FILOFASCISTAS QUE FOMENTAN LA CULTURA
POR
ANIBAL MALVAR
El líder de Desokupa, Daniel Esteve, en una imagen de
archivo.Eduardo Parra / Europa Press
No
hay nada mejor que un filofascista para hacernos más cultos. Queman libros,
asesinan poetas, esquilman museos, apalean actores y humoristas –que vienen a
ser lo mismo–, boicotean actos feministas y manchan con su testosterona
infértil los desnudos de las pinacotecas. Pero, cada vez que uno de estos
filofascistas abre la boca, a muchos nos entran ganas de abrir un libro. Hasta
a la Policía le han nacido ansias de leer gracias a ellos. Escribo esto la
tarde del viernes en una mesa esquinera de la taberna Garibaldi, donde dentro
de un rato empieza la presentación del libro Algo habremos hecho
de Irene
Montero, la Bruja Avería de la política española.
Nunca voy a presentaciones de libros. Ni siquiera de mis mejores amigos. Sin embargo, ante la promesa del filofascista Daniel Esteve de que iba a acudir a lo de doña Irene, no pude resistirme. Saqué del armario antipolillas mi viejo y humilde aliño indumentario de espectador de presentaciones de libros, desempolvé las gafas y la pipa y me puse a hablar todo el rato en esdrújulo para que nadie me entendiera. Hora y media antes de que empezara el acontecimiento, allí estaba yo, en una taberna y en un acto cultural. Que no se entere mi madre de ninguna de las dos cosas.
Sinceramente,
nunca había asistido a la presentación de un libro a la que acudieran tantos
policías. Qué repentino afán por la cultura les ha entrado. Y todo
gracias a Daniel Esteve. Deberían concederle un sillón de la Real Academia a
este fomentador de las artes, junto a Andrés Trapiello y Arturo Pérez
Reverte, otros dos grandes gourmets de los huevos escocidos.
Cuando
saltó la noticia de que Daniel Esteve y su organización Desokupa iban a
ser contratados para dar cursos de autodefensa a nuestros cuerpos y
fuerzas de seguridad, a la rojería piojosa no nos pareció del todo bien. Como
tantas otras veces, nos equivocábamos. El plan de Desokupa era este: policías
acudiendo en masa a aquelarres literarios feministas como el de este
viernes en la Garbaldi, inspectores perreando en los recitales de raperos
antiborbónicos, agentes infiltrados en el Museo del Prado interviniendo los
teléfonos de Durero para investigar su influencia en la obra de Tiziano, y miembros
de las UIPs bailando El lago de los cisnes en los teatros del Canal,
con lo difícil que es lucir tutú portando también porra y pistola.
Pero
volvamos a la rabiosa actualidad, viernes noche, mucha Policía y mucha
diversión. Cientos de piojosos se agolpan a las puertas de la taberna Garibaldi
esperando a su referente intelectual, Dani Esteve, mientras quizá una
veintena de agentes (sin contar secretas, que daban un cante que ya tal)
acordonan la madrileña calle Ave María. Solo al mismísimo Diablo, o sea, a
Pablo Iglesias, se le ocurriría poner una taberna de pecado y pensamiento en el
sagrado corazón de la calle Ave María. Es que va provocando. Que la taberna
Garibaldi esté en la calle Ave María es una ofensa para los creyentes.
Preguntadle a cualquier juez español. Abogados Cristianos debería tomar alguna
medida y obligar a Pablo Iglesias a trasladar su lujurioso antro a la calle
madrileña de los Caídos de la División Azul, esos miles de héroes españoles que
murieron defendiendo a Hitler y Mussolini por mandato del imparcial Franco en
la II Guerra Mundial. Lo de trasladar el bar de Iglesias a los Caídos lo
digo por dar una idea de consenso, que veo que está de moda.
Lo
único triste de esa tarde de viernes, en la que conocimos la inspiración
cultural del adiestramiento de Desokupa a nuestros policías, fue la
ausencia de Daniel Esteve, al que sus grupis esperaban con histeria beatlemaníaca.
Como teloneras aparecieron, en plan consolación, Irene Montero, Laura
Arroyo, Ione Belarra, Noemí Santana y otras chicas-portada del Playboy intelectual
de la izquierda, pero no podía ser lo mismo. Nadie tiene el carisma, el verbo,
la modulación tonal y el cuerpazo de nuestro Dani. El valiente que nunca
estuvo allí.
Yo
no sé cuánta pasta habrá costado al erario público el despliegue policial de la
calle Ave María este viernes, pero me parece bien gastado, pues a los
policías se les veía felices asistiendo a la presentación de un libro.
Debería hacerse cargo de los dispendios el Ministerio de Cultura.
Yo
le propondría al ministro Ernest Urtasun que dedicara una amplia partida
presupuestaria a financiar a Desokupa, con la sola obligación de
amenazar cualquier acto referente al arte, al saber o al pensamiento. Porque
tienen una gran capacidad de convocatoria, sobre todo entre los gramscianos,
que, como todo el mundo sabe, son mayoría sociológica en el Ejército y las
fuerzas de seguridad. Pero, coño, que luego vayan los de Desokupa, eso sí. El
viernes se les echó mucho de menos. La amenaza de reventar el acto
feminista con violencia estuvo muy bien desde un punto de vista académico y
dialéctico, incluso epistemológico, pero no empecemos a actuar como los
políticos, Dani, y a no cumplir nuestra palabra. Porque algunos te podrían
llamar cobarde por no haber aparecido en la calle Ave María, y tal adjetivo, un
pensador visionario y audaz como tú, no se lo merece.
No hay comentarios:
Publicar un comentario