· FRANCO VIVE, LA LUCHA SIGUE
JAVIER CAVANILLES
Tengo serias dudas de que vaya a servir de algo conmemorar
los cincuenta años desde que Franco tuvo a bien morirse. Murió tarde, mal, y en
una época en la que no había contenedores marrones. No nos quedó ni la
justicia poética. El pasado jueves tuvo lugar la primera entrega de los actos y
pasó sin pena ni gloria. Ni siquiera que su graciosa majestad no acudiera ha
supuesto mayor problema. Se ausentó por motivos laborales. Ya es mala suerte
que para un día que trabaja sea ese. Es que lo suyo no es vida, es una montaña
rusa. Pero si mientras menos haces mejor te va -en la Zona Cero se le aclamó
como si fuera el primus inter pares de los voluntarios-, igual
su no-asistencia fue un golpe maestro. Aunque, de haber ido, quizás a alguno de
sus palanganeros de extremo centro le daba por reflexionar. Quizás no, también
es verdad, pero soñar es gratis.
Lo que se nos viene encima, y viene de la ultraderecha, no es la herencia de un carnicero africanista sino un fascismo de nuevo cuño, cuyo fétido aroma se va extendiendo por todo el mundo gracias a las redes. Los que van a tomar el poder no son los militares sino una broligarquía empresarial que sí tiene visos de destino en lo universal. Lo de tirar de Franco, está bien para los nostálgicos de ambos bandos, unos para ver si lo derrocan de una vez y otros, para intentar recuperar su legado.
A los jóvenes no hay que recordarles que
fue un asesino, porque casi no saben ni quién fue. Tampoco saben quién fue
Elvis, y eso que molaba mucho más. De hecho, millones aseguran que la Tierra es
plana; no tiene mucho sentido intentar razonar con ellos. Quizás si en lugar de
arreglarles el pasado, les apañamos el futuro, empiezan a cambiar de opinión
aunque el Glorioso Alzamiento les suene a chino. Creo que podemos sentenciar de
una vez que las carreras imaginarias ante los grises están más amortizadas que
el aerobic. Hace falta un nuevo relato. Ahí están Broncano, su santidad
Lalachús, al Gran Wyoming, a Belén Esteban, o a Alba Carrillo en la tele, pero
no hay influencers de izquierdas con el empuje de los Llados, Hombre Blanco
Hetero, AuronPlay, TheGref y compañía. O, cabe matizar, sí los hay pero salen
poco en los medios. Que la intelligentsia de izqquierdas no le parezca importante
es prueba inequívoca de que sí lo es. Si hay que cambiar el relato, menos
periodista rebuscando sinónimos en el diccionario para un texto que solo se
leerá él -un lector más de los que tengo yo, todo sea dicho- y más puños en
alto en las redes.
Hay indicios de que el Caudillo y su gloriosa cruzada no venden
una escoba ya ni entre los suyos. Con toda la carcundia facha que en el mundo
es, el manifiesto Contra Franco. La Constitución es la única celebración posible apenas
ha reunido 87 firmas de los habituales de la Legión Cóndor mediática. Por
supuesto, es el mismo discurso cansino e interesado del pacto de amigos entre
vencedores y vencidos, o cómo los perdedores (se refieren a los que no
fusilaron en juicio sumarísimo) renunciaron a la venganza. Son tan rancios como
los que critican.
Pero no todos los homenajes Franco son iguales. Hubo uno que
valió la pena en la Taberna Garibaldi, propiedad del tristemente célebre Pablo
Iglesias. Irene Montero, una de las políticas más valientes (aunque no siempre
acertada) que se ha visto en mucho tiempo, anunció que iba a presentar su
último libro, Algo habremos hecho. Último por ahora, creo. Entonces,
Daniel Esteve a.k.a Dani Desokupa, que se ve que tiene acceso a internet en el
zoológico, anunció que se iba a presentar “con sus cojones”, 200 de sus camisas
pardas y la neurona que comparten entre todos. De los 400 huevos, no opino;
pero la pobre neurona, sí: la tienen sin usar.
La respuesta de Montero, Irene Belarra, y las suyas no se hizo
esperar. Lejos de achantarse ante la visita de 200 frascos de winstrol con
brazos, se citaron en la puerta para ver cuantos de esos 400 cojones tenían
ídem de cruzar la puerta. Al final Dani Desokupa pintó los calzoncillos y
retiró su amenaza: era una broma, dijo, y se río con la risa falsa del cobarde
que solo se engaña a sí mismo. Al final, hubo policía en la puerta por si
acaso, pero todos de uniforme. Los que atendieron el llamamiento inicial de
Desokupa tuvieron la tarde libre. Ahí estaban ellas -cada una con sus ovarios,
aunque sin hacer ostentación, y del tamaño de los de Ana Pardo- y algún aliade
con ganas de mojar (valga la redundancia). Se plantaron, les dijeron que no
pasarían y no es que no pasaran, es que ni se presentaron. Así sí se celebra
medio siglo de democracia. Menos Franco y más Durruti.
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