PRENSA Y GOLPES DE ESTADO
Si el próximo
4 de septiembre los chilenos logran librarse de la Constitución de Pinochet
aprobando el texto que ha elaborado una convención elegida libremente por los
ciudadanos, se habrá operado un milagro
PABLO IGLESIAS
El periódico chileno
'El Mercurio' publicó un cariñoso homenaje al dictador Pinochet por el 106
aniversario de su nacimiento.
El periódico de la derecha chilena por excelencia, El Mercurio, dedicaba ayer todo un editorial a respaldar la negativa de la Asociación de la Prensa Chilena (un grupo de 43 empresas mediáticas muy influido por el propio grupo empresarial de El Mercurio) a participar en una mesa de trabajo organizada por el gobierno. Se trata de una iniciativa de la ministra y portavoz gubernamental, Camila Vallejo, que se llama Más amplitud, más voces, más democracia y que busca conocer la visión de diferentes actores para avanzar en la reflexión y el debate sobre los derechos asociados a la comunicación y la información en el ecosistema mediático chileno. El propio presidente Boric anunció recientemente la firma de un convenio entre el Estado y varias universidades para conocer la visión de expertos universitarios a propósito del modelo mediático del país y avanzar propuestas de mejora del mismo.
Ya se imaginarán
los lectores de CTXT que el poder mediático chileno está en manos de empresas
de ideología derechista que, como en España, controlan, de manera abrumadora en
relación a los escasos medios progresistas, casi todo lo que pueden ver, oír y
leer para informarse las chilenas y los chilenos. La concentración de la
propiedad de los medios es notable en Chile; en la prensa escrita el grupo
Copesa y el grupo de la familia Edwards, propietaria de El Mercurio, son dueños
del 90% de los periódicos; en el espacio radial cuatro grupos controlan el 70%
del mercado; y en la televisión en abierto hay cuatro canales que dominan,
prácticamente, toda la audiencia. Esta situación de concentración, que en
España conocemos bien, limita, como es evidente, la pluralidad ideológica de
los medios. Ello se ha traducido en los últimos meses en que tanto el gobierno
como la nueva Constitución, reciben diariamente el fuego valyrio mediático
reservado a cualquiera que pretenda modificar mínimamente el statu quo.
Y ya se imaginarán
también ustedes el estilo y el tono del editorial de El Mercurio. Se refieren a
la ministra Vallejo como “exdiputada comunista” (solo faltaría ya una
caricatura de la ministra devorando niños rubios y enviando al director del
periódico a un gulag magallánico) y presenta la iniciativa de diálogo para
repensar el poder mediático chileno como un insoportable intervencionismo del
monstruoso leviatán socialista presto a terminar con la libertad de prensa y a
atacar los estándares internacionales del periodismo. Toda esta impresentable
retórica reaccionaria que identifica el derecho a la información con el derecho
de los millonarios a dirigir los medios de comunicación, la conocemos muy bien,
pero ha habido un párrafo del editorial que me ha tocado, digámoslo con
dulzura, varias vísceras sensibles.
El poder mediático
chileno está en manos de empresas de ideología derechista que, como en España,
controlan, de manera abrumadora casi todo lo que se puede ver, oír y leer
En el párrafo
acariciador de mis vísceras se reivindica a la ANP (de la que El Mercurio es el
alma histórica) como “un grupo con 70 años de experiencia nacional y estrechos
contactos internacionales”. Y tanto. Abróchense los cinturones que vamos a
tomar un vuelo hacia el pasado. Pónganse la mascarilla (es posible que no
soporten el hedor de lo que les voy a contar) y tengan a mano las bolsas para
vomitar.
El 10 de septiembre
de 1970, pocos días después de la victoria de Allende y de la Unidad Popular,
Agustín Edwards, dueño de El Mercurio y padre de los actuales propietarios del
grupo empresarial, tomó discretamente su avión privado con destino a Argentina.
