya tiene apuntada para
las próximas elecciones.
Quizá sea por las
gafas, pero el caso es que Feijóo tiene un perfil de secundario, de esos
actores de relleno que no llaman la atención ni aunque lo pillen untándose
crema al lado de un narco. Ni los casos de corrupción, ni la deuda pública
disparada, ni los brutales recortes de personal sanitario, ni el aumento de la
tasa de desempleo han conseguido hacer tambalear su posición al frente de la
Xunta gallega, como si en lugar de Feijóo hubieran colocado un tentetieso. Es
normal que mantenga la idea de que Sánchez debería aplicar el plan económico
del PP al completo en vez de aplicarlo por parcelas, dejarse de medidas
comunistas a lo Yolanda Díaz y hacer lo que ha hecho siempre el PSOE: la vista
gorda, el trabajo sucio del PP por otros medios.
Lo tiene todo para
triunfar excepto carisma, ese punto de desparpajo propenso a las charlotadas e
inmune al ridículo que hace las delicias del votante de derechas. Casado lo
disimuló mediante una fantástica colección de disfraces -de cocinero a
agricultor y de panadero a tractorista- con la que logró disimular su verdadera
vocación frustrada: la de estudiante de Derecho. Mariano, en cambio, se metió
al electorado en el bolsillo a base de chascarrillos y trabalenguas con los que
le hacía la competencia a Chiquito de la Calzada. Mucha gente lo votaba sólo
por eso, por no parar de reír con lo de los catalanes hacen cosas, es el vecino
el que elige al alcalde, un plato es un plato y somos sentimientos y tenemos
seres humanos. Cuando se atrincheró durante ocho horas en un restaurante el día
de la moción de censura tendría que haber salido diciendo: "Hasta luego, Lucas".
Entonces la gente habría tomado las calles gritando "candemor" y lo
habría llevado a hombros a La Moncloa.
Consciente de esa
falta de comicidad, los asesores de Feijóo están sudando tinta con el fin de
proporcionarle discursos lo bastante graciosos como para auparlo a presidente
de la nación o a monologuista del Club de la Comedia, lo que llegue primero.
Hace unos días soltó una disquisición sobre la verdad y la mentira capaz de
dejar bizco a Heidegger y ayer se enredó en un silogismo sobre la riqueza y la
pobreza con ecos de Antonio Ozores. Las gafas de Feijóo, no cabe duda, son las
de Antonio Ozores.
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