Allí le esperaban su señora y sus hijos que, por lo visto, no querían seguir
viviendo en Chile. El día 12 toda la familia viajó a Nueva York. El 13 Edwards
estaba con Donald Kendall, gerente general de Pepsi Cola y amigo de Richard
Nixon que llamó por teléfono a Henry Kissinger para contarle que tenía al lado
al dueño de El Mercurio. El día 15, el consejero de seguridad nacional recibió
en la Casa Blanca a Edwards que se reunió también con el director de la CIA,
Richard Helms. Hay evidencias también de que pudo reunirse incluso con el
propio Nixon el mismo día en el que el presidente estadounidense se reunión con
el dirigente de la CDU alemana (y antiguo militante del partido nazi) Kurt
Georg Kiesinger. Edwards se vio también, al parecer, con un especialista de la
CIA en América Latina, Keneth Millian. Todo esto lo cuenta Mario Amorós en su
libro Entre la araña y la flecha. La trama civil contra la Unidad Popular
(Ediciones B, 2020). Como dice este historiador: “Según el memorándum de
aquella reunión elaborado por la CIA, Agustín Edwards abogó por que la CIA
promoviera un golpe militar”. Y el dueño de El Mercurio finalmente lo
consiguió. Con la ayuda de ingentes cantidades de dólares estadounidenses, El
Mercurio fue una pieza crucial en la trama civil golpista. El golpe de Pinochet
destruyó la democracia chilena, asesinó y torturó a millares de demócratas y
condenó al país a una contrarrevolución neoliberal cuyas consecuencias sociales
y jurídicas (la todavía vigente Constitución de 1980 es, básicamente, una
barricada legal para impedir cualquier reforma que pretenda avanzar en los
derechos de las mayorías) todavía perviven en Chile.
Ya conocemos bien
la retórica reaccionaria que identifica el derecho a la información con el
derecho de los millonarios a dirigir los medios de comunicación
“70 años de
experiencia nacional y estrechos contactos internacionales” decía ayer El
Mercurio en su editorial. Y tanto. En junio de 2000, el ya anciano Agustín
Edwards declaró: “Tuvimos que defendernos y defender las instituciones del
país”. Lo que hicieron fue promover un golpe de Estado para proteger sus
negocios al tiempo que miraron para otro lado cuando la dictadura robó sin
contemplaciones el periodico progresista más importante del país, El Clarín,
propiedad de Victor Pey, un republicano español exiliado en Chile. Y lo que
hacen hoy es presentar como periodismo profesional lo que no es más que
propaganda.
Si el día 4 los
chilenos logran librarse de la Constitución de Pinochet aprobando el texto que
ha elaborado una convención elegida libremente por los ciudadanos, se habrá
operado un milagro. Sigo desde hace meses los medios chilenos y es escandaloso
el operativo mediático orquestado para evitar que Chile tenga una constitución
democrática y golpear al gobierno. Los defensores de aprobar la nueva
Constitución que visitan los platós de televisión o escriben en la prensa,
tienen que dedicar todas sus intervenciones a desmentir los bulos más burdos
que los medios y las redes de la derecha difunden cada día. Que, a pesar de
ello, todavía pueda darse la sorpresa el próximo día 4 revela el vigor de la
voluntad de cambio en el país. Pero los cambios no pueden depender siempre de
la épica popular; hay que reequilibrar las fuerzas.
Los defensores de
aprobar la nueva Constitución tienen que dedicar todas sus intervenciones a
desmentir los bulos que los medios y las redes de la derecha difunden cada día
Pase lo que pase,
creo que será fundamental poner el foco en lo importante y no en lo accesorio,
que es lo que pretenderá la derecha y lo que quizá compre cierta izquierda. Se
pueden cometer errores de campaña y de comunicación, e incluso la fatalidad
puede hacer acto de presencia en forma de performances absurdas que dan sentido
al término “quinta columna”. Pero nada de eso es lo crucial. Como explicó
alguna vez Manu Levin, dos guerrilleros armados con tirachinas, arrasados por
el napalm y las bombas de aviones de combate, no deben discutir sobre el lugar
desde el que deberían haber tirado sus pequeñas piedras a los aviones, sino
asumir que sin aviones es casi imposible derrotar a la aviación enemiga. Y es
que sí, la política es conflicto y antagonismo y los pactos son el resultado de
las correlaciones que arrojan. La derecha jamás ha tenido complejos a la hora
de entenderlo y de poner todos sus recursos en definir la correlación de la
fuerzas; por eso El Mercurio no quiere que la APC dialogue con nadie. Y por eso
la izquierda debe aprovechar todas las ocasiones que se le presten para
reequilibrar la correlación de fuerzas.
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